[resumen.cl] El Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), en una sesión plenaria de la semana pasada, aprobó la solicitud de declaratoria de Monumento Histórico la casa en que vivió por más de 60 años Elena Caffarena Morice, una de las precursoras del feminismo en Chile.
La abogada Elena Caffarena Morice fue hija de inmigrantes de origen italiano y se radicó ahí luego de contraer matrimonio con el también jurista, Jorge Jiles. La casa, ubicada en la calle Seminario de la comuna de Providencia, fue habitada por ella hasta su muerte en 2003 y luego vendida. «Sus actuales propietarios instalaron allí un laboratorio, que ha significado cambios en el interior de la vivienda modernista de tres niveles, pero mantiene intacta su reconocible fachada con ventanas circulares y rectangulares, la esquina curva, el pilar en el sector de acceso y sus dos balcones», indicó el CMN en su comunicación.
El inmueble, «fue punto de encuentro de diversos actores y agrupaciones que abogaron por el retorno de la democracia y el fin de la represión durante la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990), entre las cuales se encuentran la Fundación para la Protección de la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia (PIDEE), el Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), y Mujeres por la Vida. A pesar del riesgo que ello implicaba, Caffarena no dudó en entregar la ayuda necesaria para las víctimas de la represión. Cuando fue allanada por los militares, les dijo que esperaría en su pieza y les recomendó que "antes de quemar los libros, los lean"», agregó.
Añadiendo que «la solicitud de declaratoria fue presentada por Ximena Jiles Moreno, historiadora y nieta de Elena Caffarena, y apoyada por más de 300 adherentes. Entre ellas, destacan la ex Presidenta de Chile y actual Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet; la ex presidenta de la Convención Constitucional, Elisa Loncón; la escritora Diamela Eltit; la Premio Nacional de Periodismo, Faride Zerán; la rectora de la UTEM, Marisol Durán; las diputadas Lorena Fries y Pamela Jiles; y la decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago, Cristina Moyano. A ellas se sumaron un grupo de 27 convencionales constituyentes».
En su libro «Una mujer: Elena Caffarena», Olga Poblete Poblete destina un capítulo para visibilizar la importancia histórica de esta casa y también para graficar el compromiso político de su propietaria, quien la puso a disposición de diversas iniciativas de organización popular y feminista. Mucho antes de la dictadura, la vivienda de Seminario ya era conocida por ser un centro de reunión de quienes buscaban hacer confluir sus esfuerzos de justicia social. Ahí se generaron decisivos encuentros del Movimiento Pro Emancipación de la Mujer (MEMCH) y la consecución del voto universal en 1949. Esta actividad no cesó bajo el terrorismo de Estado iniciado en 1973 y sobre tal periodo es que la autora se detiene a describir algunos sucesos:
«Seminario 244 y su anfitriona jugaron importante papel a lo largo de los infaustos casi dieciocho años que siguieron al golpe militar de septiembre de 1973. Era de rigor, y Elena lo suponía y esperaba con total serenidad, que aquella casa fuera allanada. Para los espíritus enfebrecidos de odio y violencia, esa casa debía esconder armas en alguna parte. Seminario 244, como tantos otros lugares, barrios y sectores a lo largo del país, fue teatro también de registros y acciones de prepotencia y terror, en los meses que siguieron al golpe militar. Fue deleite morboso para algunas vecinas espiar qué ocurría allí, quienes entraban o salían. Lamentable es recordar que fueron especialmente mujeres de clase media y alta las que se transformaron en ojos, oídos y lenguas para servir a la dictadura
Narro lo anterior como introducción al valiente y activo papel que jugó Elena -y también su hospitalaria casa- durante el pinochetismo. Allí encontramos las mujeres un territorio libre donde respirar, hablar, confiar, llorar, rabiar, pero también reír y pensar, proyectar y alimentar el fuego vital de los sueños y esperanzas. Llegaron familiares de gente detenida-desaparecida, fusilada, ejecutada en enfrentamientos…»
«El autoritarismo pretendió, a través de la Secretaría de la Mujer, producir el disciplinamiento de la masa femenina de la población para asimilarla a los objetivos y a la imagen que de ella tenía el patriarcado en el poder. Pero la contraparte entró en actividad. Paralelamente otras jóvenes mujeres, muchas de ellas profesionales, por los caminos de la reflexión, estudio, discusión, comenzaron audazmente a organizarse. La Academia de Humanismo Cristiano creó la Comisión de Estudios de la Condición de la Mujer, predecesora del que fue luego el Centro de Estudios de la Mujer, primer núcleo del movimiento feminista que más tarde se aglutinó en La Morada.
