Jorge Molina, autor de Chile Narco: "Una de las características del crimen organizado es tratar de penetrar en el Estado"

En el Chile actual, parte importante de la criminalidad está relacionado con el mundo del narcotráfico y el crimen organizado. Pero el camino del narco en nuestro país no es nuevo, no inició tras la pandemia ni con el Estallido, sino que cimentó su camino desde la década de los 60s hasta la fecha, pasando por la dictadura de Pinochet, para luego solidificarse en los 90s.

Lo que es innegable es que su modus operandi mutó y el narco ya no camina solo entre las poblaciones pobres del país. Tanto su poder de fuego como su nivel de influencias han logrado penetrar, aunque en menor medida, ciertas capas del Estado, partiendo por instituciones de orden y militares. Funcionarios de Carabineros y el Ejército, estando en ejercicio o retiro, han participado o provisto de municiones y armamentos a distintos grupos del crimen organizado, lo que da cuenta del terreno ganado por el narco.

¿Cuándo comienza el camino del narco en Chile? ¿Cómo ha mutado hasta nuestros días? De esto y más conversó con Resumen el periodista Jorge Molina, autor del libro Chile Narco, investigación que ahondó en la situación chilena a través de entrevistas y datos de primera fuente.

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-¿Cuándo inicia su camino en Chile la cultura narco? y ¿cómo ha mutado su criminalidad? ¿Se ha recrudecido la violencia? ¿Ha variado el tipo de delitos?

Antes de responderte eso, necesito dar un contexto. El narcotráfico en Chile tiene más de 100 años. En las farmacias, había traficantes y vendían cocaína, rapé y los chilenos fueron precursores respecto del tráfico de cocaína, especialmente. Estoy hablando de un tráfico moderno, de cantidades importantes de cocaína desde Colombia, desde Bolivia, hacia Estados Unidos en avioneta entre los 60' y los 70'. Es decir, la cultura narco, en estricto rigor, no nos es tan ajena. Uno tendría que sentar la criminalidad en un alza que tiene un inicio más bajo, que es en los años 90'. 

Si nosotros comparamos los años 90' con la actualidad, vemos un alza y una modificación en la criminalidad. Por ejemplo, si recuerdas a 'El Cabro Carrera', que era un carterista común y silvestre, él se fue a Europa y se internacionalizó, mantuvo contactos con la mafia italiana, se quedó allá un tiempo y después él enviaba droga a Europa desde Chile. Después estuvo aquí en Chile, 'El Señor de Los Cielos', que Netflix le dedicó un capítulo completo en 'Narcos: México'. El tipo llegó con identidad falsa, tenía un contrato de abogados, fue a la Comisión del Comité de Inversiones Extranjeras y traía 5 o 6 millones de dólares de la época. Después, el empresario Manuel Losada, que era dueño de una naviera, se conectó con carteles colombianos años después de la muerte de Pablo Escobar. Ahí hay un contexto sobre el narcotráfico en los años 90', además del contexto de una ciudadanía que recién iba saliendo de dictadura.

– ¿Qué rol jugó la dictadura en la continuidad de esta cultura narco?

Hay una antigua nota, publicada entre 2005 y 2006, a partir de una declaración que daba Manuel Contreras en una causa judicial por el homicidio del coronel Gerardo Huber, que estaba metido en el tráfico de armas a Croacia desde principios de los 90'. Ahí él habla de que Pinochet se había enriquecido con el narcotráfico. Es decir, si uno tomara las investigaciones periodísticas que hay, más esta declaración, uno podría decir que hay vínculos.

También tienes a Eugenio Berríos, el 'Químico de la Vida', que a principios de los 90 aparece asesinado en Uruguay y que -según Contreras y otros testimonios-, se dedicaba a hacer cocaína negra. En la dictadura, de que hubo narcotraficantes, los hubo, pero el tema no pasaba del tráfico y no pasaban como los ajusticiamientos de hoy, es un poco lógico considerando que la dictadura aplicaba el sistema de inteligencia a todos en el país.

Yo creo que hay un recorrido rápido en la instauración, más que del narco, del crimen organizado, que se ve desde el 2000 en adelante de manera paulatina. Chile no fue el mismo después del 2000. Las rutas del tráfico se modernizaron y estaban en constante evolución. Pero, si uno tuviera que cortar este tema para indicar un punto de inflexión, yo lo situaría aproximadamente entre el 2018 al 2019. Ahí hay un crecimiento monstruoso del crimen organizado, no solo porque ya había narcos en las poblaciones, había ajusticiamientos, quitadas de drogas, vino la pandemia, el estallido, el control territorial no es una cosa de hoy.

Actualmente, es el tren de Aragua el que viene a cambiar radicalmente la manera, el alcance, profundidad, maldad y brutalidad de lo que se conocía como criminalidad en Chile, trayendo unos métodos que no eran conocidos acá. No se matarán a balazos, pero la cantidad de secuestros aumentó, la cantidad de armas aumentó, esto también va en el contexto del aumento general, pero el tren de Aragua es un elemento que generó una preocupación que al principio no se tomó muy en cuenta. Tuvieron que empezar a ocurrir cosas para que se dieran cuenta de que estos no eran ni niños de pecho, ni eran los traficantes tradicionales. El tren de Aragua es un punto de inflexión.

