A veces llega a dar la impresión de que hubiera una inteligencia misteriosa moviendo los hilitos del devenir histórico de los seres humanos.
A lo largo de la Historia han surgido sucesivos pensadores que trataron de comprender los mecanismos que trazan los rumbos del devenir de las sociedades y las civilizaciones.
Pero la actual civilización evolucionó muy fuerte en las disciplinas llamadas "exactas", como las matemáticas, la física, la química, y levantaron el mito de que son esas las ciencias que más comprometen a la inteligencia humana.
Y eso es falso. Cualquier estudiante de inteligencia media, que sea perseverante y aplicado, aprenderá con facilidad los algoritmos que usará para desempeñarse como un buen ingeniero, médico o químico industrial.
En cambio, el complejísimo campo de las ciencias de la conducta humana, exige no sólo una inteligencia superior, sino además una percepción profunda que sólo se logra a partir de una cultura muy sólida y de un afinamiento perfecto con la sutileza de lo que llamamos el alma humana.
De ahí que a estas alturas tenemos a nuestro alcance un bazar tecnológico casi prodigioso. Y en cambio seguimos sumidos en la incertidumbre y a menudo en la desesperanza. Tanto o más que hace cinco, 10 o 30 siglos atrás.
Y en eso incide especialmente la ignorancia de nuestra gente sobre la Filosofía, la Lógica del pensamiento humano, y sobre la Historia. Materias que según nuestros gobernantes, no sirven para ganar plata, y la plata es lo único que sirve.
En los últimos días, uno de esos racimos de hechos significativos se produjo sobre el tema de la coordinación mundial de las transnacionales, y en particular las transnacionales de biotecnología y laboratorios farmacéuticos.
Lo primero fue la noticia procedente de la India, sobre la promulgación de una ley llamada "de licenciamiento compulsorio", que obliga a las transnacionales que operan en India, a autorizar el libre uso por el gobierno, de los procedimientos y fórmulas sujetos a sus derechos de propiedad de patentes, cada vez que exista una necesidad social de hacer uso de ellas.
La primera aplicación de esta nueva ley en la India fue sobre la transnacional químico-farmacéutica Bayer, sobre una droga utilizada para frenar el avance del cáncer hepático y renal.
Esta droga se vendía a 5.600 dólares cada dosis suficiente para un mes de tratamiento. Ahora, fabricada por el laboratorio estatal equivalente a nuestro Laboratorio Chile, se está vendiendo a 180 dólares la dosis. Es decir, la Bayer estaba lucrando nada menos que 5.420 dólares a costa de la necesidad de los enfermos de cáncer.
Por cierto, la opinión pública en toda Asia apoyó la nueva ley de la India, y se mostró horrorizada por el lucro monstruoso, del 3 mil % que estaban obteniendo el laboratorio químico y las cadenas de farmacias.
Mientras resonaban los ecos de esa noticia de la India, llegó la noticia de Australia, indicando que los países que integrarían el Acuerdo Comercial Transpacífico (ATTP), según la propuesta de Estados Unidos, no estarían nada de dispuestos a aceptar los términos de Washington, que intenta obligar a que los estados asociados acepten que las empresas transnacionales puedan someterlos a demandas judiciales si no cumplen estrictamente con los derechos de propiedad de las patentes comerciales.
Es decir, ningún país asociado a Estados Unidos en la cuenca del pacífico podría hacer nada parecido a lo que hizo la India.
No, señor. Aquí los enfermitos tendrán que portarse bien y pagar lo que les pida la alianza de laboratorios y cadenas farmacéuticas, aunque eso incluya un lucro de hasta el 3 mil por ciento.
A poco de conocerse esas noticias, aquí en Chile el gobierno dio a conocer un proyecto de ley, llamado Ley Linkage. Ud. sabe, nuestro gobierno es poquito culto pero trata de hablar mucho en inglés. "Linkage" es un modismo que se traduciría como "vinculación", y precisamente apunta a agilizar y fortalecer los vínculos comerciales e industriales en territorio nacional, con las empresas transnacionales dueñas de patentes comerciales. O sea, justamente a eso que rechazan los dirigentes políticos de Australia, Filipinas, Singapur, Nueva Zelandia y Perú, pero que aquí nuestro gobierno quiere que lo aprueben ligerito ligerito.
Por supuesto, los parlamentarios de oposición reaccionaron con rabia. Y no sólo los de la oposición. De hecho el senador socialista Fulvio Rossi se unió nada menos que con el renovación nacional Francisco Chahuán, requiriendo que el gobierno retire ese proyecto, que tendría por efecto inmediato elevar el precio de todos los remedios hasta en un 40 por ciento en forma inmediata.
