«Los territorios sacrificados, con su población enferma y su hábitat contaminado, y sus medios de subsistencia agotados, no hallarán justicia social y/o ambiental en esta transición», zanjan Natalia Lueje y Lukas Standen en el siguiente escrito.
Por Natalia Lueje y Lukas Standen
Si bien el Pueblo Chango tiene una historia de más de diez mil años de antigüedad, su reconocimiento oficial por el Estado de Chile, a través de la Ley 21.273 que modificó la Ley Indígena, se materializó en octubre de 2020. Lideresas como Brenda Gutiérrez Almendares, de la Comunidad Indígena Pabla Almendares de Peralito, Salitre y Paposo, impulsaron el reconocimiento legal, para que sus derechos como pueblo originario les permitan resguardar y preservar su herencia ancestral, saberes, cultura, y proteger los ecosistemas marino-costeros que históricamente han cuidado y que son su fuente de subsistencia.
Los changos, camanchacos o camanchangos, también llamados "pescadores de la niebla", son el pueblo originario del litoral del Desierto de Atacama, el más árido del planeta. Está documentado su poblamiento desde las costas del sur del Perú hasta al sur de la desembocadura del río Aconcagua. Sin embargo, muchos de los principales asentamientos de este pueblo se emplazan en la Región de Antofagasta, en sectores como Caleta Cobija, en la comuna de Tocopilla, o en Paposo, comuna Taltal.
Como pueblo nómade, los changos ocuparon innumerables caletas, bahías y playas a lo largo del litoral desértico, en donde se encuentran sus sitios ceremoniales, arqueológicos y los cementerios de sus ancestros. También sobre el farellón costero y en la pampa del norte grande, poseen sitios de alto valor arqueológico que dan cuenta de su intercambio con los pueblos altoandinos como los Likan Antay.
Existen estudios genéticos que indican que los changos están emparentados con la Cultura Chinchorro; uno de los principales distintivos de su cultura es la fabricación de embarcaciones de cuero de lobo, de un alto desarrollo tecnológico para su época, de gran resistencia y durabilidad, que les permitió navegar por las costas del pacífico. La navegación, la pesca, el buceo, y la recolección de recursos marinos fueron la base de los modos de subsistencia y cultura ancestral del Pueblo Chango.
A pesar de la aridez del desierto, la riqueza ecosistémica del borde costero permitió a los changos vivir en armonía con la naturaleza hasta la llegada de los conquistadores españoles a principios del siglo XVI y la expansión del capitalismo mercantil y explotaciones mineras en el siglo XIX.
Las deficiencias de la CONADI para resguardar los derechos del Pueblo Chango
A pesar de su reconocimiento legal por el Estado, la entidad responsable y garante de la protección de los derechos de los pueblos indígenas en Chile, la Corporación Nacional Indígena o CONADI, ha incumplido con sus obligaciones hacia las comunidades changas, al no prestar el apoyo institucional requerido para avanzar en las acreditaciones que les permita acceder al ejercicio pleno de sus derechos, como los de consulta y de consentimiento previo, libre e informado. Una serie de insuficiencias en la gestión institucional, tanto a nivel regional como nacional, han entorpecido estos procesos, en particular la inexistencia de una oficina en el territorio chango (la más cercana está en Calama), la ausencia de profesionales capacitados e instruidos en la cultura changa, escasa dotación de personal, y un aparato burocrático lento, ineficaz y que no responde a las peticiones de avanzar en estas materias. Hasta la fecha, solo dos comunidades indígenas changas en la región cuentan con persona jurídica definitiva, a pesar de que de hecho existen al menos 14 y todas se encuentran en el proceso de reconocimiento formal y definitivo por parte de CONADI.
Impactos sinérgicos y acumulativos en el sacrificio de la región
La implantación del modelo de desarrollo sacrificial en la región de Antofagasta no es un fenómeno nuevo, sino una situación casi naturalizada por parte de la población, donde la ausencia de Estado ha creado una relación clientelar entre las empresas y la ciudadanía. Los territorios de Tocopilla y Mejillones han sido históricamente degradados por el impacto de las industrias del complejo extractivista-energético, que ha invadido y sacrificado estas localidades, actualmente catalogadas entre las principales zonas de sacrificio de Chile, y conocidas como "capitales de las termoeléctricas".
Durante el último siglo, los territorios del Pueblo Chango han sido usurpados para la instalación de polos de producción energética. En los frágiles ecosistemas costeros y marinos del territorio y maritorio chango se emplazaron numerosas centrales termoeléctricas a carbón y ciclo combinado, mega puertos, infraestructura eléctrica y minera, entre otras industrias asociadas, avasallando los derechos indígenas a la tierra, a la autodeterminación, información, participación, al desarrollo sustentable y a la consulta previa, vulnerando sus garantías de identidad cultural y a un medioambiente sano y libre de contaminación, amparados por el Derecho Internacional.
