«Conociendo las piedras en el camino/ no es sólo un sueño, también es medida de libertad/ El anhelo que nace en cada uno, el afán de soñar un futuro nuevo/ que pertenece a todos si nos damos la mano para un mundo posible». Tossudament alçats (tozudamente alzados), la canción de Lluís Llach, coreada al unísono por los centenares de artistas participantes en el Concert per la Llibertat, con los 90.000 asistentes puestos en pie, iluminando la escena con mecheros o teléfonos móviles, fue el colofón y el resumen de un acto, por supuesto más político que artístico, de afirmación nacional y de reivindicación del derecho a decidir de los catalanes, que llenó el Camp Nou como en los mejores momentos de la historia del estadio.
La omnipresencia de banderas esteladas y las consignas coreadas desde la grada pusieron en evidencia la opción independentista prácticamente unánime del público asistente. Sin embargo, se notó la clara intención de los organizadores de presentar el ejercicio del derecho a decidir no como una opción política, de una parte de la sociedad, sino como una reivindicación democrática. Lo dejó bien claro Muriel Casals, la presidenta de 'mnium Cultural, desde el inicio de su intervención política: «Estamos aquí para dar a conocer nuestra causa, que es la causa de Catalunya y también, sobre todo, la causa de la democracia. Estamos aquí para afirmar que queremos ejercer la democracia sin barreras».
Un público sobre todo familiar de clase media en un ambiente festivo y con enormes ganas de participar, de cantar, de bailar y también o sobre todo de emocionarse poblaron las gradas del Camp Nou y la platea instalada en el terreno de juego donde el Barça logra sus gestas deportivas. Quedó sin cubrir en su totalidad la grada del gol sur, la que quedaba por detrás del escenario y cuyas entradas se pusieron a la venta a última hora para la gente que no había podido conseguir localidades convencionales. Compensando la platea del campo con las gradas del gol sur los organizadores confirmaron la cifra de 90.000 asistentes, que es lo que viene a ser el aforo del Camp Nou de las noches de gala, cuando el Barça se enfrenta al Real Madrid.El objetivo de una movilización tan multitudinaria pretendía por supuesto popularizar el soberanismo entre la sociedad catalana.
Sin embargo, casi todas las intervenciones tenían como destinatarios la sociedad española y, muy especialmente, la comunidad internacional. «Queremos construir unas relaciones fraternales con las mujeres y los hombres de España y con los ciudadanos del resto de Europa», declaró Casals.Probablemente por ello el momento culminante de la velada fue a las 11.30 de la noche, cuando, al tiempo que sonaba Els segadors, se realizó el mosaico que ofrecía la imagen de un estadio abanderado con la frase «Freedom Catalonia 2014», en inglés, no en catalán, como pidiendo al mundo solidaridad con la causa, desde el convencimiento de que sin aliados entre la comunidad internacional todo será mucho más difícil. Por ello se emitió un vídeo del secretario general de las Naciones Unidas, Ban-ki-Moon, quien flanqueado por la bandera de Andorra, apostaba por el diálogo y el respeto a la voluntad de los pueblos. Las pancartas más grandes estaban escritas en inglés: «Catalonia, Europe’s next state», varias de «Freedom for Catalonia» y una de «Catalonia is not Spain», aunque tanto por parte de los que intervinieron desde el escenario como interpretando los aplausos hubo un sentimiento generalizado de demostrar que no existe un sentimiento antiespañol.
Los cantautores españoles y especialmente los artistas que se dirigieron al público en castellano o en gallego, como Paco Ibáñez, Eduardo Reyes o Ramoncín fueron obsequiados con ovaciones de gala. Aunque la primera ovación cerrada se la llevó Dyango y la segunda Peret, que han sido objeto de toda suerte de insultos y amenazas por su participación en el acto. Lo de Llach ya fue la apoteosis»Somos un país de mezcla, de gente que ha llegado de todas partes», insistió la presidenta d’'mnium. «No queremos imponer nada, hemos sufrido demasiadas imposiciones y sabemos que vivir en libertad consiste en saber respetar a quien piensa diferente. Apelamos a todos los demócratas de dentro y de fuera de Catalunya. En el siglo XXI, nadie puede prohibir un referéndum democrático», añadió.La intervención de Muriel Casals tuvo su parte de advertencia a los representantes políticos: «Deben concretar un camino que es complicado, pero que no puede aplazarse…, han de ser conscientes de las expectativas que se han generado y que necesitan ser concretadas en el calendario y es hora de avanzar unidos dejando de lado las discrepancias».Casualidad o no, la más alta representación institucional corrió a cargo de la vicepresidenta del Govern, Joana Ortega. El president de la Generalitat, Artur Mas, tenía un compromiso familiar del que no podía ser sustituido. Se casaba su hija en Menorca. Que fuera Ortega quien ejerciera la presidencia en funciones tuvo su enjundia.
La vicepresidenta es la principal representante de Unió Democràtica en el Govern. Le preguntaron los periodistas qué hacía una mujer como ella en un acto inequívocamente independentista y Ortega no se arredró. «Este acto es un clamor de libertad, ha venido quien ha querido y pone de manifiesto la voluntad de un pueblo que quiere decidir su futuro colectivo». Antes que eso y pese a todas las controversias de la semana, el líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, que no asistió, tampoco quiso quedar fuera de juego y publicó el siguiente tuit: «Hoy es el concierto por la libertad a favor del derecho a decidir. No puedo ir por compromiso previo, pero comparto esta reivindicación».De hecho, el Govern cerró filas. Asistieron los consellers de mayor peso político, Homs, Gordó, Rigau, Mascarell y Vila, decididos a demostrar que todos son románticos a la par que dialogantes. Estuvieron también los líderes de ERC, Oriol Junqueras, y la CUP, David Fernández, y el secretario general de ICV, Josep Vendrell. El PSC no estuvo, pero si hizo acto de presencia el socialista más inasequible al desaliento, Fabián Mohedano.
En el acto de ayer en el Camp Nou los más veteranos tuvieron una cierta sensación de déjà vu. Han pasado 32 años desde que un 24 de junio al grito de Som una nació el Camp Nou se llenó como ayer en defensa de la lengua la cultura y la nación catalana. Aquella movilización reaccionaba contra la involución autonómica que se produjo tras el golpe de Estado del 23-F -la Loapa- y la ofensiva contra la política de normalización lingüística de un grupo de intelectuales castellanohablantes liderado por Federico Jiménez Losantos. Aquel movimiento apenas cuajó en Catalunya, pero fue recibido con los brazos abiertos por la España oficial y ha acabado determinando la política de los distintos gobiernos españoles. La diferencia entre 1981 y el 2013 reside en que los independentistas eran entonces muy minoritarios. Ya no lo son.
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