Tan escandaloso era el sentido de ese proyecto de ley que hasta el propio ministro de salud, el muy piñerista Jaime Mañalich reconoció que ahí se oponen antagónicamente la conveniencia de los farmacéuticos contra la necesidad de los enfermos.
Sin embargo, antes de que se destapara la olla del proyecto pro transnacionales y anti enfermos chilenitos, se había destapado otra ollita mucho más chica pero también muy significativa. La destapó el propio ministro Mañalich, anunciando con cara de Hercule Poirot que había pillado en una bodega nada menos que 3 mil millones de pesos en cajas del fármaco Tamiflú, supuestamente destinados a enfrentar la pavorosa pandemia de influenza porcina, esa misma que aquí en Chile, como somos tan finos, pasamos a rebautizarla como Influenza Humana A-H1N1.
Por supuesto, la famosa pandemia no era más que una triquiñuela de las transnacionales farmacéuticas, que se las arreglaron para vender miles de millones de dólares en vacunas y antivirales a los crédulos e ignorantes políticos del mundo globalizado.
De hecho en septiembre de 2009, aquí en la Radio transmitimos una de mis crónicas advirtiendo que la famosa pandemia era una farsa que llegaba a tener caracteres de estafa, y en la cual aparecían coludidos en complicidad incluso las más altas autoridades de la Organización Mundial de la Salud.
En esa ocasión revelé cómo la transnacional Baxter, con oficinas centrales en Estados Unidos, habían mandado fabricar decenas de millones de vacunas muchos meses antes de que se supiera que había epidemia.
Luego, cuando se informó sobre la enfermedad, las autoridades ocultaron el hecho de que se trataba de una influenza poco contagiosa que produciría una cantidad mínima de víctimas fatales, menos del 1 por ciento de las fatalidades que normalmente provoca la gripe común.
Además, para acentuar el infundado pánico mundial, una tal doctora Chang, directora de la Organización Mundial de la Salud, cometió la chang-chada de modificar, sin razón científica alguna, la definición de lo que es una pandemia.
Con esa pillería, se consiguió el efecto buscado de hacer que el mundo entero creyese que se nos venía encima una catástrofe que provocaría millones de muertos.
De hecho, aquí en Chile, don Guido Girardi clamó ante la prensa que podríamos tener más de cien mil muertos, cosa que por supuesto no ocurrió. De hecho hubo menos fallecimientos comprobados, de los que normalmente se producen por la influenza común.
En su denuncia el ministro Mañalich dejó entrever una posible relación más que casual entre el senador Guido Girardi y la empresa farmacéuica Roche, que le vendió el Tamiflú al gobierno de la señora Bachelet.
Esto, porque ahora también el senador Girardi protestó porque el gobierno limitó drásticamente la adquisición de otro fármaco, producido por el mismo laboratorio Roche, para contrarrestar el cáncer mamario.
Sin decirlo, se dejó pensar que el senador pudiera haber recibido algún enjundioso lobby de parte del laboratorio. Por cierto, si hubiese recibido un 5% de comisión por la compra de los 3 mil millones de pesos del Tamiflú, esa comisión habría llegado nada menos que a 150 millones de pesitos libres de impuestos.
Pero no hay que dejarse llevar por suposiciones malévolas. Personalmente creo que lo que ocurrió fue simplemente que al senador Girardi lo hicieron leso, y, además, no se le ocurrió escuchar mi crónica del Domingo en que oportunamente advertíamos sobre la estafa a nuestros compatriotas.
Quizás el efecto más devastador y antidemocrático en toda la historia de la humanidad ha sido la privatización completa y por tiempo indefinido, de todos los descubrimientos científicos y todas las tecnologías que esos descubrimientos hacen posibles.
Aprovechándose de ello, las transnacionales distorsionan la información, manipulan la credulidad de la gente, y nos esquilman a todos haciéndonos pagar diez y hasta veces más de lo que valen los productos que nos venden.
Un caso famoso fue el de una variante de arroz genéticamente modificado, que una de las transnacionales sacó a la venta con el nombre de "Arroz Dorado", que refuerza la dieta con beta caroteno.
Pero lo que no le contaron a la gente es que el contenido de beta caroteno de ese arroz es tan bajo que los niños tendrían que engullirse tres kilos y medio de ese arroz para recibir el betacaroteno que podrían ingerir comiéndose una sola zanahoria.
