Ángel Sanhueza / resumen.cl
La arremetida del imperialismo contra Venezuela, no es de ahora, ya en 2002, (golpe de estado de 48 horas contra Hugo Chávez), señalaron el camino que enfrentaría el proceso bolivariano.
Diez y seis años más tarde es toda la maquinaria publicitaria, económica y militar del imperio que se pone en marcha para frenar definitivamente ese proceso, que nos guste o no, estemos de acuerdo o no, tiene el mérito de ser un proceso propio y original que no puede ser comparado ni comparable, aún en las actuales condiciones, con otros procesos vividos en América latina.
La actual intervención permite, a algunos, una muy fácil comparación con el proceso conducido por Salvador Allende en Chile, aparte del odio que pueden tener la reacción nacional y el imperialismo, contra los pueblos libres, nada más los hace comparable.
Recordemos simplemente que durante el gobierno de Salvador Allende, se nacionalizó la banca, la medida más revolucionaria que un gobierno de corte progresista y revolucionario puede tomar y Allende lo hizo sólo dos meses después de haber asumido como presidente de Chile, el 30 de Diciembre de 1970, en Cuba, con la toma revolucionaria del poder y un pueblo en armas eso ocurrió, solamente, el 13 de Octubre de 1960 casi dos años después que las tropas revolucionarias entraran en Santiago de Cuba y a la Habana.
La nacionalización del cobre significó cortar con toda intromisión de las empresas norteamericanas en Chile, recordemos que la chilenización promovida por Frei significó la compra por parte del estado chileno de un porcentaje de acciones de las grandes compañías mineras sin embargo, estas últimas mantenían el monopolio portuario y de transporte que quedaba en manos de las mineras yanquis, Allende corto de raíz con todo aquello.
Estos dos ejemplos pueden ayudarnos a no confundir o hacer comparaciones azarosas que pueden complicar la visión general de los procesos y en particular la situación que se vive en Venezuela.
Podemos afirmar, sin la menor duda, que el imperialismo busca, por todos los medios, terminar con la experiencia bolivariana. Debemos reiterarlo una y otra vez, el imperialismo no cambió, no cambia y no cambiará cuando se trata de recuperar la hegemonía en una determinada región o país de nuestro planeta.
Independientemente que se esté de acuerdo o no con las medidas, políticas u acciones del gobierno bolivariano, ese proceso lo ha hecho el pueblo venezolano.
De más esta invocar las leyes internacionales, el derecho internacional o la no injerencia en los asuntos internos de otros estados... etc. El tío Sam se ha sentado una y mil veces en esos principios, aún cuando, hipócritamente es el primero en sacarlos a relucir como argumentos a la hora de justificar sus acciones intervencionistas y genocidas. « Nada nuevo bajo el sol ».
La única novedad, si podemos señalarla de esa manera, es que en el caso de Venezuela, los altos mandos militares no son formados en las academias norteamericanas, lo que los hace, un tanto menos influenciables, por no tener nexos de dependencia formativa con las academias imperiales y eso dificulta las posibilidades de un golpe de estado militar, tantas veces utilizado, en América Latina, a lo largo del siglo XX.
Sin embargo, el arsenal del imperio no se queda parado o no lo frenan situaciones de este tipo. En los años 80, y luego que las fuerzas sandinistas habían sacado del poder al hijo del esbirro instalado por los propios norteamericanos y que habían asesinado al pueblo nicaraguence durante décadas... Una nuevo artilugio surgió de sus increíbles capacidades a generar políticas de muerte... « La ayuda humanitaria », para disfrazar el envío de armas y toda la logística para desatar y ganar una guerra civil... Cuando el congreso norteamericano cortó los fondos para la contra, la fuerza militar anti sandinista creada por la administración Reagan, el entonces secretario adjunto para los derechos humanos, Elliot Abrams, consiguió fondos con otros aliados del imperio para continuar con las acciones de desestabilización.
« No tengo ejército, armo uno, lo disfrazo en primer lugar de ayuda humanitaria y luego los nombro combatientes de la libertad, el Congreso bloquea los fondos, busco aliados poderosos que financien la aventura »... Imparable, como rudamente lo vivió el pueblo de Nicaragua en la guerra contra la contra, apoyada por toda la logística y la infra estructura subversiva de las agencias secretas norteamericanas.
