[resumen.cl] «Chile es un país católico» es un máxima que uno escucha desde pequeño y que algunos sectores utilizan como argumento para sustentar una agenda conservadora aludiendo a representar el «verdadero sentir nacional», pero que a la luz de las cifras resulta ser completamente refutable.
El Papa Francisco termina su visita oficial a Chile, una visita bastante tibia y con una repercusión mucho menor a las expectativas. Pese a la sobrecobertura de los medios de comunicación los días previos y lo que duró el viaje de Bergoglio por nuestro país, no tuvo las aglomeraciones y convocatoria que se esperaba para el líder supremo de la institución que dice representar espiritualmente a la mayoría de los chilenos y chilenas.
Y así fue rescatado por la prensa internacional, que destacó la diferencia de su visita en Chile con el fervor que produce en otros países de la región. Las imágenes de una ceremonia con bajísima asistencia en Iquique, menos de la mitad de la esperada en Temuco y también la baja convocatoria en Santiago fueron la tónica, y eso considerando la gran cantidad de personas que cruzó la frontera (Bolivia y sur de Perú en Iquique y Argentina en Temuco y Santiago) para estar presentes.
El hecho es llamativo si se compara con las imágenes de Juan Pablo II. Y es que claro, por cliché que suene nos encontramos frente a dos países diferentes.
Lo anterior resulta interesante si se entiende como una representación gráfica del progresivo decrecimiento de la religión católica en el país: Según el informe anual de Latinobarómetro, sólo un 44% de la población se declara católica y un escaso 35% dice confiar en la Iglesia, una caída de 30 puntos con respecto a la primera medición realizada en 1995. Otra diferencia respecto a nuestros vecinos, es que la migración del catolicismo hacia el mundo evangélico no es tan importante, sino que el verdadero crecimiento lo representan ateos y agnósticos con un porcentaje que se eleva a más del 38%. Respecto al personaje en cuestión, su evaluación en nuestro país es de solamente un 5,1 por sobre 10, ocupando el lugar más bajo de la región.
Chile ya no es un país católico y así lo demuestran los hechos, sobre todo considerando que ese 44 que se reconoce como tal tenemos que disgregarlo en los realmente católicos y quienes dicen serlo pero que no participan activamente en la Iglesia y que no están de acuerdo con las opiniones y acciones de la dirección eclesiástica. Al parecer esta religión se está reduciendo cada vez más y concentrándose en pequeños gurpos de la elite económica y política que pretende dirigir el país y tomar decisiones por todos nosotros.