Una nueva catástrofe medioambiental sacude China. Según los expertos, se trata del mayor derrame químico de las últimas décadas. El río Longjiang, afluente del Liujiang, en la sureña provincia de Guangxi, ha sido objeto de un masivo vertido de cadmio por parte de una de las fábricas que trabajan con metales pesados a lo largo de su curso. El accidente se detectó 15 días atrás, pero fue el pasado viernes cuando saltó la alarma. Desde entonces, las autoridades han recomendado a los 3,7 millones de habitantes de Liuzhou, ciudad bañada por ese río, que no ingieran su agua en un tramo que abarca cien kilómetros. Los expertos adelantaron ayer que habrá 300 kilómetros contaminados.
«La situación es grave, el agua potable está en peligro», declaró He Xinxing, alcalde de Hechi, ciudad donde se originó el vertido. Las autoridades cifran en 20 toneladas la cantidad de cadmio liberado. Ocho directivos sin identificar ya han sido detenidos y las siete fábricas que trabajan con metales pesados a lo largo del río han sido temporalmente cerradas, a la espera del resultado de las inspecciones. Una muestra de la magnitud del desastre es que en 2010 se vertieron 30 toneladas de cadmio en toda China, diez toneladas más de las que se han vertido en sólo unos días y en un mismo lugar.
Desde el 15 de enero, fecha en que se detectó el incidente, han aparecido más de 10.000 kilos de peces muertos sólo en la ciudad de Hechi. En los primeros días del derrame, el agua superaba 80 veces el límite legal para este metal pesado. Las autoridades prohibieron ayer la venta de pescado procedente de las prefecturas de Liujiang y Liucheng, incluidas las piscifactorías, ante la incertidumbre de la situación.
Los equipos de emergencia llevan días descargando en el agua miles de sacos de cloruro de aluminio, un agente neutralizador del cadmio. También se construyen empalizadas para contener el agua. Se trata de una medida desesperada para evitar una catástrofe sanitaria. El cadmio es uno de los metales pesados más nocivos que existen. Una alta concentración en el cuerpo humano tiene efectos cancerígenos y eleva el riesgo de fallos en los riñones, cebándose especialmente con los niños. Conscientes del peligro, los habitantes de Liuzhou llevan días haciendo acopio de agua embotellada, a pesar de que el Gobierno local insiste en que las reservas subterráneas de la ciudad son seguras. «Los adultos podemos beber esa agua, pero estoy preocupada por los niños. Yo compro el agua embotellada para mi hijo, porque él no es lo suficientemente fuerte», indicó en un supermercado Li, una ciudadana angustiada, a la agencia Reuters.
La técnica para combatir la catástrofe es sencilla. El cloruro de aluminio actúa como agente floculante del cadmio, expulsándolo de la composición del agua y transfiriéndolo a los sedimentos. El metal no desaparece, sino solamente cambia de continente. «Los neutralizadores son la mejor opción para mitigar los efectos de forma inmediata, pero las consecuencias a largo plazo serán graves», advierte a Público Ma Tianjie, investigador de Greenpeace. «Aunque el cadmio se reduzca en el agua, se dispara en los sedimentos y puede entrar en la cadena alimentaria a través del pescado. El Gobierno tendrá que gestionar en el futuro ese problema, y hacerlo es extremadamente costoso», añade el experto. Si no se realizan esas tareas de descontaminación, el cadmio intoxicará el medio ambiente de la región durante varias décadas.
Según las autoridades, el agua contaminada alcanzará Liuzhou, la segunda ciudad más poblada de la provincia, en los próximos días. La marea tóxica avanzaba en las últimas horas cerca de la estación hidroeléctrica de Ludong, con un nivel de cadmio 25 veces superior al límite legal. Tampoco ayuda a tranquilizar los ánimos la aparición de otro enemigo: el invierno. «La contaminación en la parte alta del río es significativa, y el nivel de agua durante el invierno es bajo. Además, las temperaturas son también bajas. Todos estos factores combinados dificultan la disolución de los productos químicos [neutralizantes]», indicó Zhang Jinsong, ingeniero del equipo de emergencia, a la cadena CCTV. Según las autoridades, se han neutralizado con éxito siete toneladas de cadmio.
Más de 210 inspectores, 95 equipos especializados y 40 camiones trabajan contra el reloj para disolver las 13 toneladas que faltan y evitar que el cadmio pase a las reservas acuíferas de la ciudad, lo que provocaría una auténtica catástrofe sanitaria. Otras 20 estaciones de control operan a lo largo del río Liujiang midiendo los niveles de contaminación. El Ministerio de ProtecciónMedioambiental volvió a insistir ayer en que la situación «está bajo control» y recordó que no se han detectado nuevas fugas. Las cadenas de televisión y radio ofrecen los resultados de los test de calidad del agua cada dos horas.
Este incidente pone en evidencia una vez más la desidia de los empresarios chinos con el medio ambiente y el caótico desarrollo de las industrias que trabajan con metales pesados en el país, factores que contribuyen a hacer del gigante asiático el lugar más contaminado del planeta. «Casos similares a este son habituales en provincias con grandes explotaciones mineras, como Hunan o la propia Guangxi», recuerda Ma Tianjie. «Yo no creo que el agua del río Liujiang sea apta para beber incluso después de que sea neutralizada», prosigue el investigador. En su opinión, el «problema fundamental» es que las industrias de explotación intensiva de recursos, como la minería o la fundición, «se están expandiendo muy rápidamente en China. La capacidad de inspección y de control medioambiental no puede igualar ese ritmo de desarrollo», lamenta.
A ello se añade la aparente ignorancia de los gobiernos locales sobre los efectos nocivos de los metales pesados. Un buen ejemplo es que las autoridades de Guangxi han sido aún incapaces de detectar el origen del vertido de cadmio, un «hecho embarazoso» según el profesor Dai Tagen, experto en esta industria. «Hoy en día, las empresas no tienen incentivos para respetar el medio ambiente. En China todavía existe la dinámica de alentar a las compañías a invertir en ciertas regiones y aportar riqueza al lugar, mientras que los contaminantes y las consecuencias a largo plazo pasan a ser un asunto del Gobierno local que se paga con el dinero de los contribuyentes. Eso es injusto», explica Ma.
«Las empresas no tienen incentivos para respetar el medio ambiente» El año pasado, el país descubrió conmocionado que una planta química había vertido más de 280.000 toneladas de residuos de cromo a uno de los afluentes del río de la Perla durante 20 años, poniendo en riesgo la salud de decenas de millones de personas.
A pesar de los continuos desastres, China se ha fijado como objetivo oficial para el año 2015 reducir la contaminación por plomo, mercurio, cromo, cadmio y arsénico en un 15% respecto a los niveles registrados en el año 2007.
Extraído de http://www.publico.es/ciencias/420085/la-marea-toxica-de-la-mineria-amenaza-china