Migración venezolana en Chile: Enfrentar muros invisibles de la burocracia y discriminación

El autor de este trabajo aborda los escenarios que enfrentan las personas migrantes en el Gran Concepción a partir de una burocracia que los sofoca, para lo cual señala que es urgente «establecer un mecanismo expedito de validación de títulos profesionales, que permita a los migrantes ejercer sus especialidades sin demoras burocráticas».

Por Fabián García González*

En un mundo donde las fronteras parecen cada vez más permeables, pero las barreras invisibles más impenetrables, las historias de los migrantes nos revelan las murallas del sistema para quienes desean asentarse en nuestro país, específicamente en el Gran Concepción

Aurora, nombre ficticio, nos recuerda que la búsqueda de un futuro mejor puede convertirse en un camino con desafíos insospechados. Aurora salió de Venezuela en 2021 con dos tesoros invaluables: su título universitario en Astronomía y su hija de siete años. «En mi país no había comida, ni seguridad. Salir era la única opción para darle un futuro a mi hija», relata con una mezcla de determinación y nostalgia. Dos años después, en Concepción, Aurora reparte pizzas en bicicleta, mientras su telescopio sigue empacado, esperando el día en que pueda volver a explorar los cielos. Sin embargo, enfrenta trámites eternos para validar su título y sobrevive con trabajos informales, una realidad que comparte con miles de migrantes venezolanos en la región.

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Su historia, documentada en el proyecto *»Experiencias de la inmigración de haitianos y venezolanos en el Gran Concepción»* --financiado por la VRID de la Universidad de Concepción--, encapsula la paradoja de una migración que promete libertad, pero encuentra muros invisibles.

Chile, un país que atrajo a medio millón de venezolanos con su imagen de estabilidad y discursos de bienvenida del expresidente Sebastián Piñera, hoy enfrenta una pregunta incómoda: ¿Está convirtiendo a profesionales calificados en una generación perdida? Esta pregunta nos lleva a reflexionar sobre el verdadero significado de la integración y cómo podemos hacer que sea más efectiva, permitiendo que personas como Aurora se sientan parte de la sociedad chilena.

 

Burocracia: La esperanza del RUT

«Sin RUT, no hay contrato; sin contrato, no hay RUT. Es un círculo sin salida», explica Mateo, un ingeniero venezolano que lleva tres años esperando su visa definitiva. Este testimonio revela un sistema migratorio que atrapa a las personas en la informalidad. La Visa de Responsabilidad Democrática, creada en 2022 para agilizar procesos, sigue siendo insuficiente: el 78% de los migrantes enfrentan obstáculos para validar títulos, según el estudio.

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El caso de Nadia, enfermera haitiana que hoy limpia casas, ilustra el desperdicio de talento: «En Haití salvaba vidas; aquí me piden certificados que nunca llegan». Chile, con un déficit de 30.000 profesionales de salud (Minsal, 2023), podría aprovechar este capital humano. En cambio, prefiere dejarlo en standby. Esto no solo es un desperdicio de talento, sino también una oportunidad perdida para mejorar la calidad de vida de muchas personas. Nuestra falta de políticas efectivas para la validación de títulos no solo afecta a los migrantes, sino también a la economía y la sociedad en general.

 

Inserción Laboral: De Profesionales a «Mano de Obra Flexible"

Julio, contador venezolano, resume la frustración de muchas y muchos: «En Venezuela dirigía un departamento financiero; aquí me explotan en un almacén. Me exigen más responsabilidades, pero mi sueldo nunca sube». Este subempleo no es casual: el 54% de los migrantes con estudios superiores trabajan en sectores no calificados (INE, 2024), muchos en plataformas digitales que operan en zonas grises legales.