Y es en estas circunstancias, cuando ya todo se ha intentado en Venezuela, hasta nombrar a un fantoche, como presidente designado, que Donald Trump, llama a colaborar con su administración al genocida servidor público del imperio Elliot Abrams, ex secretario de Estado adjunto para los derechos humanos y asuntos humanitarios de Ronald Reagan e instigador de toda la campaña en El Salvador, Guatemala y en Nicaragua en los años 80 del siglo pasado. Abrams ocultó los peores crímenes de guerra cometidos en América central durante esos años haciéndolos pasar como parte de la propaganda de la época.
Abrams fue el gran organizador de la política de la administración Reagan para América central de fines del siglo pasado, ayudó y controló a gobiernos genocidas en El salvador o como el de Ríos Montt en Guatemala, es el cómplice de miles de muertos y desaparecidos. En sus múltiples audiciones ante el senado norteamericano, Elliot Abrams, es un as de la manipulación y de la mentira. Mintió descaradamente al Congreso, sobre el financiamiento de los Contras en la guerra sucia contra Nicaragua, mintió sobre el Salvador y Guatemala aun cuando, en el caso de Guatemala una comisión de la ONU descubrió que la dictadura guatemalteca de Rios Montt era el responsable del 93% de las muertes, desapariciones y violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la guerra interna.
Declarando delante del senado por la masacre cometida en el poblado de El Mazote en El Salvador donde más de 800 personas incluidos niños y niñas muchas de las cuales fueron salvajemente violadas, antes de ser asesinadas... señalo « que esas denuncias no tienen credibilidad »...
La vida humana para Elliot Abrams no tiene credibilidad si no esta en directa relación con el servicio a los intereses imperiales.
Elliot Abrams hace parte de una máquina íntimamente ligada a las acciones de desestabilización que las distintas administraciones han implementado en América latina y en el resto del mundo, en los últimos 35 años.
La masacre del poblado de Son My, en Vietman del Sur, también conocida como la masacre de My Lai donde 347 vietnamitas entre ancianos, hombres, niños, mujeres y niñas muchas de las cuales fueron violadas antes de ser asesinadas, enseñaron al imperio que las acciones de esa naturaleza hay que hacerlas a través de « manos amigas », de terceros, sin testigos y luego de una fuerte dosis de propaganda para preparar los espíritus a escuchar y aceptar cualquier acción en nombre de la libertad y de la democracia como la entiende el departamento de estado y las autoridades de turno en la Casa Blanca.
Ante toda esta escalada, hay un punto de inflexión en la política exterior del imperio que no podemos dejar de señalar. Hace sólo unas semanas, la administración Trump, a través de su secretario de estado Mike Pompeo suspendió por seis meses la participación de los Estados Unidos en el tratado de fuerzas nucleares de mediana distancia, (entre 500 y 5500 kilómetros) firmado en 1987 por Reagan y Gorbatchev y que prohíbe el estacionamiento de ese tipo de armamento en Europa, señalando de paso que esta suspensión podría llegar a un retiro definitivo, sin siquiera considerar alguna discusión con sus aliados europeos. Donald Trump de manera unilateral, se baja de acuerdos, u olvida obligaciones y el respeto de tratados internacionales firmados por sus predecesores, todo lo cual puede conducir inevitablemente a una nueva carrera armamentista en el mediano plazo y a abrir condiciones para desencadenar nuevas acciones guerreristas o de desestabilización en otras partes del continente.
No podemos olvidar que durante mucho tiempo la política del dominó, fue la estrategia preferida en el análisis de los conflictos por parte del imperio, si cae uno caerán, por la dinámica de los acontecimientos los otros. El intervencionismo de la administración norteamericana contra Venezuela va de la mano con el endurecimiento del lenguaje y de las sanciones contra Cuba, fortaleciendo el bloqueo y cancelando muchos de los acuerdos firmados por Obama y Raúl Castro a la hora del restablecimiento de las relaciones diplomáticas en 2015.
El imperio no descansa, el imperio no duerme, el imperio no ha cambiado.