En el hecho, las transnacionales han logrado posicionarse como propietarias incluso del ADN, el material genético de Ud. y de sus hijos, y del material genético de las semillas más valiosas para la alimentación de la especie humana.
Fármacos, fertilizantes, pesticidas, semillas genéticamente modificadas, productos transgénicos elaborados no para la salud del consumidor, sino para la rentabilidad de productores y comerciantes... en fin, la privatización por tiempo indefinido de la ciencia y la tecnología implica ni más ni menos que las transnacionales se han adueñado ya de la mayor parte del abastecimiento y el control del factor más básico del derecho y la economía: el factor de alimentarse y curarse las enfermedades.
Pero el asunto va más allá- Según denuncias difundidas por la prensa británica, se ha confirmado que el poder financiero de las transnacionales químicas, bioquímicas, petroleras y farmacéuticas, ya infiltró profundamente las instituciones de los gobiernos.
De hecho, la inmensa mayoría de los técnicos y científicos asesores de los gobiernos en materias de salud, medio ambiente, nutrición y seguridad de los productos comerciales, ya son al mismo tiempo empleados a sueldo de las transnacionales.
Y otros, aunque no sean empleados directamente, reciben financiamiento de las transnacionales para realizar sus proyectos de investigación. Y de hecho, a los científicos que no son dóciles, obedientes y sumisos, les cortan todo financiamiento, les cierra el acceso a las publicaciones especializadas, y les dispersan sus equipos de investigadores honestos.
Entre los altísimos personajes del gobierno británico, a sueldo de las transnacionales, se mencionó al biólogo Phil Mulineux, asesor en materias de salud pública y medio ambiente del gobierno británico, quien es dependiente económicamente de las transnacionales Monsanto y Syngenta, en el rubro de productos genéticamente modificados.
Como Ud. puede ver, es harto significativo el racimo de noticias que se agrupan en torno de las patentes comerciales, las multinacionales bioquímicas y petroleras, en alianza con los bancos, y le profunda infiltración de estas transnacionales en los gobiernos y la clase política.
Pero falta todavía un elemento que está ahora circulando por Internet. Se trata del foro presidido por el doctor Mathias Rath, que se realizó hace un par de semanas en Berlín. El doctor Rath es un médico y biólogo que se desempeñó como principal asociado en las investigaciones del célebre premio Nobel de Biología Linus Pauling y que ha mantenido el planteamiento de que existen tratamientos alternativos baratos y eficaces para combatir las más graves enfermedades.
Pero que esos tratamientos alternativos son difamados, ocultados y bloqueados por las transnacionales, pues. Ellos desafían el dominio de esas mega empresas sobre la salud y la alimentación de la gente.
En ese foro, el doctor Rath denunció en términos estremecedores cómo se ha producido un contubernio gigantesco de las transnacionales y la banca, que está ya a punto de imponer a nivel mundial la más opresiva e hipócrita dictadura.
Más aún, la denuncia del dr. Mathias Rath señala que ya en Europa está de hecho vigente una dictadura en que los políticos, en forma suicida, están traspasándole a los comisarios de la Unión Europea, las atribuciones y funciones propias de los gobiernos democráticamente elegidos.
Según señala el dr Rath, los comisarios, que no son elegidos sino designados entre cuatro paredes, ya ni siquiera pueden ser destituidos por los ciudadanos, pues quedan fuera del campo político democrático.
Y, según Rath, al producirse el derrumbe de la economía globalizada y privatizada, están ahora jugando la carta de provocar una Tercera Guerra Mundial, para ocupar pos la fuerza lo que democráticamente no podrían mantener.
"Ellos tienen miedo, porque saben que se les derrumba su edificio de codicia y poderío feudal. Y ese miedo que tienen los está volviendo volátiles y peligrosos".
Es muy interesante escuchar la conferencia que dio en Berlín el doctor Mathias Rath. Ud. puede encontrarla en YouTube, con subtítulos en castellano.
El link es: mhttp://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=eY9p-ck2Gp0#!
Vale la pena enterarse a tiempo de lo que está ocurriendo y cuál es el doble fondo de estos días en que Estados Unidos y la OTAN parecen con tantas ganas de pasearse por el mundo declarando guerras e imponiendo por la fuerza gobiernos y líneas políticas a su gusto.
Como dice el mismo dr Rath, votan en Francia por Sarkozy es votar para que haya guerra. Y lo mismo si en Alemania se vota por la lista de Angela Merkel.
Oiga, ¿qué ser humano cuerdo podría tener ganas de que haya una tercera guerra mundial?