Para entender las actuales movilizaciones estudiantiles resulta útil remontarse a los orígenes de un movimiento social con más de un siglo de lucha, el cual ha logrado tener un protagonismo importante en la conformación de la organización social en nuestro país
A principios de 1900, se comienzan a agudizar las desigualdades sociales en el país y comienzan a surgir distintos movimientos sociales. En el campo de la educación también se percibe la necesidad de cambiar las deficiencias de este ya retrógrado sistema, de esta manera la juventud estudiantil chilena realiza su primera irrupción transgresora en 1906, lo cual fue denominado como un escándalo por las elites criollas. Los jóvenes abuchearon a la oligarquía de gala reunida en el teatro municipal de Santiago donde se realizaba un acto para condecorar a los jóvenes que habían auxiliado a los damnificados del terremoto de Valparaíso. Luego, en el mismo teatro, se decide fundar la Federación de estudiantes de Chile (FECH). La FECH hizo noticia rápidamente persiguiendo a pedradas el carruaje de monseñor Enrique Sibilia, delegado del papa en Chile. De esta manera la naciente organización estudiantil arremetía contra los dos grandes pilares que mantenían la opresión por esos años: la oligarquía y la Iglesia. Sin perder su entusiasmo, su postura crítica y su corrosivo carácter la juventud chilena combatió los regímenes populistas y la dictadura de Ibáñez. Frente al dictador fueron importantísimos los actos de resistencia estudiantil, por ejemplo en Concepción los estudiantes se reunieron en el Teatro de la ciudad y proclamaron la lucha en contra de la tiranía.
La primera gran reforma educacional chilena comenzó a difundirse en 1928. Apoyada por varias agrupaciones de profesores, entre sus objetivos estaba democratizar la educación, constituir el estado docente, modernizar las técnicas pedagógicas y adecuar el modelo educacional a las necesidades del país. Establece como principio básico a la educación como función propia del Estado, y como tal, sería gratuita. Considera además favorecer el desarrollo integral del individuo, de acuerdo con las vocaciones que manifieste.
La reforma educacional fracasó en desarrollar todos estos puntos, fue calificada de izquierdista y quedó estancada al poco tiempo, pero la idea de introducir cambios en el sistema educacional siguió presente en las décadas siguientes.
En los años 30, con el surgimiento del Frente Popular, (que tenía por objetivo ser la contraparte de los partidos de derecha que apoyaron al gobierno de Alessandri Palma), se produce un gran movimiento cultural y artístico, que tiene su base en la Universidad de Chile. El Teatro Experimental, la Orquesta Sinfónica, el Ballet, en fin, la extensión cultural, son impulsados por los estudiantes y por el rector Juvenal Hernández que habría sido nombrado tras varias jornadas de presión estudiantil.
En los finales de los 40 y la década de los 50 los estudiantes comenzaron a manifestarse demandando menos autoritarismo y verticalismo dentro de la universidad y sus aulas. Se comenzaron a exigir lugares de discusión y mayor tolerancia a las nuevas ideas. De esta manera el movimiento estudiantil mostraba su vertiente anti-autoritaria y libertaria. En estas décadas se viven dos revueltas sociales importantes: La revolución de las chauchas y la batalla de Santiago. Ambos acontecimientos con gran participación estudiantil.
Más adelante las universidades son cuna de la generación estudiantil de mayor protagonismo en la historia nacional: la del 68. Esta generación surge con la incorporación de importante sectores medios y bajos de la sociedad, los cuales por primera vez tenían la oportunidad de ingresar a la educación superior. Eran una generación conformada por jóvenes absolutamente involucrados con su entorno social, político y cultural. Esta generación tuvo dos fundamentos:
Universidad para todos los chilenos y cogobierno en la educación superior. Su idea de vida era transformar drásticamente la sociedad y encontraron en la universidad un espacio para desenvolverse.
La generación estudiantil del 68 no buscó como escenario de su proyecto histórico el aparato político del Estado, sino el territorio social y popular: la calle, la fábrica, el fundo, la plaza. Se prefirieron las acciones directas como las "insolentes" tomas de terrenos, fábricas, recintos universitarios, iglesias, etc. Los universitarios sentían que su destino histórico iba unido al de los trabajadores y juntos lograrían hacer girar drásticamente las formas de entender la realidad.
Mediante un gran movimiento la generación del 68 logró instaurar un nuevo sistema dentro de la universidad, el cual tenía como principal objetivo democratizar la universidad hacia dentro y hacia fuera. Democratizarla hacia fuera para permitir el ingreso masivo de las clases populares a la universidad (el número de estudiantes en la UdeC desde 1968 hasta 1973 se duplicó llegando a los 19.000 estudiantes. Recién el año 2009 la UdeC vuelve a tener tal cantidad de alumnos) y democratizarla hacia dentro para transformar sus estructuras rígidas en plataformas de decisión democrática entre los distintos estamentos: estudiantes, profesores y trabajadores, lo que llamamos Triestamentalidad.
Los estatutos de la UdeC se reformaron y se estableció que los organismos superiores serían el claustro pleno y el consejo superior. En ambos organismos la participación estudiantil bordeaba el 25% de los votos. Además los estudiantes podían participar en la elaboración de sus mallas curriculares e incidían en muchas decisiones que se tomaban en la universidad. De la misma manera en el año 1968 se elige al rector Edgardo Henríquez con la votación conjunta de profesores, estudiantes y trabajadores.
