Sr. Director:
Una de las desventajas de nacer, vivir y morir en un país subdesarrollado como el nuestro es la escasa posibilidad de acceder a información de primera mano y de buena calidad sobre el acontecer que transcurre más allá del desierto, de las montañas y del océano. Aun cuando las generaciones que nacieron desde mediados del siglo pasado en adelante, y que constituyen el 99,9% de la actual sociedad chilena, tienen posibilidad de acceso a la magia de Internet; pero la información a la que se accede sobre materias internacionales siempre es indirecta, de segunda mano y semidigerida y comentada por terceros. Si a esta debilidad agregamos la escasa calidad y tendenciosos análisis de gran parte de los medios de comunicación de masas locales que abordan los temas internacionales y la virtual ausencia de coberturas de primera fuente en países de la región, Europa, África, Asia u Oceanía; entonces podemos intuir, sin temor a equivocarnos mucho, que la gran mayoría de la población local nace, vive y muere en la caverna de Platón, donde los débiles reflejos que observamos en sus paredes creemos que son la realidad del mundo que nos toca vivir.
Cuando se vive en el subdesarrollo las necesidades por mejorar nuestra calidad de vida son tan grandes, que resulta comprensible ver a muchas personas ocupadas permanentemente en ganarle "a la vida" para poder llegar a final del mes con la línea de flotación más o menos intacta y sobre las aguas de la zozobra económica y moral. En el subdesarrollo neoliberal, evitar el hundimiento definitivo obliga a pararse sobre los hombros de otros, donde el individualismo patológico opera sin dobleces y donde importa poco enterarse de lo que ocurre más allá de las fronteras y cómo lo que acontece allende Los Andes repercutirá en los aleteos de sobrevivencia en un sistema económico hostil muy semejante a la selva malévola de Tarzán.
La guerra ruso-ucraniana, las acciones de protesta de nuevos grupos ambientalistas en contra de las políticas públicas de líderes mundiales y su inoperancia frente al cambio climático, los resultados de la última conferencia de las partes en Sharm El Sheik en Egipto, las olas migratorias desde el norte de África hacia Europa o desde Centroamérica hacia USA, la política sanitaria de 0 COVID del Gobierno Chino, el renacimiento de la ultraderecha o el conservadurismo medieval en varios países Europeos y en Hispanoamérica, las protestas de mujeres en Irán, la ocupación militar israelí permanente en territorio palestino, el interés de Europa de promover la última moda en materia energética "sustentable" como lo son la electromovilidad y el hidrógeno verde, los fenómenos inflacionarios en países del llamado "mundo libre"; son algunos llamativos botones de muestra, los cuales varios de ellos tienen implicancias directas o indirectas sobre nuestra realidad provinciana, marginal, hiperdependiente y permeada completamente por la mentada globalización.
"No lo vimos venir" decían varios representantes de la casta política parasitaria a propósito del estallido social que remeció con una magnitud 8.8 Richter la modorra y comodidad de sus feudos colmados de privilegios. A más de tres años de ese sismo social, la maquinaria local de desinformación y noticias falsas escritas en letras de molde y ventiladas sin pudor en la TV pública promovieron el restablecimiento de un orden centenario que se creía que llegaba a su fin. Este nuevo modo de "informar" y analizar la realidad local e internacional transformaron las borrosas imágenes de nuestra caverna en espejismos distorsionados que incluso Platón se sorprendería del mundo imaginario y paralelo en que creen vivir la mayoría de los habitantes de la cueva que les tocó habitar y donde, al menos, a un 62% aparentemente le es más cómodo y funcional vivir en una fosa conocida que en un prado por conocer.
¿Cuál es el destino de un pueblo troglodita que aparentemente desea las imágenes borrosas que proyectan sus líderes trogloditas, quienes simultáneamente esconden las llaves de la puerta de salida de la caverna donde estamos todos encerrados? ¿Quizás mirando y analizando de primera mano lo que ocurre más allá de nuestra caverna, se podrán encontrar pistas que ayuden a iluminar tenuemente la ruta hacia la puerta de salida? Son preguntas abiertas para las que no tengo ninguna respuesta. De tanto vivir en la Caverna debo cerrar los ojos para ver imágenes más nítidas de lo que, creo, puede ser un luminoso amanecer.
Marcelo Saavedra P.
Biólogo