[resumen.cl] La madrugada del 1 de enero de 1994, mujeres y hombres se desplegaron en el sureste mexicano bajo el nombre del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, instrumento de las comunidades indígenas y campesinas que irrumpiría con un pliego histórico de demandas, instalando la autonomía como clave para su cumplimiento.
El registro es amplio. La literatura, la música, las imágenes y, sobre todo, la experiencia transmitida durante 27 años desde el inicio del levantamiento zapatista en el sureste mexicano.
Fue la madrugada del 1 de enero de 1994 en que un grupo de mujeres y hombres decidieron tomarse distintos puntos de Chiapas en denuncia de la precarización de vida que sufrían los pueblos indígenas y campesinos. Esta fecha no fue escogida al azar. El mismo día, comenzaba a regir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que comprendía a los países de Canadá, Estados Unidos y México en un gobierno liderado por Carlos Salinas y que se encontraba en pleno proceso de candidaturas presidenciales.
Sin embargo, desde la década de los setenta se arrastraba un proceso de articulación de las comunidades en los territorios, las mismas que fueron protagonistas de la irrupción pública en los municipios la madrugada del 1 de enero de 1994, dando a conocer la Primera Declaración de la Selva Lacandona, donde escribían: «los dictadores están aplicando una guerra genocida no declarada contra nuestros pueblos desde hace muchos años, por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz«.
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Así, «Nunca más un México sin nosotros/as» recorría distintos puntos del país a partir de la acción liderada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en correlato y siendo parte de las comunidades.
A la fecha, las comunidades zapatistas aún persisten en los territorios de México, instalándose como espacio de resistencia y autonomía que ha sido constantemente asediada por proyectos como el criticado Tren Maya, la presencia de paramilitares y, directamente, la violencia estatal.