Vicente Lagos Isla / resumen.cl
Eduardo Galeano escribía que "después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana". Es lo que precisamente le pasaría a Alicia al ver quién está a la cabeza de la próxima Cumbre sobre el Cambio Climático (COP25) que se realizará en Santiago de Chile desde el 2 al 13 de diciembre de 2019. La presidenta de la COP25 será nada menos que Carolina Schmidt, la ministra de Medio Ambiente de Piñera, autoridad con una historia que vale la pena recordar.
Cómo olvidar que Carolina Schmidt en el año 2000 asumió como gerenta general de la Revista Capital, en ese tiempo propiedad de Guillermo Luksic, uno de los jerarcas de ese grupo económico familiar que maneja cuestionados proyectos como Alto Maipo o mina Los Pelambres que mantiene con agua contaminada a la comunidad de Caimanes y en peligro ante un posible colapso del tranque El Mauro, uno de los relaves más grandes de América Latina.
Cómo olvidar que en 2014 los niños y niñas de la escuela La Greda de Puchuncaví resultaron con una grave intoxicación. En esa época, Carolina Schmidt que era ministra de educación del primer gobierno de Piñera, en vez de apuntar a las industrias contaminantes cambió a los estudiantes a un nuevo establecimiento un poco más lejos de las fábricas. Y en 2018, cuando Schmidt estaba ahora como Ministra de Medio Ambiente, los mismos niños que ella había trasladado apenas 1,5 km más lejos de la zona industrial, se volvieron a intoxicar y se tomaron su escuela para terminar con los abusos de las empresas que la ministra tanto ha defendido. Schmidt en 2014 fue parte de la supuesta «solución» de correr a los niños y niñas, en vez de cerrar las empresas contaminantes, y aún así los estudiantes se volvieron a intoxicar en 2018.
Cómo olvidar que en 2014 asumió como parte del directorio del Holding Enersis, actualmente Enel, que mantiene varias termoeléctricas a carbón, las mismas que la ministra y el gobierno dicen criticar y que cerrarían en años venideros, como la nefasta Bocamina en Coronel que mantiene vertederos clandestinos en plena ciudad y cuya actividad contaminante pone en riesgo a los niños y niñas de de la zona con exposición a gases, partículas tóxicas y metales pesados nocivos para la salud.
Cómo olvidar que en 2017 asumió como gerenta general de uno de los grupos económicos que representan el duopolio de la prensa chilena: COPESA. Curriculum que, probablemente, le ha servido para que varios medios la muestren estos días como una especie de heroína frente al cambio climático. Apareciendo en TV con un rostro sonriente como empresaria verde, omitiendo un relevante prontuario ambiental que la convierte en una persona indigna de presidir una cumbre que se presenta como trascendental para el futuro de la humanidad y la protección de la biodiversidad.
Cómo olvidar que en 2018 mientras era ministra de Medio Ambiente se vivió una de las crisis por intoxicación industrial de la población civil más graves de la historia del país, con más de 1000 personas con síntomas de intoxicación. Y que durante esa crisis la ministra no apuntó a cerrar ninguna de las más de 15 empresas contaminantes que se encuentran emplazadas en la bahía de Quintero. Tampoco podemos olvidar los nexos de la ministra con Oxiquim, una de las industrias del grupo de empresas denunciadas por la comunidad de Quintero y Puchuncaví como responsables de reiterados y graves episodios de contaminación.
Cómo olvidar que en 2018 y 2019 la ministra y el gobierno de Piñera se han negado a firmar el acuerdo de Escazú, proyecto internacional que buscaba proteger la biodiversidad y los derechos de pueblos originarios y defensores del medio ambiente. A pesar de ser Chile uno de los impulsores de este tratado internacional, en último momento el gobierno decidió no firmarlo evitando asegurar algunas garantías mínimas para la participación de las comunidades en las decisiones en torno al ambiente y las problemáticas socio-ambientales.