Entre 1979 y 1980 llegaron algunas de ellas a Seminario 244. La socióloga Julieta Kirkwood, infatigable estudiosa, de gran talento, originalidad e independencia fue con algunas de sus amigas. Cuenta Julieta: «Hurgamos en bibliotecas, nos sorprendió profundamente encontrar, ya formuladas, algunas, balbuceantes reivindicaciones. Quisimos saber más; conversamos con algunas de sus creadoras y dirigentas. Entonces descubrimos que había toda una historia de esfuerzos y lucha femenina que jamás fue enseñada en nuestras clases de historia».»
Sobre la fundación de la Fundación de Protección a la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia (PIDEE) en octubre de 1979, Olga Poblete Poblete rememora:
«Una mañana encontré en casa de Elena a Hilda Ugarte, hermana de la maestra Marta Ugarte, detenida en 1976. Fueron infructuosos todos los esfuerzos realizados para encontrarla. Meses más tarde la prensa dio la noticia del cadáver de una mujer que el mar había arrojado en la playa de La Ballena. Las Ugarte resistieron creerlo, pero venció la voluntad de encontrar siquiera los restos de Marta. Y así fue: hallaron a su hermana en la mesa del Instituto Médico Legal.
Una vez Hilda llegó a Seminario 244 con una gran bolsa negra de plástico: contenía decenas de cassettes con relatos recogidos de familiares de víctimas de la represión. En algunas, era la mujer quien hablaba del arresto violento del marido, golpea do en su presencia y arrastrado al fatídico furgón del que no se volvía a saber nunca más. Voces masculinas narraban su tragedia; gente de edad y hasta niños:
«a mi papá se lo llevaron los milicos.»
De esa montaña de dolor, Hilda quería que brotara de nuevo la vida. Quienes la escuchábamos nos sentíamos perdidas en un mar de rebeldía y de imprecisos anhelos de hacer algo. Así nació lo que meses más tarde terminó por configurarse en una organización que se ocuparía de atender a niñas y niños de diversas edades -suponíamos que debían ser miles a lo largo del país- estremecidos, marcados a fuego para el resto de sus días por los horrores que presenciaron y por arrastrar una vida misera ble en los hogares desmembrados y trastornados por tantos dolores».
«En Seminario 244 y al alero intelectual y estimulante de Elena surgió la idea de recoger en una Antología, la documentación ilustrativa de lo que fue el movimiento femenino chileno medio siglo atrás. Se originó un trabajo a tres bandas con las «sobrevivientes» del MEMCH de 1935: Elena, Eliana y Olga. Hicimos ese trabajo. Lo imprimimos y causó tal interés y entusiasmo entre las mujeres que terminó por concretarse una aspiración que venía madurando en esos años de comienzos de los ochenta: crear un solo movimiento organizado por las mujeres chilenas. Nuevamente Seminario 244 fue colmenar de mujeres entusiastas de todas las edades y condición ilusionadas por la posibilidad de integrar, en una poderosa entidad nacional, tantas manifestaciones de conciencia femenina y de evidente madurez cívica. La presentación de la «Antología MEMCH» dio origen a una coordinadora de organizaciones femeninas. Esta antología recorrió el mundo y fue conocida por las exiliadas chilenas de todos los continentes».