Por Alejandro Baeza
La enorme cantidad de correos electrónicos hackeados seguirán develando datos sobre las Fuerzas Armadas durante semanas y muy probablemente por meses. No obstante, la información hasta el momento hecho pública por medios de comunicación independientes no ha hecho sino confirmar y dar evidencia concreta de lo que es ampliamente conocidos: los uniformados siguen atrapados en 1973.
Con ejemplos claros se demuestra la ingente cantidad de tiempo y recursos públicos que utiliza la inteligencia militar para espiar y perseguir a organizaciones sociales (medio ambiente, ollas comunes, recolección de alimentos) así como a militantes de partidos políticos de izquierda y centroizquierda.
Si bien esta información puede parecer ninguna sorpresa, su importancia radica en que vuelve a colocar en la palestra la necesidad de reformar radicalmente unas Fuerzas Armadas (y policías, como dejó en claro en 2019 otro hackeo denominado PacoLeaks) que siguen pegadas en la «Doctrina de Seguridad Nacional» con la que les lavaron la cabeza desde Estados Unidos durante los años de la Guerra Fría, una política en que ven como «enemigo interno» -y más peligroso que un enemigo externo- a cualquier persona u organización que se movilice o tenga como discurso hacer cambios al sistema, transformándose en guardianes del statu quo que favorece a la elite económica.
El PacoLeaks demostró que Carabineros es una policía política e ideologizada cuyo interés primordial es perseguir a disidentes políticos, activistas, líderes sociales, de pueblos originarios o lo que sea. Incluso a quiénes los critican públicamente, a periodistas que destapan episodios de corrupción, etc. Por eso es que fallan una y otra vez en el control a delincuencia y son uno de los principales responsables en el aumento de ésta en el país durante los últimos años. Por eso que cometen errores tan graves en procedimientos, a veces exponiendo a la población civil o entregando material insuficiente y malo a las fiscalías (queja constante). No saben hacer bien su trabajo.
Por este mismo motivo, mientras las Fuerzas Armadas y las policías estaban enfocados ser funcionarios de un sector específico del espectro político, la derecha, y no de todos los chilenos, el crimen organizado y narcotráfico no hacían más que crecer, con la entrada incluso de redes internacionales como lo es el denominado «Tren de Aragua».
Pero no se trata sólo de críticas a su estructura ideológica, sino que el hackeo muestra cómo se enviaban objetivos militares de alta sensibilidad por correo electrónico confiando la seguridad nacional en una plataforma de mails que resultó ser tremendamente vulnerable, por lo que aquella información ya se encuentra disponible para cualquiera que sepa buscar.
Nuestras Fuerzas Armadas son anacrónicas, sobreideologizadas y militantes. No están al servicio de todos los chilenos y chilenas sino de un sector político en particular. Por ende, su no-intervención es un riesgo para toda la seguridad nacional. Es urgente una reforma no sólo pare reenfocar sus prioridades, sino para establecer mecanismos de control ante los casos de malversación de fondos públicos y por sobre todo, cumplan con la función para la que se supone que existen y por la que se les pagamos que es la defensa ante una agresión externa y que dejen de hacer el ridículo con dinero todos los chilenos para sus juegos de enemigos imaginarios.
Por eso es que la reforma radical debe hacerse desde fuera del mundo castrense, pues la penetración de las ideas de «enemigos internos» por asuntos políticos es total y está presente en todos. Sólo desde el mundo civil se puede planear una estrategia que ponga a los uniformados al servicio de lo que se supone juran proteger.
En una invasión, con estas milicias no duraríamos nada. Las Fuerzas Armadas como están ahora son un peligro para nuestra propia seguridad nacional.