Por Jorge Verdugo F. *
Ayer vi a Hernán Buchi en el teatro de la U de Chile, muy contento disfrutando de su comodidad, de su país, de sus privilegios.
Pero cuando un vendedor de flores curioso y atraído quizás por atender a una «celebridad» le preguntó si era Buchi, éste le dijo que no, que era un primo de él, que se parecía mucho.
Yo también estaba vendiendo, era un evento familiar claramente elitista de pura gente ABC1, y me puse a observar a este «primo» de Hernán Buchi que se parecía mucho a él. Se había cortado el pelo y parecía nervioso porque esperaba a alguien que no llegaba, nadie se le acercaba o saludaba, todos los demás disfrutaban mucho el momento, se saludaban, sonreían, tenían un nerviosismo típico de los eventos donde bailará una de las regalonas de la casa.
Entonces recordé que este tipo hace poco declaró que se iba del país por que se sentía incómodo y no tenía certeza jurídica de sus inversiones e impuestos, cubriendo toda la prensa durante días y dando sustento farándulo-ideológico al facherío nacional.
Y aquí estaba el lindo, negándose frente a un trabajador precario que no tenía ninguna certeza en la vida, producto de la economía que estos Chicago Boys nos heredaron, disfrutando de un nivel de vida obtenido por los privilegios que le otorgó un Dictador sanguinario, ladrón y traficante.
De pronto llegaron sus familiares que lo identificaron claramente como Hernán y entraron rápidamente al teatro.
Yo caminé hasta el barrio Lastarria a intentar seguir vendiendo, pero estaba muy complicado porque la policía tenía montado todo un operativo para impedir que los vendedores callejeros pudieran trabajar.
Estoy seguro que muchos de estos perseguidos jamás pensarían en dejar el país por sus incertezas, porque los conozco, y a pesar de sus miedos están todos los días dándole la pelea al destino, nosotros somos los chilenos en este país, y eso que muchos de mis compañeros son de otras tierras. Nosotros somos los que no nos negamos a nada, ni siquiera a los golpes cuando protestamos, ni siquiera a la muerte cuando nos oponemos.
Más tarde volví al teatro a esperar la llegada del público de la segunda función, y nuestro «primo» estaba todavía allí, disfrutando la perfecta impunidad que han logrado los cómplices pasivos de nuestra destrucción como país, y ciertamente disfrutando sus triunfos personales como privilegiados.
Pero es curioso que uno de los hombres más poderosos de este país, no sea capaz de reconocer frente a un sencillo trabajador su identidad, ¿tendrán vergüenza, miedo o simplemente se ponen demasiado nerviosos al bajar hasta su frontera de poniente?
*Presidente Sindicato Providencia, Director HuelgaChile.com, Fundación Sociedad y Trabajo