Este 8 de marzo no fue como los anteriores en el territorio. No hubo espectáculos ni convocatorias a celebrar el día de la mujer trabajadora. Las consecuencias del terremoto y maremoto no dan lugar a celebraciones
Conocer nuestra historia y actuar de acuerdo a sus enseñanzas es lo que engrandece a cualquiera. En la población Santa Clara, del sector Las Salinas de Talcahuano conocimos a una mujer que es ejemplo de esta cualidad, que hace a las personas estar plantadas sobre la tierra, como decía Atahualpa Yupanqui.
La señora Cristina Seguel Salamanca ha perdido todo, como los 3 mil vecinos de la población Santa Clara. El mar entró y destruyó todo lo que le ha costado una vida construir. Sus hijos la convencieron de abandonar la casa y dirigirse al cerro, luego del terremoto. Cuando estaban en el cerro no hicieron caso a los bomberos que, mal informados por la armada, llamaban a regresar a las casas pues «no había riesgo de maremoto». Sus hijos le dijeron que sólo bajarían a la población cuando amaneciera.
Algunos que hicieron caso sobrevivieron, arrancando o subiéndose en los techos de las casas, pero otros no pudieron. El resultado fue 9 vecinos muertos sólo en la población.
La señora Cristina nos habla de la historia de la población y con ello nos dice que la tragedia que hoy la enluta no se explica porque «la naturaleza es así y nada más».
Santa Clara surgió como un barrio de los trabajadores del antiguo Matadero Municipal en 1907. De hecho el 2007 celebraron sus 100 años de vida. En esta población, la señora Cristina y sus vecinos, soportaron el terremoto y maremoto de mayo de 1960 y los crudos inviernos. Nada provocó la destrucción que hoy puede verse.
Históricamente la población ha convivido con humedales y canales hacia el lado del mar. El canal más cercano ahora no existe y se llamaba Venecia. El otro lo enangostaron y se llama El Morro. Cuando el mar se desbordó en 1960, el agua fue absorbida por estos humedales y drenada por estos canales, impidiendo que el mar destruyera las casas.
En la década del 80 el canal Venecia fue rellenado a petición de los dueños de las pesqueras San Miguel y Vasquez, de ese entonces. Sobre estos rellenos, ellos instalaron sus plantas faenadoras y se justificaron con el tradicional argumento: daremos trabajo. El canal El Morro fue enangostado a petición de los mismos empresarios. El 2002 el Ministerio de Obras Públicas confirmó esta obra de progreso, echando más relleno al Venecia y reforzando las paredes del angosto El Morro.
El relleno del Venecia, incluso quedó con una altura mayor que gran parte de la población. Los humedales, que antes eran grandes pajonales, están tapados por relleno y de aquí puede verse la carretera interportuaria, también pavimentada sobre humedales y ahora destruida completamente.
La señora Cristina, junto con su hijo Roberto Pino Seguel, nos cuentan que este fue el motivo por el que el mar entró tan fácilmente y con tanta fuerza a la población, inundándola y en algunos casos pasando por encima de las casas. El mar no tuvo canales ni humedales que drenaran el agua y disminuyeran su fuerza, llegó sin ningún obstáculo a Santa Clara, cruzó la calle Colón y llegó hasta cerca de la línea férrea. Este recorrido, fácilmente supera los 300 metros de distancia.
altHoy Santa Clara está destruida, las pesqueras El Golfo y Conservera Agromar se han atrevido a decir que sus redes impidieron un desastre mayor. En la población los lugares que fueron inundados tienen un barro que contiene, a simple vista, harina de pescado, sardinas muertas y petróleo. Los árboles de la población se han secado, desde el momento de la inundación y el polvo en suspensión lo siguen respirando los vecinos que acuden a sus casas a ver si pueden rescatar algo de lo perdido.
En estos momentos la señora Cristina y su hijo recuerdan todos los reclamos que ignoraron las autoridades. La conservación de los humedales, el riesgo sanitario y la destrucción ambiental de las pesqueras que prefirieron pagar exiguas multas al Estado, antes que implementar medidas que amenazaran sus ganancias.
La señora Cristina a sus 72 años, sabe que esta lucha es de largo aliento y que la verdad de la destrucción de su barrio de toda la vida no cabe en las historias maquilladas y tergiversadas de la televisión.