La colonización del territorio ha dañado los ecosistemas, la calidad de vida y la salud de las comunidades, impactados por las emisiones de material particulado, malos olores, nubes tóxicas, hollín y material gris y negro que se deposita sobre las viviendas, la vegetación y en las vías respiratorias de las personas. Las emanaciones de gases tóxicos, se suman a frecuentes derrames de ácido sulfúrico, amoníaco líquido e hidrocarburos, principalmente en el mar, y existe abundante evidencia sobre la contaminación del suelo con metales pesados, como plomo, cadmio, mercurio y arsénico (1).
La afectación de los frágiles y únicos ecosistemas de la costa del desierto ha conducido a la muerte masiva de microalgas (2), y también de flora y fauna marina mayor, causando recurrentes varazones de especies como jaibas, almejas y ostiones. El daño a la biodiversidad ha llevado a catalogar a la bahía de Mejillones como muerta(3), maritorio que ha sido el sustento histórico del Pueblo Chango.
Esta misma contaminación, no solo destruye las fuentes de vida y subsistencia de los habitantes del Pueblo Chango. En los productos del mar se encuentran alarmantes niveles de elementos tóxicos que dañan su salud aumentando exponencialmente el riesgo de enfermedades respiratorias y pulmonares crónicas, del corazón, de padecer cáncer y tumores, y afecciones al sistema circulatorio, lo que lo convierte en el territorio con más riesgo de muerte por contaminación del país(4).
El proceso de descarbonización, la transición energética y la promoción de industrias "verdes", como las del hidrógeno podrían significar un cambio de rumbo y conducir a la reparación de los daños históricos. Sin embargo, en la práctica, estas iniciativas son vistas con desconfianza por las comunidades, según señaló Marcelo Silva, comunero chango de Caleta Hornitos y consejero regional del Pueblo Chango de Antofagasta, en una entrevista publicada, en junio de 2024, por Fundación Tanti:
«Si, ellos dicen que con eso aportan al cambio climático (mitigación), al parar la quema de carbón. Bueno, que se disfracen que están en "cambio" igual les funciona, pero ahí me detengo, porque ellos hablan de un cambio, pero sin embargo levantan la alfombra y esconden todo lo que dejaron: el impacto, la gente, la salud, la contaminación. Entonces es fácil decir que ahora me pongo bueno, me visto de verde o no sé».
La expansión de las actividades promovidas como verdes a territorios aún no sobreexplotados es una nueva amenaza en la región. En Taltal-Paposo, la comuna con mayor presencia del Pueblo Chango en el país, se proyecta instalar numerosas plantas desalinizadoras, infraestructura portuaria, parques eólicos y fotovoltaicos de grandes dimensiones, para la producción de hidrógeno, generando un nuevo polo energético. Por ejemplo, Colbún, una empresa con un amplio historial de conflictos socioecológicos relacionadas con la construcción de represas hidroeléctricas en la zona centro sur de Chile, está desarrollando la Central de Bombeo Paposo, un proyecto híbrido solar-hidroeléctrico en pleno desierto de Atacama, donde las comunidades denuncian impactos significativos en zonas arqueológicas y en el borde costero.
El patrón de las inversiones replica los impactos y lógicas de violencia y desposesión del modelo de desarrollo imperante, ahora de acumulación por desfosilización. Estos impactos se acoplan y superponen a los daños ocasionados por las termoeléctricas impulsadas desde principios del siglo XX en las costas de la región, por parte de empresas del norte global con el apoyo del Estado de Chile.
Estas mismas empresas potencian ahora el despliegue de proyectos e iniciativas "sostenibles" de hidrógeno "verde" o "bajas en emisiones", extendiendo y profundizando la colonización industrial, el saqueo, el abandono y el despojo identitario, cultural, social y ambiental de las comunidades. La industria está orientada por intereses privados, principalmente del norte global, por lo que sus beneficios no necesariamente se traducirán en un desarrollo para la región.
El boom de las energías renovables y el Hidrógeno "verde" en la Región de Antofagasta
Las regiones de Antofagasta y Magallanes se han convertido en los principales polos de desarrollo de la nueva industria del hidrógeno verde en Chile. En línea con la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde de 2020, empresas multinacionales de Europa y Estados Unidos, en colaboración con los sectores empresariales locales, han apostado por impulsar la transición a una economía basada en energías renovables, donde el hidrógeno "verde" estará en el centro de los objetivos para alcanzar las metas de descarbonización y hacer frente al cambio climático.