Asímismo la Universidad contó con grandes profesores y académicos que emprendieron la misma lucha para cambiar radicalmente la sociedad. Se entendía que la universidad y la academia eran una herramienta de transformación y generación de espíritu crítico. Por ejemplo era posible ver al Rector de la universidad (Edgardo Henríquez) marchar junto a los alumnos para protestar por la entrada de carabineros al campus universitario. Por esos años la presión social logró que se declarara la autonomía universitaria, lo cual, en palabras simples quiere decir que no puede ingresar ningún tipo de fuerzas armadas al terreno universitario.
Los grandes cambios se potenciaron durante el periodo de la Unidad Popular. En 1970, en un hecho inédito, el Parlamento Chileno acogió, por unanimidad y sin cambiar una sola coma, la propuesta de la comunidad universitaria, en la cual se consagran, entre otros, los principios de: gratuidad, autonomía, libertad de cátedra y participación triestamental. De esta manera se comienza a consagrar la universidad pública y popular. Lamentablemente, esta experiencia no logró ser desarrollada a plenitud, por cuanto fue abruptamente interrumpida por el golpe militar del 11 de Septiembre 1973, fecha en que las universidades fueron brutalmente intervenidas, rediseñándolas con el propósito que sirvieran a los intereses de la dictadura y de los grupos económicos.
Todo quedó truncado con el golpe de Estado, el cual se vivió con gran intensidad dentro de las universidades. El día del golpe las universidades fueron allanadas y muchos de sus trabajadores, profesores y estudiantes fueron detenidos, torturados y desaparecidos. Los días en que se formaban las filas en donde se pagaban los funcionarios de la universidad llegaban camiones del ejército los cuales secuestraban profesores y trabajadores de la UdeC.
Las universidades fueron cerradas temporalmente y sus autoridades fueron removidas. Las nuevas autoridades eran militares, los cuales buscaron mantener el orden y conseguir la estabilidad mediante la represión y el autoritarismo. Las universidades comenzaron a transformarse en instituciones al servicio de la represión. El espíritu crítico fue extirpado para dar pie a la subordinación y la alienación a los grupos dominantes.
Sin embargo los estudiantes no se rindieron y comenzó rápidamente el proceso de resistencia al régimen. En sus principios el movimiento estudiantil se refugió en la cultura. Una revaloración de la cultura popular y la visión del arte como herramienta transformadora se apoderó de las universidades, las cuales eran sede de peñas, conciertos, concentraciones, reuniones y pequeñas asambleas. Las peñas y actividades culturales servían para conversar de los problemas políticos de la época y potenciaban el accionar subversivo. Posteriormente se avanzó a una etapa más explícitamente política, en donde a través de la reactivación de los centros de alumnos se logró luchar contra la Dictadura. Por ejemplo, en la UdeC se levantó la Federación de estudiantes en el año 1983. Por primera vez volvía a existir la FEC en época de dictadura, la cual había sido cerrada tras el golpe.
A partir de aquello se inicia, por parte de los estudiantes y académicos, movimientos tendientes a lograr la democratización de las universidades públicas. Esta lucha al interior de las universidades giró en torno a lograr una mayor participación de la comunidad universitaria en las estructuras vigentes y el término del régimen de los rectores militares delegados, figura contemplada en la mayoría de los artículos transitorios de los estatutos impuestos. Sin embargo, al poco andar se reconoció que el término del régimen de los rectores delegados pasaba, necesariamente, por la salida del dictador. A partir de ese reconocimiento, la actividad tanto de los estudiantes como de los académicos, se volcó a una participación activa en recuperar la democracia en el país. A través de protestas y acciones subversivas se logró poner en jaque la dictadura, la cual incluso recurrió al asesinato de estudiantes, tal es el caso de Caupolican Inostroza, estudiante muerto en el campus universitario de la UdeC.
A partir de 1990, con el supuesto término de la dictadura, las universidades entran en un proceso de democratización, sin embargo, este proceso se ve detenido por los grupos de poder que asumen la conducción de las universidades, los cuales ven en los estatutos y marcos jurídicos heredados de la dictadura una excelente herramienta que les permite, dentro de un marco legal, introducirse en los cargos y hacer uso y abuso de los recursos económicos y financieros, deteriorando fuertemente el patrimonio físico e intelectual de las universidades y con ello el desarrollo de la nación.
Bajo los gobiernos de la Concertación la educación de mercado se transformó en la ley. De esta manera el escenario actual en lo que se refiere a Educación Universitaria está conformado por: las 16 Universidades del Estado, las que constituyen el Consorcio de Universidades del Estado; 9 universidades públicas privadas que reciben aporte del Estado y que, junto con las 16 universidades del Estado conforman las 25 universidades del Consejo de Rectores; y un número superior a 50 universidades privadas. El sistema ha anulado la participación triestamental y ha impuesto medidas tendientes a la privatización las cuales han llevado al deterioro de la educación chilena lo cual se refleja, claramente, en las desigualdades sociales que vivimos hoy como país y el fuerte movimiento social que han conformado los estudiantes.