[resumen.cl] La semana recién pasada aparecieron los datos de la encuesta Casen correspondiente a este año, aunque toma antecedentes hasta 2015. La encuesta Casen es un instrumento utilizado en Chile para saber cuanta gente "sale" de la pobreza en virtud de la asertividad o no de las políticas sociales que desarrollan los gobiernos. Como podemos intuir, los criterios para saber sopesar ese estado de pobreza no son hechos por pobres, en ningún caso, la Casen la hacen técnicos y expertos en pobreza, personas que están en universidades y fundaciones y que han generado todo tipo de explicaciones y significados para entender de qué hablamos cuando hablamos de pobreza.
Pero bueno, convenientemente, los índices parecen mejorar, pese a padecer un gobierno que alega permanentemente que hay una crisis general que ha impedido desarrollar reformas que prometían una era dorada en derechos sociales. Es conveniente que aparezcan estos resultados en medio de una crisis política y social profunda, seguramente esperando un par de puntos más en la aprobación de las otras encuestas, las de opinión, aquellas que ponen y sacan candidatos a cualquier cargo público.
Ahora se promete una encuesta Casen reforzada, que mide la multifactorialidad de la pobreza, el entorno urbano, la conectividad, las redes de apoyo, entre otros elementos a medir; todo ello nos promete una mejor medición y, por lo tanto, mejores y más "focalizadas" políticas públicas y con esto seguir luchando contra la pobreza, discurso tan conocido como agotador, por lo repetido.
Esa idea, propia de las falacias progresistas, se estrella contra una cuestión igual de repetida, pero -ahora si- convenientemente olvidada: la discusión política. Si, pues más allá de las mediciones, con este relato se evade lo fundamental, la pregunta molestosa ¿Por qué hay pobres en Chile? Será porque nos roban las AFP, porque se destinan enormes recursos a mantener parásitos en las Fuerzas Armadas, porque se beneficia con subsidios y ayudas al gran empresariado, porque hay robos hormigas de impuestos en cada municipio, en cada servicio y empresa del país; eso no se mide en ninguna encuesta, ni hay política pública para detenerlo.
Entonces, no será que si no hablamos, ni conocemos de esos factores, sino por el contrario, escuchamos a los expertos proponer bonos, programas de ayuda y presupuestos focalizados -es decir, puras respuestas tecnócratas- ni siquiera nos acercamos a discutir acerca de la llamada pobreza. Sus palabras suenan a un balbuceo incomprensible.