La informalidad tiene rostro de mujer. Aurora, astrónoma convertida en repartidora, explica: «Las apps son la única opción cuando tienes hijos y ningún apoyo. Gano $10.000 la hora, sin contrato ni seguro». Los y Las migrantes enfrentan esta dicotomía: trabajar en lo que sea o quedarse sin comer. Esta situación es un reflejo de la falta de políticas efectivas para apoyar a las mujeres migrantes, quienes enfrentan un doble desafío al intentar equilibrar su vida laboral y familiar.

 

Discriminación: El Peso del Acento y los Prejuicios

«Los chilenos son más reservados. Mi calidez fue malinterpretada en mi trabajo: me llamaron ‘insistente’ por saludar con un abrazo», cuenta Sofía, docente venezolana. Este choque cultural, trivializado como «diferencias de carácter», esconde algo más profundo: jerarquías racializadas donde lo «andino» se asocia a inferioridad.

La xenofobia se vuelve violencia cotidiana. Carlos nos relata: «Nos gritan ‘vuélvanse a su país’ en la calle. En el consultorio, me hicieron esperar seis horas por ser extranjero». Estos actos, analizados en el proyecto universitario, no son anecdóticos: el 68% de los entrevistados reportan discriminación racial. Lo que no solo afecta a los migrantes, sino que también erosiona la solidaridad y la empatía que deberían caracterizar a una sociedad inclusiva.

 

Mujeres Migrantes: Sobrevivir entre el Acoso y la Maternidad

Ser mujer, migrante y madre es una triple condena. Nadia, mientras busca trabajo, debe resolver quién cuidará a su hijo: «Las guarderías públicas piden RUT, y las privadas cuestan $200.000. ¿Cómo pagarlas si gano $400.000?». Esta ecuación imposible empuja a muchas al trabajo doméstico irregular, donde el acoso es pan diario.

Sofía lo vivió en carne propia: «Por ser mujer y extranjera, algunos clientes creen que pueden proponerme ‘arreglos’ sexuales a cambio de dinero». La investigación de la VRID revela que el 65% de las entrevistadas enfrentaron propuestas indecentes, un dato que evidencia la vulnerabilidad extrema de quienes cruzan fronteras para proteger a sus familias. La falta de protección legal y social para las mujeres migrantes es un tema que requiere atención inmediata y soluciones efectivas.

 

Políticas Migratorias: De la Teoría a la Acción

Aurora aún guarda esperanza: «Quiero contribuir a este país, pero necesitan darnos las herramientas». Debemos ver la integración como una meta social que vaya a la par del respeto por los Derechos Humanos. Como señala Julio: «No vine a competir, sino a sumar». Escuchar esta voz no es solo un imperativo moral: es la clave para construir un Chile capaz y menos desigual.

La integración de los migrantes venezolanos en Chile requiere un enfoque sistemático y proactivo que vaya más allá de esfuerzos aislados. Para lograr una verdadera inclusión, es esencial establecer un mecanismo expedito de validación de títulos profesionales, que permita a los migrantes ejercer sus especialidades sin demoras burocráticas, tal como se hace en Canadá y Alemania con licencias laborales provisionales. Además, el Estado debe asumir un rol activo en la creación de redes de cuidado accesibles, evitando que la responsabilidad recaiga únicamente en organizaciones esporádicas o ONG.

Esto implica implementar guarderías municipales que no exijan el RUT, facilitando que las mujeres migrantes puedan acceder a empleos formales sin la carga de cuidado infantil. En definitiva, la integración de los migrantes debe ser vista como una meta social que se alinee con el respeto a los Derechos Humanos, permitiendo que personas como Aurora y Julio contribuyan al país con sus habilidades y experiencias, fortaleciendo así un Chile más capaz y menos desigual.

* Licenciado en Historia. Colaborador académico de la carrera de Antropología de la Universidad de Concepción.

Nota al pie: Esta columna se basa en los hallazgos del proyecto de investigación «Experiencias de la inmigración de haitianos y venezolanos en el Gran Concepción», financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo (VRID) de la Universidad de Concepción. 

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