El lunes 9 de junio la angustia de los trabajadores de la industria pesquera se expresó en la vía pública después que la Subsecretaría de Pesca decretara la exclusividad de la captura de jibia de manera manual (o tota), provocando la prohibición de ésta por la industria que utiliza pesca de cerco o arrastre.
Si bien la prensa enfocó sus publicaciones en los efectos de la contundente movilización (con tres viaductos sobre el río Bío Bío bloqueados y posteriores cortes de calle frente a la plaza España de Concepción), hay cuestiones que son necesarias de esclarecer.
Hace unos diez años se comenzó a ver varamientos de jibia en las costas del centro sur del país. Aunque no están establecidas las causas del aumento explosivo de la población de este molusco, también llamado calamar rojo, hay una coincidencia con el abrupto descenso de la pesca del jurel, luego de su sobreexplotación. La población de jurel tiene en su dieta el consumo de moluscos en estado larvario, incluyendo las jibias. Con estos antecedentes se puede interpretar que la disminución de la población de jurel menguó el control poblacional de la jibia, provocando un aumento de ésta al grado de convertirse en especie objetivo de la pesca nacional.
Hoy, los trabajadores de la industria, argumentan que «la jibia da estabilidad laboral». Efectivamente, en un contexto de colapso de gran parte de las pesquerías, este calamar representa un paradógico y frágil soporte de los puestos de empleo, además de reflotar una verdad hundida por la institucionalidad, el empresariado y la dirigencia sindical rastrera: que la fuente de trabajo no son las pesqueras, sino que es el mar.
Los únicos que sobran
Perversamente, desde la industria y el sidicalismo apatronado se ha creado una disputa entre los pescadores artesanales e industriales en medio de pugnas por mayores cuotas de captura que sólo han terminado por abultar las fortunas de quienes controlan el negocio de la extracción y comercialización (armadores semiindustriales y empresarios de la extracción y el procesamiento).
La pesca industrial ha registrado unos dos mil despidos, sólo en la región del Bío Bío, durante en estos últimos 4 años, como consecuencia de la sobreexplotación. Por su parte, la pesca artesal también está amenzada por el mismo motivo.
Es urgente establecer criterios de sustentabilidad para la pesca, integrando a los trabajadores de la pesca artesanal e industrial en nuevos planes de manejo pesquero, poniendo fin al uso de métodos no selectivos, tales como el cerco industrial o semiindustrial y el arrastre. Los trabajadores que, hasta ahora laboran con estos artes de pesca, deben ser incorporados a la pesca artesanal, pues los métodos de ésta son los únicos que pueden constribuir a la sustentabilidad de la actividad. El paso de trabajadores de la pesca industrial a la artesanal hace tiempo que es habitual, en tanto ésta última absorbe a quienes son desechados por la industria después de sobreexplotar las pesquerías. Ahora es una oportunidad para planificar esta conversión en conjunto con todos los actores involucrados.
Para demostrar la diferencia entre la pesca artesanal y la industrial, el vocero del sindicato de tripulantes artesanales de Talcahuano y San Vicente, Carlos Pino, afirma que en un lance de pesca de arrastre pueden capturarse 80 toneladas de jibia, a diferencia que en toda una noche, una embarcación artesanal puede pescar 2 toneladas como máximo. La razón es que su arte de pesca es manual y consiste en un tubo relleno de plomo, llamado Tota, del cual se desprenden una gran cantidad de anzuelos que, hundidos en el mar, provocan un reflejo atrayente para las jibias, agarrándose a éstos y permitiendo su captura, a través del izamiento de la tota desde la embarcación.
El empresariado de la industria pesquera es el único sector pesquero que requiere de métodos de pesca no selectivos para lograr la rentabilidad presupuestada. Esta industria pesca para ganar más en el menor tiempo posible, sin que les importe colapsar las pesquerías. De hecho, hay empresas que ya han cambiado de rubro, acondicionando su infraestructura para procesar y envasar otro tipo de alimentos. Esta industria no pesca para proveer de alimentación a la población del país, al contrario, gran parte de su captura la exporta o la convierte en harina que finalmente irá a engordar animales de criadero. En síntesis, el empresariado pesquero es el único sector que sobra en la implementación de una política que busque pescar para vivir.
Foto: Victor Salazar / Agencia UNO. Extraída de http://media.biobiochile.cl/wp-content/uploads/2014/06/A_UNO_406638_8082b.jpg
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