El reciente informe anual emitido por la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (Subpesca) sobre el estado de las especies pesqueras indica que, de las 28 registradas, diez están sobreexplotadas y seis están agotadas o colapsadas.
Aniceto Hevia / resumen.cl
En específico, figuran como sobreexplotadas, las pesquerías de Merluza Común, Merluza del Sur, Sardina Común, Reineta, Congrio dorado del Norte, Congrio dorado del Sur, Bacalao de profundidad, Jibia y Raya volantín. Mientras que como agotadas o colapsadas, se consignan las de Merluza de cola, Merluza de tres aletas, Sardina española, Alfonsino y Besugo.
La Ley de Pesca vigente define una pesquería sobreexplotada como la que sufre el riesgo de agotarse o colapsar. Por su parte, la pesquería agotada o colapsada señala a alguna de biomasa muy por debajo de su punto biológico de referencia y cuyas capturas están muy por debajo de su nivel histórico, independientemente del esfuerzo de pesca que se ejerza.
No obstante, la situación informada por la Subpesca podría ser más alarmante si se revisa la eficacia de los indicadores de referencia para clasificar a las pesquerías en tales estados y establecer una política de sostenibilidad para tales poblaciones de peces. Por ejemplo, la pesquería de Jurel, entre las regiones de Arica y Parinacota y Los Lagos, es clasificada por el presente informe como de "plena explotación", es decir, que puede seguir explotándose sin medidas de conservación específicas o adicionales. Sin embargo, su cuota de captura general se ha fijado en 581.074 toneladas anuales, de las cuales 516.415 son aprovechadas por la pesca industrial. Estos cientos de miles de toneladas no se comparan con las tasas de desembarque de los años 1994 y 1995, cuando se llegó a desembarcar 4,4 millones de toneladas para luego experimentar un declive abrupto. De este modo, se puede inferir que la referencia para establecer la "plena explotación" de jurel no considera la ostensible merma en la población de esta especie en la costa chilena. Más aún, si se considera que la talla mínima para permitir su captura es de 26 centímetros, en ningún caso deja oportunidades holgadas para la reproducción de los individuos, pues el tamaño en que comienzan a hacerlo es precisamente sobre los 26 centímetros y, de hecho, su tamaño en edad adulta puede llegar a los 70 centímetros.
Es necesario tener propuestas para superar estas condiciones, bajo las cuales se ha pauperizado la vida de las y los trabajadores de la pesca y de la sociedad chilena en su conjunto, que ha visto cómo los alimentos marinos se vuelven menos variados, más escasos y caros. Para ello, se requiere un Plan de Pesca Sustentable que recupere las poblaciones de peces y establezca regímenes y métodos de pesca garantes de sustentabilidad. Actualmente, la Subsecretaría de Pesca y el Consejo Nacional de Pesca definen cuotas de captura a partir del cálculo del Rendimiento Máximo Sostenible (RMS), el cual conduce a situaciones como las descritas respecto al Jurel.
Un Plan de Pesca Sustentable implica la implementación de un criterio precautorio en la actividad, sin poner en riesgo la reproducción de las poblaciones de peces. También comporta considerar a las y los trabajadores de la pesca como imprescindibles para el aprovisionamiento de un alimento fundamental en nuestra dieta y propiciar su asociatividad, buscando integrar a diversos sectores de la comunidad costera en las labores de extracción, procesamiento y distribución de productos marinos, conformándose cooperativas que sustituyan al empresariado y su actual control todas estas fases productivas.
Los nuevos proyectos de administración pesquera no pueden seguir siendo digitados por la Asociación de Industriales Pesqueros (ASIPES) y de la Sociedad Nacional de Pesca (SONAPESCA), como fue evidenciado con los impunes contubernios con la clase política cuando se aprobaba la actual Ley de Pesca. La anulación de esta Ley se vuelve urgente y también el establecimiento de un Plan de Pesca Sustentable.