Cómo olvidar que durante este 2019 la ministra no se ha hecho responsable ni ha dado explicaciones a los miles de habitantes de Osorno que han tenido que sufrir la falta de agua por la contaminación de sus fuentes de abastecimiento.
Cómo olvidar la patética campaña «Dúchate en 3» en donde la ministra tomaba una ducha de 3 minutos para mostrar una forma de cuidar el agua. Con un intento de traspasar la responsabilidad de la crisis hídrica a cualquier persona que toma una simple ducha, cuando sabemos que la escasez hídrica causada por el cambio climático es agravada, principalmente, por distintas actividades extractivistas como la agro-industria, la gran minería, el monocultivo forestal y otras que utilizan muchísimo más agua que el consumo domiciliario de la población.
Cómo olvidar que Carolina Schmidt viene de un ambiente en donde ser político o empresario es el negocio familiar. Prima de los políticos de matriz democratacristiana Alberto, Andrés y Adolfo Zaldívar Larraín. Además de hija de Alfredo Schmidt Montes quien fuera presidente de la que algunos llaman una de las asociaciones gremiales y empresariales más influyente del país: La Cámara Chilena de la Construcción (CCHC). Organización que influye de manera avasalladora en los cambios de usos de suelo de la ciudad, privilegiando a las empresas inmobiliarias y aprobando planes reguladores que permiten que industrias contaminantes estén al lado de la población. Y cómo olvidar que su bisabuelo Luis Schmidt Quezada fue ministro de Carlos Ibáñez del Campo, durante la primera dictadura del siglo XX en Chile, esa que torturó, asesino y exilió a la isla de Juan Fernández a tantos socialistas, comunistas y anarquistas que luchaban por mayor igualdad y libertad.
Cómo olvidar que Carolina Schmidt está casada con el abogado Gonzalo Molina, socio durante años del estudio de abogados Barros & Errázuriz en donde manda nada menos que el abogado personal de Pinochet cuando fue arrestado en Londres. Me refiero al Opus Dei y amigo personal del dictador Fernando Barros Tocornal, parte del directorio de Agrosuper para la crisis socioambiental en Freirina y gerente de Oxiquim durante la crisis socioambiental en Quintero y Puchuncaví durante 2018.
Cómo olvidar entonces que sus lazos familiares la vinculan con los dictadores Ibáñez del Campo y Pinochet. Cómo dejar de resaltar esos curiosos vínculos familiares que unen a la ministra con las dos dictaduras del siglo XX en Chile.
Cómo olvidar que mientras la ministra habla de descarbonización de la matriz energética su hermano está vinculado a la minera Invierno en Isla Riesco que saca precisamente carbón, tan cuestionado por los problemas socioambientales asociados a sus tronaduras y por fomentar que se mantenga la economía de combustibles fósiles que está llevando a nuestro planeta literalmente al carajo.
Cómo olvidar que al mismo tiempo que la ministra habla de una COP25 AZUL haciendo referencia a que estará enfocada en los océanos, pertenece a la derecha política chilena, la cual descaradamente se ha financiado en sendos casos de corrupción con la pesca industrial que ha degradado el ecosistema marino con las técnicas de arrastre y cerco. Cómo olvidar los casos de corrupción como Corpesca o la ley Longueira en donde los compañeros políticos de la ministra como el propio Longueira, Orpis o Isasi financiaron sus campañas con los dineros de las empresas que explotan el mar. Y ahora hablan de la COP Azul por los océanos en un descaro vergonzoso.
Por todo esto es que no podemos dejar de recordar quién es Carolina Schmidt, la cuestionada ministra de Medio Ambiente que hoy se muestra a Chile y al mundo como presidenta de la cumbre sobre el cambio climático COP25. Para cerrar nos preguntamos: ¿De verdad alguien cree que una persona así es digna de presidir una cumbre que se supone busca evitar que la humanidad sufra un progresivo colapso sanitario, ecológico y social derivado del cambio climático?