La nueva guerra fría EEUU Rusia

(Por Daniel Mathews / Resumen.cl) Durante mucho tiempo se pensó que la guerra fría era un asunto ideológico: socialismo versus capitalismo. En verdad no todos lo pensaron. El Che Guevara, imposible de ser calificado de anticomunista, denunció en varias citas de No Alineados, el comportamiento imperial de Rusia. Ahora que Rusia es un país capitalista más la pugna continúa, se puede hablar de una nueva guerra fría, esta vez sin componentes idealistas. En un artículo anterior vimos como el TPP es, entre otras cosas, parte del conflicto entre Estados Unidos y China. Conflicto que tiene como escenario el Pacifico.EE UU se enfrenta asimismo a una Rusia revitalizada que persigue con creciente ahínco sus propias ambiciones. Esta vez el escenario es Europa Oriental y Oriente Medio.

El gobierno de Bill Clinton había impuesto fuertes ajustes estructurales de cariz neoliberal en Rusia tras el colapso de su imperio. También incorporó gran parte de lo que fue la Unión Soviética a la UE y la OTAN aplicando una política que el asesor de seguridad nacional de Clinton, Anthony Lake, llamó «de ampliación». Cuando Putin llegó al poder, rápidamente se puso a renacionalizar partes de la industria energética con el fin de reconstruir el poder de Rusia y reafirmar la influencia del Kremlin en Europa Oriental y Asia Central. Inevitablemente, EE UU y Rusia entraron en un rumbo de confrontación. Sus relaciones alcanzaron el punto más bajo durante el gobierno de Bush, que trató de aprovechar las llamadas «revoluciones de colores» en Europa Oriental para asegurar el ascenso al poder de nuevos gobiernos aliados. En respuesta a ello, Putin se opuso a la guerra de Bush en Irak.

El gobierno de Obama esperaba «resetear» sus relaciones con Rusia, pero ahora se ha empantanado en lo que el ex primer ministro soviético, Mijaíl Gorbachov, ha calificado de «nueva guerra fría». Esto ha salpicado a su vez a dos conflictos latentes entre aliados de Rusia y EE UU en el antiguo imperio ruso. El primer enfrentamiento estalló con la amenaza de Georgia de incorporarse a la OTAN. Esto precipitó una guerra entre Rusia y Georgia en 2008. Putin logró parar la integración de Georgia en la OTAN y ocupa actualmente los territorios étnicamente rusos de Abjasia y Osetia del Sur. El segundo conflicto es el de la explosiva situación de Ucrania. EE UU hizo lo posible por aprovechar una revuelta popular contra el gobierno con el fin de atraer el país a la órbita occidental. Putin respondió armando a los rusos étnicos del país y después invadió y se anexionó Crimea. EE UU ha financiado el nuevo régimen ucraniano y empujado a la Unión Europea a imponer sanciones a Rusia para ahogar su economía.

Los dos bandos han incrementado el despliegue de equipamientos militares en Europa Oriental. EE UU ha enviado tanques, vehículos de combate y morteros a sus aliados. El Kremlin, a su vez, ha acelerado el despliegue de equipos militares similares junto a sus fronteras y ha anunciado la incorporación de 40 nuevos misiles balísticos inter continentales a su arsenal nuclear. Al parecer, estos misiles son capaces de atravesar el escudo antimisiles estadounidense instalado en Europa. Obama ha respondido acusando a Putin de violar tratados e incrementando todavía más el dispositivo militar de EE UU en Europa.

¿La guerra fría puede calentarse? ¿Puede llegarse al enfrentamiento bélico? Lo veo difícil. En primer lugar, los principales centros de acumulación de capital en el mundo, inclusive EE UU y China, están sumamente integrados en el plano económico. Apple, por ejemplo, que realiza la gran mayoría de sus desarrollos de alta tecnología y diseño en EE UU, depende en buena medida de la empresa taiwanesa Foxcon y de sus fábricas radicadas en China continental. En segundo lugar, EE UU tiene una ventaja militar aplastante sobre sus rivales menores. A pesar del aumento de los presupuestos de defensa de China y Rusia, EE UU todavía gasta más en este terreno que sus inmediatos seguidores juntos. En tercer lugar, EE UU, China y Rusia tienen grandes arsenales nucleares. El espectro de lo que durante la guerra fría se llamaba «destrucción mutua asegurada» acecha detrás de cada conflicto menor.

Europa quiere tener un papel en esta nueva guerra fría. Por eso se ha fortalecido la OTAN. En la cumbre de 2014 de la OTAN en Gales, los 28 Estados miembros aprobaron un ‘plan de acción de alerta’ que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, calificó de "el mayor refuerzo de nuestra defensa colectiva desde el final de la guerra fría". El plan esboza medidas en Europa Central y Oriental como la mejora de la infraestructura, el redespliegue de equipos y suministros y la designación de bases para los despliegues de tropas. Sin embargo, vistas las múltiples crisis presupuestarias y del endeudamiento en Europa, está por ver cómo podrán cumplirse estos compromisos financieros. También ha habido mayores esfuerzos por parte de los Estados europeos, hasta ahora con resultados desiguales, por reducir su dependencia del gas natural ruso, del mismo modo que Rusia ha cancelado planes para construir gasoductos hacia Europa Oriental y está buscando acuerdos en este terreno con China y Turquía.

Aunque China negocia con la Unión Europea e incluso con los Estados Unidos sabe que estos últimos son el "enemigo principal". Por eso su mayor alianza es con Rusia. En 2014 firmaron un acuerdo energético por valor de 400 000 millones de dólares. Rusia entiende que esta es una manera de paliar los efectos de las sanciones occidentales y de encontrar en China un mercado alternativo para su industria de gas natural, mientras que China concibe el acuerdo como un medio para reducir su dependencia de las reservas energéticas de Oriente Medio. EE UU se enfrenta ahora, con la alianza de Rusia y China, precisamente a lo que había intentado evitar tras la guerra fría: el desarrollo de alianzas que rivalicen con EE UU y tengan acceso independiente a las reservas energéticas.

El principal teatro de la nueva rivalidad imperial es tal vez Oriente Medio. Tras las graves derrotas de Bush en la región, Obama esperaba poner fin a las ocupaciones de Irak y Afganistán y redirigir sus fuerzas a Asia. Sin embargo, las crisis expansivas de la región, cuyo ejemplo más dramático es el ascenso del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria y su atentado terrorista en París, han obligado a Obama a dar prioridad de nuevo a Oriente Medio. Imposible exagerar la inestabilidad de la región: Irak, Siria, Libia, Yemen, Sudán y Somalia, o bien son Estados fallidos, o bien están fragmentados a causa de sus guerras civiles sectarias y la intervención extranjera. La nueva estrategia de Obama, sin embargo, ha dejado un mayor margen de maniobra a otras potencias internacionales y regionales, como demuestra de la forma más acuciante la guerra aérea lanzada por Rusia en defensa de Asad en Siria. Las pugnas imperiales en la región y la acción criminal de los fundamentalistas han determinado la derrota de los intentos de democratizar que significaron las "primaveras árabes" del 2011. Pero ese será el motivo del siguiente artículo.

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