Como un goleador en el área chica -perdonando la analogía futbolera- Carter espera la caída de las timoratas políticas del Gobierno, para asestar sus golpes y consolidar un triunfo comunicacional sobre otro. Su fortaleza consiste justamente en eso: detectar debilidades y asestar duros golpes ideológicos. Es la política del espectáculo del carismático líder de la nueva derecha chilena, tan parecida a la antigua.
Por J. Murieta
Y es que la política de Gas a precio justo nació muerta.
La dejaron morir de inanición y eso lo sabía el oficialismo y la oposición. La construcción de cilindros y la distribución de gas a un precio muchísimo más bajo que el de un mercado groseramente concentrado, necesitaba de política y mayor financiamiento. Ambas cosas fallaron, lo que se sabía hace meses.
Y Carter también lo sabía hace meses. De ahí su habilidad -tampoco digamos que es tremendamente hábil- para desarrollar un programa que, nuevamente, toca el sentido común y refuerza el programa ideológico derechista: pagando a la empresa privada acusada incluso de colusión, la Municipalidad de La Florida fue capaz de gestionar más cilindros que ENAP y las municipalidades involucradas en la política de Gas a Precio Justo.
Instala, por ello, la eficiencia de la empresa privada frente a la burocracia e ineficiencia de las empresas estatales. Y el Gobierno cae redondito. Porque efectivamente una municipalidad hizo más que el Ejecutivo.
Lo cierto es que hoy las personas no necesitan programas piloto para problemas estructurales.
Para shows, pilotos y espectáculos comunicacionales, ya tienen a la derecha: ¿Qué diferencia a este gobierno de esa derecha?.
La falta de audacia y visión programática de algo relativamente cercano a un Gobierno popular le pavimenta el camino a la ultraderecha y a los liderazgos tipo Carter.
Porque Carter sabe que si compitiera con ENAP, sería imposible para él figurar. Pero al alcalde presidenciable no le importa la verdad, sino el espectáculo. En eso consiste su agenda política.
El presidente está de puchimbol y su obsesión ideológica concertacionista de un ilusorio centro político -su contención a no izquierdizarse, a no popularizarse, a no caer en las calificaciones políticas que le dan alergia- lo expone a sus contrincantes para que se hagan guantes con sus vestiduras rasgadas. Se expone, errático, a la humillación pública. Y lo hace ya sistemáticamente.
No es cliché eso de abrirles las puertas o pavimentarle el camino a la ultraderecha: es la realidad del PSOE y Podemos en España, este último, un referente ideológico de envergadura para el Frente Amplio.