Este 2012 se inicia con un debate sobre cómo hacer que la necesidad de cambio y de lucha se masifique y los intentos no queden encerrados en liceos y universidades. Es previsible que el desafío esté en romper el encapsulamiento, pues sólo de los diversos sectores del pueblo podrá salir la fuerza necesaria para dar la nueva pelea.
"Para nosotros, los estudiantes son como representantes… dicen lo que muchos sentimos, pero no podemos por presión, porque no estamos organizados, porque hasta el momento no pesamos nada". Esta es la frase de una trabajadora que puede abrir una discusión a cerca del papel de los estudiantes en el desarrollo organizativo de los sectores sociales que palpan día a día la necesidad de cambios. Descartamos que los estudiantes tomen un papel direccionador, pero su contribución los convierte en «levadura».
Durante el 2011, los estudiantes secundarios y universitarios vieron cómo su crítica calaba en sus familias y vecinos. La nula existencia de garantías sociales y el endeudamiento por conseguirlas, concentró uno de los tópicos que generaron una sintonía inédita en estos últimos 20 años.
El año 2011 fue año de sorpresas. El propio movimiento se sorprendía de su masividad, llegando erróneamente a considerar que ésta era garantía de triunfo. Los hechos dieron cuenta que era necesario algo más y el 2012 se abre como oportunidad. En ningún caso puede hablarse de derrota. Todo lo que se haga este 2012, se hará sobre los hombros de quienes dieron sangre y sudor el año pasado. Ahora podemos preguntarnos, cómo convertirnos en «lavadura».
Nuevamente, la democracia
La necesidad de que el movimiento sea fuerte, no se prueba solo en la masividad. Un movimiento robusto tiene a sus agentes activos y deliberantes. En este sentido, la partipación activa y constante se cuenta como una necesidad y es la única garantía que el proceso de lucha tenga el rumbo que la mayoría establezca.
Durante el 2011, en el ámbito secundario y universitario, se hicieron críticas al modo de cómo algunas organizaciones habían implementado acciones propias de la podrida clase política, poniendo a sus siglas y grupos como garantes de la continuidad y éxito de la movilización. Sin embargo, de parte de quienes han impulsado esta crítica, tampoco se observa una acción persistente que combata tales prácticas, sino que queda en una crítica que al no plasmarla en la realidad se va convirtiendo, para los oídos de la mayoría, cómo peroratas de iluminados por una secta extraña.
La acción persistente implica planificación y responsabilidad política; saber que lo que hacemos se inscribe dentro de un proceso que sobrepasa las existencias individuales y las épocas. La acción debe ser política y en este sentido, debe considerarse propia de una clase social. Para ello, debemos romper el encapsulamiento.
Romper el encapsulamiento
Las movilizaciones del 2011 estuvieron marcadas por la toma de los espacios. Colegios y universidades permanecieron tomados durante meses, demostrando la fuerte voluntad de no entregarlos para un hipócrita «aquí no ha pasado nada, sigamos funcionando». Tomarse los espacios y convertirlos en lugares de organización y lucha sigue siendo completamente necesario, pero lo que se vuelve contraproducente es que esto se convierta en un encierro.
Así como el bloque gobernante temía la politización del movimiento, Guillermo Tellier, presidente del Partido Comunista reconoció a La Tercera que «demandamos a estudiantes y profesores que fueran claros en sus peticiones… que centraran sus demandas en temas educacionales», es decir, desconocer la necesidad de la renacionalización de los recursos naturales, una salud pública digna, etc. Toda la clase política planteando el encapsulamiento de los estudiantes como el método válido.
Romper el encapsulamiento se vuelve un peligro en tanto amenaza con socavar la base ideológica del presente capitalismo. Los grupos de estudiantes que realizaron operativos de salud, talleres educativos y recreativos en distintos lugares de la provincia, vieron cómo el lazo forjado fue otro. No trataron con el beneficiario o el cliente y eso, tal vez en pequeñas escalas, va perforando el discurso dominante.
Romper el encapsulamiento es buscar participación y unidad. Los estudiantes, desde sus variadas experticias pueden demostrar a la comunidad que el orden establecido, no es el único posible y que la unidad del pueblo no solo es una frase para la muralla, sino que es una lección de matemática o de computación, un partido de fútbol, el diagnóstico de una enfermedad, consejos para prevenirla y curarla, un taller de cómo hacer un sindicato y luchar contra el empresario y sus leyes, un informativo sobre la calidad ambiental de una población y una lucha por echar las termoeléctricas, las celulosas y las plantaciones forestales de nuestra Región.
Las palabras son, en tanto se hacen, de lo contrario no existirían. Romper el encapsulamiento se vuelve necesario en este nuevo año de lucha, pues lo más probable es, que si el movimiento no se amplía y se desarrolla, se atrofie y en esto el diccionario de la RAE es decidor. "Atrofia: Disminución en el tamaño o número, o en ambas cosas a la vez, de uno o varios tejidos de los que forman un órgano, con la consiguiente minoración del volumen, peso y actividad funcional, a causa de escasez o retardo en el proceso nutritivo".
La tradición es una maldición
Vale la pena pensar en el significado de las acciones que parten como expresiones auténticas de un momento y lugar, y se convierten en rito, en tradición. La tradición se justifica por ella misma (lo que la hace objeto de sospecha), sin embargo, la acción política no puede hacerlo, es un instrumento que tiene validez en tanto sea efectivo.
Para este 2012, seguir encapsulado, no es solo dejarse rodear por la represión y por los medios de propaganda empresarial, sino que es no dotar de perspectiva a la nueva lucha, hacer lo que el 2011 fue por rebeldía, esta vez por tradición. No podemos dejar que esto pase.
Foto de Archivo: Estudiantes de carreras de salud UdeC en operativo de salud en el Sindicato de Portuarios de San Vicente.
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