Desde este año, la población de Lirquén y Bulnes ha comenzado a organizarse y plantear su oposición a la instalación de una termoeléctrica en Bulnes. La termoeléctrica funcionará en base a gas que será transportado en estado licuado desde Texas, Estados Unidos hasta un puerto flotante frente a la playa La Cata en Lirquén, y desde dónde será canalizado por cañerías hasta Bulnes.
La empresa a cargo, Australis Power, ya bautizó este proyecto como Octopus y en su cronograma planifica el inicio de las operaciones el 2017. Sus argumentos son la vociferada necesidad energética del país y también que, al ser el gas su combustible, no contaminará con la intensidad de las centrales termoeléctricas a carbón.
Sin embargo, para los vecinos de Lirquén y Bulnes, la construcción de esta termoeléctrica y su funcionamiento no representa la necesidad energética de la población chilena ni tampoco será inocua. Los argumentos son claros:
En Lirquén.
Para que llegue el gas será necesario construir un puerto flotante y desde ahí, a través de cañerías, enviar el gas hasta Bulnes. Esto implicará inmensos riesgos de accidentes, como el derrame de petróleo de la Bahía de San Vicente el 2007, peligrando el ambiente marino de uno de los sectores menos contaminados de la Bahía de Concepción.
El ducto, de 3 km de largo, sufrirá la corrosión y el desgaste de cualquier metrial, generando fugas y poniendo en riesgo el ambiente marino dónde los mariscadores de Lirquén tienen sus áreas de manejo, que son la base de la economía local, pues las cocinerías y los vendedores directos se abastecen en buena parte de lo que proveen estos recintos.
Sin embargo, no sólo son las fugas las que ponene en riesgo el lugar, sino que los propios procedimientos del gaseoducto, pues para que el gas sea impulsado por la cañería se debe convertir a estado gaseoso (viene en estado líquido) teniendo que subir su temperatura, para lo cual usarán agua de mar, la que será electroclorada antes de ingresar a las instalaciones del gaseoducto con el propósito de que deje residuos en éste. Finalmente, esta agua a menor temperatura y con cloro, se devolverá al mar.
Uno de los efectos de esto es la acumulación de compuestos orgánicos persistentes (COP), que son sustancias tóxicas que por su naturaleza no son descompuestos de manera natural, acumulándose en los lugares, pero también almacenándose en los organismos que son parte de nuestra cadena alimenticia.
Las investigaciones han concluido que los COP, especificamente de cloro, pueden generar problemas repoductivos en las especies marinas y que en general pueden causar disrupción endocrina, cáncer, retraso mental y malformación genética.
Junto a este desastre, puede ocurrir otro, cuando haya un accidente. En el caso del gas, es muy probable que se manifieste en explosión, ariesgando la vida de los vecinos del ducto.
En Bulnes.
Para que la termoeléctrica funcione, la empresa presupuesta sacar agua de las napas subterráneas y su vertimiento se hará en los esteros y cursos de agua cercanos a la central, según han denunciado los vecinos.
La gravedad de estos procedimientos radica en que el agua de las napas subterráneas se ocupan para el consumo humano y para el regadío de plantaciones agrícolas. Los miles de litros que usará la termoeléctrica amenaza con dejar en la sequía absoluta a un territorio que ya ha sufrido la erosión y la sequía provocada por las plantaciones forestales.
El vertimiento del agua usada por la termoeléctrica también alterará el equilibrio del lugar, pues recibirá agua a una temperatura mayor de la que tenía cuando fue succionada y con una composición distinta.
En Lirquén y Bulnes se ha impugnado el hecho que Australis Power ha presentado este proyecto divido en dos partes: el puerto flotante que recibirá el gas y la central que producirá 1140 MW en total. Por su puesto, su destino final (a través edl Sistema Interconectado Central) serán las mineras que hoy dinamitan la cordillera.
Gasoducto en Lirquén: el proyecto que quiere pasar subterráneamente