Como resultado de una política de Estado, con apoyo de préstamos y subsidios de los Bancos Multilaterales de Desarrollo, y la apuesta de las empresas de energía interesadas en diversificar su portafolio de negocios y desarrollar nuevos proyectos de generación, transmisión y almacenamiento de energía, Chile se ha convertido en un laboratorio de transición energética corporativa (5), y una expresión del neocolonialismo energético en la región (6).
De las 67 iniciativas que declara H2 Chile estar desarrollando en el país, el 39% se concentrarían en la Región de Antofagasta. Este nuevo proceso de industrialización energética en territorios changos (7), está destinado a la generación de energías para la industria minera, la producción de amoníaco y combustibles sintéticos, y la exportación. Los proyectos están estrechamente relacionados entre sí, sosteniendo un entramado de plantas e instalaciones en el territorio.
El proyecto Planta de Hidrógeno y Amoníaco Verde Volta en Mejillones considera la producción de 620 mil toneladas de amoníaco al año, en dos instalaciones industriales contiguas, además de una planta solar fotovoltaica, dos líneas de transmisión para conectar las instalaciones, y un ducto para transportar el amoniaco hasta el puerto de Mejillones. Adicionalmente, requerirá el suministro de agua desalinizada que proveerá Aguas Antofagasta.
El proyecto Volta es un ejemplo de la gran dimensión de las instalaciones vinculadas a la producción de hidrógeno y sus derivados, además de procesos acelerados de aprobación de iniciativas para responder a las demandas de hidrógeno de Europa, que no garantizan los derechos de consulta y consentimiento libre, previo e informado de las comunidades indígenas changas afectadas.
En ausencia de regulación ambiental específica para la emergente industria, el Servicio de Evaluación Ambiental ha dispuesto que los impactos ambientales y sociales de cada proyecto de hidrógeno verde se evalúen de manera independiente de todos los otros eslabones de la cadena de valor, como son las plantas desalinizadoras, parques solares y eólicos, líneas de transmisión, sistemas de almacenamiento, puertos u otra infraestructura, como si no hubiera sinergia en sus interacciones, incumpliendo además el criterio de no fragmentación de proyectos que se consagra en la ley ambiental.
Los territorios sacrificados, con su población enferma y su hábitat contaminado, y sus medios de subsistencia agotados, no hallarán justicia social y/o ambiental en esta transición, sino que volverán a asumir los costos de las externalidades sociales y ambientales de los proyectos, en pos de un desarrollo que nunca alcanzará a estas comunidades invisibilizadas, en el medio del desierto más árido, en un país precarizado al sur del mundo.
En ausencia de regulación ambiental específica para la emergente industria, el Servicio de Evaluación Ambiental ha dispuesto que los impactos ambientales y sociales de cada proyecto de hidrógeno verde se evalúen de manera independiente de todos los otros eslabones de la cadena de valor, como son las plantas desalinizadoras, parques solares y eólicos, líneas de transmisión, sistemas de almacenamiento, puertos u otra infraestructura, como si no hubiera sinergia en sus interacciones, incumpliendo además el criterio de no fragmentación de proyectos que se consagra en la ley ambiental.
Los territorios sacrificados, con su población enferma y su hábitat contaminado, y sus medios de subsistencia agotados, no hallarán justicia social y/o ambiental en esta transición, sino que volverán a asumir los costos de las externalidades sociales y ambientales de los proyectos, en pos de un desarrollo que nunca alcanzará a estas comunidades invisibilizadas, en el medio del desierto más árido, en un país precarizado al sur del mundo.
Referencias
(1) Fundación Terram. No + Carbón. Disponible en: https://www.terram.cl/carbon/zonas-de-sacrificio/impactos/, file:/Terram_UPR32_CHL_S_Annexe7%20(1).pdf
(2) Soy Antofagasta. (2018) Denuncian mortalidad masiva de microalgas en Mejillones. https://www.soychile.cl/Antofagasta/Sociedad/2018/12/13/572192/Denuncian-mortalidad-masiva-de-microalgas-en-Mejillones.aspx
(3) Centro de Investigación de Fauna Marina y Avistamiento de Cetáceos. (2023). Mejillones. https://cifamac-chile.weebly.com/
(4) Veas, C. Fuentes, C. (2020). Vivir en una Zona de Sacrificio. Chile Sustentable. https://chilesustentable.net/publicacion/vivir-en-una-zona-de-sacrificio/
(5)Svampa, M. y Bertinat, P. comps. (2022). La transición energética en la Argentina.
(6) Nualart, J. y Gros, M. (2024). El rastro del hidrógeno.
(7) Diario Financiero. 29 de abril de 2024. Auge del hidrógeno verde: suma 67 proyectos y crecen iniciativas de evaluación ambiental.