En realidad las armas químicas vienen de Arabia Saudita y son lanzadas por los terroristas islámicos que Occidente financia y arma
Hablemos del «espía reaparecido». El príncipe Bandar bin Sultan, alias Bandar Bush (para Bush era como si fuera miembro de la familia), reapareció espectacularmente después de un año en un limbo saturado de especulación (¿Estaba muerto o no después de un intento de asesinado en julio de 2012?). Y volvió a ser foco de atención nada menos que en un cara a cara con el presidente ruso Vladimir Putin.
El rey saudí Abdalá, para citar a Bob Dylan, «no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo». Por lo menos pudo alzar una pluma y nombrar recientemente a Bandar jefe del Directorado General de Inteligencia saudí; por lo tanto a cargo del plan general conjunto estadounidense-saudí para Siria.
La reunión de cuatro horas entre Bandar Bush y Vlad «el martillo» ya ha adquirido un estatus mítico. Esencialmente, según filtraciones diplomáticas, Bandar pidió a Vlad que abandonara al presidente sirio Bacher al-Asad y dejara de bloquear una posible resolución del Consejo de Seguridad de la ONU de una zona de exclusión aérea (como si Moscú fuera a permitir una repetición de la resolución 1973 de la ONU en Libia). A cambio, la Casa de Saud compraría montones de armas rusas.
Vlad, como era de esperar, no se mostró impresionado. Ni siquiera cuando Bandar insistió descaradamente en que en cualquier situación post-Asad que se adoptase los saudíes estarían «completamente» contraolados. Vlad -y los servicios de inteligencia rusos- ya lo sabían. Pero entonces Bandar se lanzó al ataque prometiendo que Arabia Saudí no permitiría que ningún miembro del Consejo de Cooperación del Golfo -como Catar- invirtiera en «Oleoductistán» a través de Siria para vender gas natural a Europa y así dañar los intereses de Rusia, queriendo decir Gazprom.
Cuando Bandar vio que no llegaba a ninguna parte, volvió a su posición de último recurso: la única salida en Siria es la guerra y Moscú debería olvidar la eternamente postergada conferencia de paz Ginebra II, porque los «rebeldes» no participarán.
Una vez más, Vlad no necesitó que le recordaran que los saudíes -en «cooperación» con Washington- ahora se han apoderado de la galaxia «rebelde». Catar ha quedado confinado en un (costoso) cubo de la basura, como Vijay Prashad dice aquí (texto en inglés). Esto forma parte del plan de Washington -si existe- de aislar a la Hermandad Musulmana siria y a sus tenebrosas conexiones/ramificaciones yihadistas.
El astuto Bandar, por su parte, no es un loco que crea su propia propaganda; sabe que Moscú tiene intereses geoestratégicos más complejos más allá de mantener a Siria como cliente de sus armas. Y podría haber sospechado que a Moscú simplemente no le preocupa la competencia del Golfo en los mercados europeos que son el objetivo de «Oleoductistán».
Bandar Bush, el «liberador» de Siria
Es instructivo recordar que en 2009, Damasco no firmó un acuerdo con Catar para un gasoducto a través de Siria; pero firmó un memorando de entendimiento el año pasado para el gasoducto Irán-Irak-Siria por importe de 10.000 millones de dólares. Por lo tanto lo importante es que para Damasco, el acuerdo con Irán era mucho mejor; y si el gasoducto se llegara a construir Gazprom incluso podría formar parte de él, en infraestructura y distribución. Lo que Moscú ha concluido es que Gazprom no perderá su influencia en Europa en beneficio del gas natural catarí. Se puede argumentar que Gazprom tiene más poder que el Banco Central Europeo (BCE) sobre la afligida, decadente y prácticamente insolvente Eurozona.
Lo que Vlad teme es la posibilidad de un caos extremo post-Asad, que sea totalmente aprovechado por los salafistas-yihadistas. Nunca sobra recordar que de Alepo a Grozny hay aproximadamente 900 kilómetros. La próxima parada de la «Yihad global» en Siria sería el Cáucaso. Y es donde Bandar Bush y Vlad «el martillo» podrían converger; su interés estratégico mutuo es controlar a los yihadistas, aunque en realidad Bandar también los está armando.
El nuevo Afganistán
Moscú no abandonará a Damasco. Punto y aparte. Al mismo tiempo, como amenazó Bandar, parece más improbable que Ginebra II tenga lugar que el que el gobierno de Obama deje de atacar Yemen con drones.
Como hemos informado extensivamente, el nombre del juego, en la práctica, sigue siendo Siria como el nuevo Afganistán y que la Casa de Saud tenga el control de todos los aspectos de la yihad (con Washington «dirigiendo desde atrás»). También se aplica una mortífera ironía histórica; en lugar de enfrentarse a la Unión Soviética, ahora los saudíes se enfrentan a la federación rusa. Bandar es simultáneamente el «proveedor de armamentos en jefe» y el «liberador en jefe de Siria». El espía reaparecido no toma en cuenta un futuro inevitable, un espantoso búmeran; lo alarmante es que el gobierno de Obama lo respalda.
La visita de Bandar Bush a Moscú simplemente no podría haber tenido lugar sin la luz verde de Washington. ¿Cuál es entonces el (confuso) plan general? El gobierno de Obama parece creer en un remix de Sykes-Picot, casi un siglo después del original. El problema es que no sabe cómo configurar las nuevas zonas de influencia. Mientras tanto, deja que los saudíes hagan el trabajo pesado. El primer paso era eliminar Catar del cuadro. Es sorprendente con cuanta rapidez el emirato, que hasta hace dos meses era una eventual mini superpotencia ahora se ha reducido a menos que una idea tardía.
Sin embargo, es posible que Bandar haya notado los (malos) augurios; Bacher al-Asad permanecerá en el poder hasta las elecciones de 2014 en Siria, e incluso podría ganar esas elecciones. Los saudíes podrían aceptar una forma de compensación en el Líbano y su protegido, el cósmicamente incompetente Saad al-Hariri, podría volver al poder en un gobierno de coalición que incluya el brazo político de Hizbulá, no el que los perritos falderos europeos han marcado como «terrorista». Esto también parece poco probable.
¿Qué va a hacer entonces Bandar el Liberador? Bueno, siempre puede dirigir su jet privado a Dallas y liberar sus penas en un mar de whisky de malta suministrado por la Casa de Bush.