Mi abuelo siempre nos cuenta algunas de sus historias, pero a nosotros nos parecen inventadas y no le creemos. Él ya entró en edad y su voz casi no se escucha, pero esta historia nos pareció muy entretenida, ya que le salvó la vida a su amigo. Comenzó la historia diciendo así:
"En aquellos años del 1949 tuve que ir a trabajar por necesidad, para ayudar a mi familia, a la mina Chiflón del Diablo, donde pasé mucha frustración y miedo. Yo era un joven de 18 años y manipulaba una máquina circadora, que cortaba las vetas de carbón. Luego de trabajar un año, me trasladaron a la superficie, ya que era bueno para los deportes. Fue aquí, en ese entonces, que conocí a Patricio Manns, que tan sólo tenía 17 años.
Luego de unos años, me di cuenta que Patricio era un inexperto para trabajar. Él estaba muy frustrado. Tomó unos explosivos y se los colgó en el cuello; yo, muy asustado, le dije que eran explosivos sensibles. Se puso nervioso, pero yo logré calmarlo y quitarle los explosivos, ya que si chocaba con algo se partiría en mil pedazos. Desde entonces Patricio y yo nos volvimos muy amigos.
Luego de unos años, Patricio se dedicó a la música y fue muy conocido en la comuna de Lota. Pero luego se fue para Santiago y no nos volvimos a ver en muchos años."
Nosotros no le creímos mucho esa historia. Pero en una ocasión en que Patricio Manns dio un concierto, un tío le preguntó si conocía a Heriberto Suazo (mi abuelito) y él le dijo: "Claro, si él es mi viejo amigo, quien me salvó la vida cuando era joven".
Luego de esto, tuvieron un reencuentro. Al verse, se abrazaron y se emocionaron al estar juntos otra vez.