Lo que opinan las castas.

«No es posible democratizar la enseñanza de un país sin democratizar su economía y sin democratizar, por ende, su superestructura política» J.C. Mariátegui

Desde la academia influenciada e inflada por el poder, desde las castas intelectuales nacionales y sus correlatos o réplicas regionales- acríticos a su subordinación ideológica absoluta del centralismo metropolitano-, se ha planteado que el alza de las asignaciones de los senadores en 2 millones de pesos es una muestra de la falta de sintonía de la clase política.

 ¿Por qué sintonía? Desde los medios de opinión dominantes, se plantea que el sistema funciona y ello se explica fundamentalmente gracias a las buenas  cifras macroeconómicas, al pleno empleo, a la probidad de las instituciones. Pero que la sociedad chilena se ha modernizado, y que "estamos pasando de ser un país de pobres para transformarnos en un país de clase media" lo que se ha sustentado en la paz social producida por el acceso al crédito y el ingreso de muchos jóvenes a la Universidad, como señaló en El Sur del domingo recién pasado, Enrique Correa, cientista político.

Sus discursos se mueven cuidando precavidamente los ámbitos de la gobernabilidad que debe lograr el sistema político.

Para la casta política y sus asesorías académicas, la explicación del fenómeno chileno pareciera quedarse en un problema de percepción. El tema sería como construimos la percepción de un país distinto al que se viene cayendo a pedazos, desde su fundación; ellos lo saben, los medios dominantes construyen la realidad, transformar percepciones, manipulan simbólicamente las subjetividades: crean realidad.

Para el unidimensional pensamiento político chileno, el problema pasaría por una renovación política que implicaría el cambio de los antiguos rostros desgastados, por los nuevos interpretes del descontento social. Sus proyecciones políticas ni siquiera acarician los límites de la democracia chilena, cuyo manto solo acoge la representatividad ficticia construida por la dictadura y su regalón, Jaime Guzmán. Para ellos, el empoderamiento de la ciudadanía debe ser canalizado por las instituciones del Estado, de otra manera, no tiene sentido su existencia, como señaló en algún momento el parlamentario Moreira, respecto de las propuestas del movimiento estudiantil. Inclusive entre este empoderamiento y las institucionalidad vigente, la dictadura ilegalizó las organizaciones autónomas y las destruyó con todo su terrorismo de Estado; su labor hoy la realiza el Ministerio del Interior.

Las teorías de estas castas no son tan descabelladas eso sí, se basan en la experiencia. Los chilenos han servido para ir perfeccionando el sistema de dominación a través de su trasvestismo simbólico. No está mal el crecimiento, sino la distribución. No está mal el sistema político, pero hay que modernizarlo. No está mal el sistema, hay que regularlo.

Como decían los Fachos Quincheros:

Afírmese las espuelas
Y eche la manta pa’l la’o
Y mándese aquí una cueca,
De esas pa’ morir para’o.
Qué canten con las guitarras,
Hasta los sauces llorones,
Que en chile no llora «naide»,
Porque hay puros corazones,
Que en chile no llora «naide»,
Porque hay puros corazones.

Arriba los corazones, decía un antiguo político chileno, pretendiendo modernizarse.

Claro que podríamos entrar en su juego. Claro que podríamos ser, nuevamente, derrotados. Pero esta vez, nuestra lucha debe ser aún mas ardua. Hay que triunfar. Debemos demostrar que el sistema devora la vida de la sociedad, que sin crecimiento puede haber igualdad, que la distribución equitativa de los ingresos depende del control social que las organizaciones populares empoderadas tengan sobre ellos. Debemos saber que el sistema político tiene un carácter jerárquico, centralista que obedece a una lógica de poder del capital: debemos demostrar que no hay forma de humanizar el capitalismo.

La paz es un valor, pero como dijo un gran pensador por ahí, no hay que ser tontos tampoco. Hace unas semanas se descubrió la instalación de una base de entrenamiento de policías chilenas en Concón, asesorada y financiada por militares gringos "personal encargado de ejecutar operaciones de mantención de la paz o de estabilidad civil en zonas urbanas" señalaron.

Hay que romper el sistema de dominación con teorías y prácticas revolucionarias. Debemos también, construir realidad. La autenticidad y alcance de nuestra revolución tendrá que ver con la penetración de un nuevo pueblo en nuestro territorio, con nuestra identidad popular, con nuestros valores solidarios. Con nuestra historia popular.

A tomar el cielo por asalto.

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