¿Qué relación tiene el avance de la cultura narco con la marginalidad social en Chile? Por ejemplo, la pobreza, la falta de acceso a la educación, al trabajo ¿Cuál es el paralelo que se puede hacer?

Es un tema de política pública del Estado, que debe generar oportunidades en los lugares con menor acceso o donde la gente tiene mayores dificultades económicas, o está en estratos sociales más dificultosos para crecer en la escala social y económica.

El Estado siempre ha estado al debe ahí y creo que va a seguir estando al debe. Esa pregunta tiene una respuesta de sentido común, incluso lleva una respuesta bien dolorosa, porque uno se pregunta: 'si hay un chiquillo que tiene 13 años y que vive en un entorno de delincuencia y entre esa delincuencia está el narco', la respuesta es que es bien difícil que logre salvarse y salga de allí. Suma a eso la narcocultura a través de la música como el reggaetón, en donde muestran pistolas y se convierten en soldados por 500 mil pesos al mes. Imagínate, un chiquillo con 500 mil pesos al mes, un fierro y un grupo, andando con chicas de su edad o mayores en las discos de moda. Es bien difícil competir frente a eso, incluso con una política pública.

Lo preocupante es que el tipo de criminalidad ha ido mutando, entre el Estallido Social, la pandemia y la llegada del tren de Aragua. Lo llamativo de todo esto es que el hampa y los narcos nacionales todavía no están necesariamente copiando las prácticas de secuestro, tortura, mutilaciones que tiene el Tren de Aragua, pero no es que estas historias no existan.

Los ajusticiamientos existen, como lo que ocurrió con la 'Narco Reina', que en mi opinión llamarla así es exagerado. Ahí hay una señal potente de violencia con armas de fuego, que, más que matarla a balazos, como uno podría decirlo de manera coloquial, esta historia habla de un ajusticiamiento y una señal muy potente del poder de fuego, control y vigilancia que los tipos pueden llegar a tener. No es llegar y matar a alguien así, tienes que saber dónde vive, vigilarla a la hora que sale y seguirla desde donde sale, tienes que tener informantes. Es decir, hay una estructura y logística. Creo que ahí hay una historia más allá de lo que tiene que ver con los clanes narcos que han existido, los que hoy en día han mejorado y se han tecnificado. Con más armas, más lucas, más tecnología, han aprendido a traficar mejor, incluso con la policía encima.

– ¿Qué rol han tenido agentes del Estado, como carabineros y militares, en el fortalecimiento del crimen organizado?

Yo creo que es un rol que está claro. Hay gente que se aparta, sea carabineros, exmilitares, funcionarios de gobierno. Eso es un hecho. Una de las características del crimen organizado es tratar de penetrar al Estado por la vía de la corrupción. Entonces, si uno toma en consideración los casos de policía, los casos de carabineros, algunos PDI, funcionarios de Gobierno, se podría decir que efectivamente hay un primer paso en la infiltración al Estado, pero no podríamos decir que estamos viviendo ni en un narcoestado, ni en un Estado infiltrado.

No hemos llegado, por ejemplo, a los seremis, al ministro, a los diputados, pero ten en cuenta lo siguiente: A contar del próximo año, los partidos políticos van a tener que tener un sistema de prevención del delito y van a ser obligados a informar y hacer reportes de operaciones sospechosas a la unidad de análisis financiero. Eso jamás había pasado, no había ni un control. Entonces, si no los pillaron antes, no sé qué puede pasar ahora. El problema no es que ahora no esté ocurriendo, el problema es que puede ocurrir. En el contexto en el que estamos, la infiltración al Estado es una cosa que el crimen organizado hace de manera constante. Poniéndome en el caso de los narcotraficantes, no necesariamente se debe tener al ministro ni al diputado para lograr cosas. Basta con que tenga a los mandos medios bajos o medios para conseguir que la policía, en vez de ir por una calle, vaya a la otra, para luego traficar tranquilo, llevarse los 500 kilos de droga y después venderla y ganar plata. A veces no se necesitan estructuras gigantes para poder cumplir delitos.

¿Y del suministro de armas? ¿es un puntapié inicial para hablar de que podría penetrar en el Estado?

Sí, es un puntapié inicial. Pero, ojo, que no es la única manera en la que el crimen organizado y el narcotráfico se provee de armas. Hay mucha 'importación'. Yo entrevisté al nuevo fiscal regional de Antofagasta, Juan Castro Bekios y él me contaba que hoy en día se están comprando armas copiadas en Bolivia. Son unas Uzi y en este caso son un poco más feas, no tan industriales, no tan bien armadas como una israelí, pero cumplían la misma función. Entonces tú como narcotraficante compras armas también, no solo estas que están copiadas, también armas que pueden ser antiguas, pero están absolutamente operativas, pueden ser misiles, granadas, explosivos y lanzacohetes.

