Señor director:
Me conmueve profundamente ver a una familia levantarse e iniciar una movilización pacífica y educadora posterior a recibir el peor resultado que la violencia sistemática hacia otro puede desencadenar.
La familia de Antonia Garros, liderada por su madre, Consuelo; no ha descansado ni permitido que perdamos el tiempo desde que ella lamentablemente falleció. Su convicción y permanente trabajo de visualización de la violencia de pareja, mostrando su intimidad y vulnerabilidad ante tremenda pérdida, junto a la no menor exposición a la liviandad de los juicios públicos, no son sino una prueba de una inmensa generosidad que desinteresadamente nos invita a que trabajemos juntos por erradicar las agresiones de nuestra sociedad, aquellas que desafortunadamente son normalizadas más allá de lo aceptable.
A diario somos testigos -y acaso no cómplices- de como la violencia cobra nuevas víctimas, siendo nuestra única reacción social y judicial la escasa capacidad de respuesta de nuestras instituciones. Intervenciones que inclusive parecen dar mayores garantías al agresor que al agredido.
¿Permaneceremos impávidos por más tiempo esperando el único desenlace posible para quienes caen en este círculo de violencia? Debemos abrir los ojos y legislar frente a esta realidad. El castigo desde la perspectiva del Derecho Penal debe existir siempre que se ocasione daño a otro o se provoque la muerte, directa o indirectamente, siendo un derecho constitucional que nuestra integridad física y psíquica sea salvaguardada. Así, el proyecto permite brindar la protección que ni la ley N° 20.066 ni el Código Penal dan a quienes son víctimas de violencia "no habitual", en el marco de relaciones de pareja sin convivencia, y, por cierto, a quienes terminan con su vida previa inducción de quien malentiende "amar".
No podemos desaprovechar el inestimable valor del trabajo realizado al alero de esta ley, ese que nos está permitiendo ver, empatizar y movilizarnos en pos de prevenir la violencia. La Ley Antonia es una invitación a construir una sociedad más justa e inclusiva, y a cuidar y educar a nuestros hijos bajo los valores más trascendentales: lo necesitamos con urgencia.
Natascha González B