La tozuda tecnocracia.

Levantar la voz en el Chile actual dejó de ser una extravagancia. Hoy, ya no nos quejamos de llenos. Conversando con Gramsci, podríamos hablar de una crisis orgánica. Una crisis orgánica desatada, un sistema político de dominación y legitimación trizados. Hoy, la protesta es cotidiana, más no rutinaria.
La última movilización de los trabajadores portuarios, que los últimos años vienen midiendo fuerzas con la patronal, muestra un cambio ideológico no suficiente, pero si sustantivo en un sector tan dormido como el laboral, pues a través de una batalla plagada de solidaridad se va construyendo paulatinamente una conciencia clasista. A ello se suma la apuesta de los trabajadores del Cobre, que si bien no demuestran la cohesión y magnitud de la movilización portuaria, si contribuye a esta atmósfera de ansias de transformación del sistema poniendo en la palestra la nacionalización de los recursos naturales.

En el sistema neoliberal consolidado, así como en otros momentos de nuestra historia, la subjetividad irrumpe con sus precarios métodos y hace tambalear a la mefítica clase política y sus académicos, que hoy como ayer, encuadran el malestar de la sociedad entre sus teorías donde son ellos mismos los precursores de cualquier cambio. Así como en dictadura se manifestaron como los legítimos triunfadores y forjadores de la vía democrática -que al fin y al cabo, trajo consecuencias tan terribles o peores que la propia dictadura, para muchos transformándose en su maquillada continuación- hoy defienden las tesis donde siguen planteando que los cambios se producen solo desde el andamiaje institucional. Ellos reinventan a Bachelet con el mismo aparato mediático y publicitario con el que inventaron el No.
¿Para qué entonces, si los movimientos sociales y las protestas populares son tan minúsculos, no se abolió la Ley Antiterrorista y hoy se aplica a cualquier movimiento que no apueste por la institucional?

Hoy se equivocan. Y temen.

Lo que falla actualmente, es producto de la propia irracionalidad y voracidad con la que avanza la mercancía. La máquina se come vorazmente la educación pública , que, desde su propia fundación contribuye al necesario andamiaje del disciplinamiento de las subjetividades, y la privatiza,  más de 800 escuelas públicas desaparecieron en los últimos 20 años ,devora los peces y las algas con la contaminación y las leyes y amenaza con su explotación desmesurada la vida de la población, el sentido de la existencia. Hasta el economista más charlatán podría admitir que la riqueza de un país se distribuye en el trabajo, a través del salario que se le paga a un trabajador. Pues bien, en Chile la negociación colectiva por mejores condiciones laborales prácticamente no existe y el Ministro de Cultura señala como una característica brillante la no existencia de sindicatos en Chile.
Les encanta la desigualdad.

Pero lo que devela esa falla, que mete el dedo en la llaga es un paulatino despertar. Lo que falla hoy es el disciplinamiento, pues la salida ciudadana, que es la maniobra política de inclusión del descontento en lo institucional, absorbiendo de paso toda su radicalidad, no está dispuesta a dar concesiones. Bachelet y su mafia podrían estar en problemas. Pues lo que demuestra la tozudez política del neoliberalismo transversal que recorre toda la clase política chilena es que, mantener aglutinados los intereses del capital, acrecienta el empoderamiento de la sociedad. Y cabe recordar que la instauración de la tecnocracia neoliberal y su consolidación necesitó, por sobre todo, del Terror de la dictadura.
Es probable que el gobierno de Bachelet no tenga una propuesta de inclusión del descontento en lo institucional, más allá de lo Piñera realizó en su gobierno. Ejemplo de ello es que el equipo que seleccionó para su campaña en educación, quizás el tema social más sensible actualmente, no difiere mucho del grupo de Beyer. Una clara señal al status quo que se beneficia con el modelo en crisis, desde la Concertación, hasta la derecha.

Por ello es tiempo de las subjetividades y su radicalidad. Dar un paso más, contagiar la dignidad. Hoy hay que apostar a radicalizar la protesta y por lo mismo, radicalizar nuestras propuestas políticas. Pero eso se hace golpeando la mesa.

Y las subjetividades queremos la victoria. Como dijo Katzanzakis: «Si la inteligencia no puede librar esta batalla más allá de las fronteras, que pueda hacerlo mi corazón»

A tomar el cielo por asalto.

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