[resumen.cl] Las críticas y las respuestas a la psiquiatría hegemónica tienen larga data y múltiples experiencias legitiman sus propuestas. Un denominador común de todas estas expresiones se puede identificar en el intento de restituir de derechos a quienes han sufrido el despojo de ellos por instituciones que implementan decisiones bajo un discurso amparado en una supuesta cientificidad. En este intento se inscribe Teoría de la locura, el libro escrito y editado por Marcelo Sanhueza Vallejos.
Leer Teoría de la locura implica sumergirse en un diálogo sostenido entre el autor y los planteamientos de diferentes autores para construir su propia perspectiva de la locura, su significado en la sociedad contemporánea y de las respuestas que las instituciones otorgan al fenómeno. Junto con ello, leer el texto permite conocer experiencias vividas por el autor, quien fue diagnosticado de esquizofrenia en 1992 y expuesto a la psquiatrización. En este contexto, Marcelo relata su lucha por conseguir autonomía y poder desenvolverse en la sociedad.
El investigador Thomas Szasz, en su libro Ideología y enfermedad mental explicó cómo el diagnóstico psiquiátrico genera un fenómeno que se puede interpretar con el concepto de «reacción autogeneradora», en tanto cualquier conducta o manifestación de quien haya sido calificado como enfermo/a es interpretado como síntoma de su condición y, por ello, otra arista a ser tratada y otra justificación para profundizar su medicalización. Esta situación deviene en que quienes reciben diagnósticos psiquiátricos, pierden autoridad sobre sí y con ello también se les deja de reconocer como sujetas/os de derechos. En este contexto, Teoría de la locura opera como un llamado de atención y una muestra de nuevos paradigmas fundados en el respeto a la dignidad humana.
Teoría de la locura fue presentado el pasado 20 de enero y se puede comprar a través de este enlace.
A continuación Marcelo Sanhueza Vallejos, responde a las consultas de Resumen.
– En el libro hablas de la necesidad de la lógica difusa como una herramienta para superar la matriz dicotómica que nos induce a interpretar la realidad en estancos inamovibles, sin considerar los procesos de transformación. ¿Qué circunstancias propiciaron que llegaras a esta conclusión y cómo entiendes este cambio de paradigma desde la perspectiva de la psiquiatría?
Nace de muchas experiencias que viví y presencié, y que además guarda relación directa con la discriminación o el estigma. Una persona que comete una falta es categorizada o violentada por eso. Como Carlos Caszely, que la mayoría lo recuerda por el penal perdido y no por los cientos de goles y lo muy buen jugador que era, en salud mental sucede algo similar, una persona a la que le dan un diagnóstico pasa de inmediato de ser alguien normal a ser loco y peligroso, esa es una forma muy polarizada o binaria de ver y, por desgracia, está muy internalizada en nuestros procesos mentales.
La lógica difusa puede ser muy difícil de entender, es más fácil ver la escala de grises donde entre el blanco (normal) y el negro (anormal, loco, peligroso) existe una enorme cantidad de grises y ver esos grises ayuda bastante a disminuir la discriminación y el estigma, ya que permite dos cosas principalmente: Una, ver y hacer explícito que la persona puede cambiar, aprender, mejorar, al pasar de un gris muy oscuro a uno más claro o mucho más claro. En salud mental sería reconocer que la persona se ha recuperado bastante aunque siga con algún sufrimiento, es decir, la persona es un ser que puede modificarse, que puede aprender y no algo estático y rígido de por vida. Y, por otra parte, que las personas pueden tener un diagnóstico y no estar en el polo negro de anormal o loco, sino que su grado de sufrimiento puede ser mucho menor y por eso ya no está en esa categoría, y tampoco estar en la opuesta del blanco normal.
He tenido conversaciones con bastantes psiquiatras, si bien no hablamos en los términos que expuse, se puede ver, en varios de ellxs, en su lenguaje que ya lo están incorporando, sobre todo los que tienen una visión crítica cercana a la psiquiatría crítica inglesa, sin que lo sepan la mayoría de ellxs. Pero a nivel nacional e institucional, esas excepciones se diluyen bastante, las barreras son enormes y la formación en psiquiatría no incorpora la epistemología (para, por lo menos, dudar del grado científico de la psiquiatría, no negándolo binariamente, sino saber entre qué grises se mueve lo científico de la psiquiatría) o geopolítica (esta última podría hacerles entender la directa y alta correlación entre la industria farmacéutica y los papers que estudian, que la psiquiatría crítica inglesa sí lo hace)
– Haces una crítica en al concepto de integración, muy usado en distintas instituciones, para ocultar su intento normalizador. Háblanos de cómo interpretas este fenómeno tan presente en distintos ámbitos.
Esa crítica es más cercana a mi visión de mundo, no podría generalizar ya que hay personas que están tan al límite que pedirles reflexionar sobre eso sería inhumano y poco ético, ya que la mayoría desea integrarse para tener aunque sea un grado leve de autonomía económica, es una situación desesperante ser loco y pobre, como escribió Basaglia. Lo que siento-pienso es que integrar es cortar y amputar lo que no les gusta o no les sirve para desde ahí incorporarme a alguna institución. Hay excepciones y he vivido muchas de estas, pero su cantidad es mucho menor o demasiado menor a lo que han vivido mis pares de mente o personas con etiqueta psiquiátrica.
– Es interesante la forma en que te refieres a los grupos de apoyo y al modelo de «terapia horizontal» como ejes para conseguir mejoras ante el malestar subjetivo. Cuéntanos, ¿cómo has vivido ese proceso?
Los grupos de apoyo mutuo fueron un gran impulso a mi recuperación, ¿qué es y cómo funcionan? Personas con afinidad que tienen alguna etiqueta se reúnen y conversan, sin juzgarse y escuchándose, ¿qué sucede? Al juntarse las personas se dan cuenta que las demás personas del grupo han pasado por cosas similares y eso te hace sentir mucho menos anormal, si digo: "me siento mal" percibo que sí me entienden en un alto grado y eso hace muy bien, y además el saber que estoy ayudando, mientras soy ayudado, deja de lado la visión asistencialista de esperar a recibir siempre en rol pasivo, que lamentablemente es algo que se va aprendiendo en salud mental y que disminuye la autonomía.
– Hablas de la pintura como una práctica canalizadora de estados de angustia. ¿Cómo descubriste esta posibilidad y qué potencialidades crees que puede tener para quienes adolezcan de malestar subjetivo?
La pintura trabaja con otros códigos o formas de expresión no verbal, por esto los sufrimientos subjetivos o mentales tienen otras posibilidades para poder ser eliminados o disminuidos en algún grado.
La expresión artística como herramienta de sanación la aprendí de forma intuitiva y autodidacta y con el paso de años descubrí que existía el arte terapia, pero quise ir más allá con la idea de formar artistas. Se formaron dos escuelas de arte (no es arte terapia, es aprender el oficio de pintura) con el apoyo de Soledad Toro y de Paula Seguel, en la Oficina de discapacidad de Santiago y Departamento de la inclusión de 'uñoa, respectivamente, se lograron mejoras sustantivas en las personas participantes, en diversos niveles para cada una. Toda persona tiene una historia vital que la diferencia de las demás. Fue muy gratificante ver los grados de mejoría, eso me ayudó a sanar bastante.