El tema de la compra de armas también se hace a través de las armas perdidas, se utilizan a veces testaferros para comprarlas, se dan por perdidas y ahí el narco las agarra. Cuando uno piensa que todas las armas que tiene el crimen organizado son armas robadas, se da cuenta de que no es tan así. Esa es solo una parte, sin duda una muy importante, pero también se están importando armas desde Bolivia, desde Perú, se han encontrado algunas desde Colombia, pero también podrían haber estado en Perú y en Argentina.

– ¿Han aumentado los crímenes con base en la violencia de género con la llegada de la cultura narco? En relación a la explotación sexual o trata de personas.

Efectivamente han aumentado. Se han publicado varios casos en distintos diarios. Lo que está ocurriendo acá está relacionado con el Tren de Aragua y es una especie de crimen organizado de libro, como un epítome. Ellos no son un cartel, son una banda, pero que su principal característica es que cometen una pluralidad de delitos. El narco no es su fuerte, pero trafican. Se consiguen armas, las roban también, pero tampoco es su fuerte, es solo uno de los tantos. Parte de lo que a ellos principalmente se dedican es al secuestro, a la extorsión y por, sobretodo, a la trata de personas, al tráfico de migrantes y a la trata de personas con fines de explotación sexual.

Aquí en Santiago, en particular, yo te diría que en todo Chile casi, el Tren de Aragua tiene control sobre espacios de prostitución. En Santiago, ese poder se divide con otras dos bandas que también pertenecen, que también son venezolanas, pero no son parte del Tren de Aragua, tienen otros nombres. Los Valencianos y otros más. Ellos operan en distintos lugares de Chile, por ejemplo, en Antofagasta y Calama según el fiscal Castro Bekios […] ahí el dominio es colombiano. De igual manera, tienes prostitución asociada al Tren de Aragua y otras bandas en Santiago, en Concepción, en Puerto Montt, en Osorno, en Temuco, es decir, su presencia está en todo Chile y un informe de la Fiscalía de fines del año pasado cifraba que aproximadamente 385 personas estaban asociadas a la estructura del Tren de Aragua. Este poder y territorio que tienen en Santiago está repartido a sangre y fuego.

Hay una de estas bandas que hace trata de personas con fines de explotación sexual y que tienen a mujeres jóvenes, menores de edad, de 14 o 15 años. Esto ya es mucho más grande, casi 'industrial', operan a cuadras de La Moneda con total desparpajo. Hay sicariatos en el barrio de Yungay, que está mucho más cerca, a 15 cuadras del centro de Santiago y allí el Tren de Aragua manda, siendo el lugar donde han subido más los homicidios de las comunas. Entonces, tú te empiezas a preguntar, ¿La autoridad está dando el ancho para el tema? Más allá de los esfuerzos legítimos que se hagan. Yo creo que el nivel cambió, pero igual hay iniciativas son buenas: la nueva ley de delitos económicos, la nueva ley contra el crimen organizado. Hay iniciativas que han ido creciendo, pero que efectivamente, fueron tardías.

– ¿Cuál es la respuesta que ha existido hacia el mundo narco desde las instituciones del Estado según tu investigación? ¿Es adecuada?

Si bien es cierto que existían antiguamente herramientas, lo que ocurre es que en los últimos 30 años el tema se ve como si aquí nunca hubiera pasado nada y la liquidación siempre era tardía. De pronto, empezó a entrar más el narco colombiano, hubo más control territorial, más armas y pareciera ser que todo el mundo miraba al techo. No había reacción de la policía, ni de las autoridades ni de quienes hacen la ley. La ley de lavado de dinero se dictó en los 90' y tardó 15 años en su primera modificación. Hoy en día, la cosa ya está bastante mejor. Pero siempre puede estar mejor, yo creo que el estándar legal de persecución penal al crimen organizado está bien, pero claramente todavía estamos al debe.

Uno lo habla con los fiscales, con los policías y todos quieren tener, de pronto, más facultades, más plata, más personal, porque esto hay que tomarlo de manera matemática. En la medida en que el crimen organizado sube, tiene la gracia de convertirse en el ratón y las autoridades en el gato y el ratón se mueve súper rápido. Entonces, se tiene que cumplir el Estado de Derecho, tiene que ir a la policía, la fiscalía, se tiene que estar pidiendo autorizaciones, hay que seguir a los tipos, vigilarlos, chequearlos. Se hace todo un operativo, imagínate todos los que pasan que no se alcanzan a hacer.

Yo he escuchado a distintas autoridades, diciendo que efectivamente que aquí falta todo. Más cárceles, más carabineros, más detectives, mejores gendarmes, más control, menos corrupción al interior de los penales, leyes draconianas para los casos de crimen organizado, cárceles especiales como las que existen en Italia. Si tú le echas una mirada a la prensa, nadie lo ha dicho de esta manera, pero eso se llama el derecho del enemigo. Es decir, restringirle garantías procesales a determinado tipo de delincuentes.

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