Por Daniel Mathews / resumen.cl
En la primavera árabe o en el 15 M Madrid; en el Ocuppy norteamericano o en la Turquía del 2013 las acampadas se han convertido en la forma moderna de protesta. Son más democráticas que una marcha, donde nadie habla, o que un mitin donde solo hablan los escogidos. Estamos ante la invención de un ágora de democracia participativa, que se asemeja a la Comuna de París, antes de ser obligada a resistir el ataque militar de los Versalleses
Son asambleas realmente masivas que toman las plazas de las grandes ciudades para poner todo en debate. Es cierto que buena parte del debate está centrado en algún tema. En el París de hoy el tema laboral que se ve amenazado por una reforma que deja sin derechos a los trabajadores. Pero, si uno tiene toda la noche para hablar, lo más probable es que después se formen grupos para discutir un tema u otro.
Esto también refleja el hecho de que la huelga es ahora más difícil de hacer por parte de muchos empleados, debido a que la mano de obra está mucho más fragmentada, a que la inestabilidad y la precariedad son mucho mayores, a que los diferentes horarios son también muy diversos, al teletrabajo. Pero también por el riesgo de despido, especialmente disuasivo en este momento de desempleo masivo y generalizado. Las últimas movilizaciones en Lima han sido organizadas desde las zonas de vivienda, trabajo o estudio. Los sindicatos, sin perder su importancia, representan a una parte menor del mundo ciudadano: a los pocos con empleo estable.
Otro elemento de las acampadas es su juventud. En el caso francés la nueva ley laboral facilita los despidos y promueve el trabajo a contrata. Eso le quita a los jóvenes la posibilidad de encontrar un poco de trabajo seguro y estable, después de años de los contratos y prácticas de duración determinada. Al facilitar el despido, se dice a los jóvenes que la precariedad es su futuro permanente, en lugar de cualquier esperanza, lejana pero palpable, de conseguir un contrato protector de duración indefinida.
Más allá de ello, los últimos meses han estado marcados por luchas muy concretas como las movilizaciones en solidaridad con las y los refugiados y la movilización de resistencia en las zonas ocupadas para impedir la puesta en pie de grandes proyectos inútiles, como el aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes. El internacionalismo, la ecología y la lucha laboral se dan la mano.
Es interesante también mencionar la importancia de internet. Su origen fue una petición exigiendo la retirada total del proyecto de Ley lanzada a través de las redes sociales que obtuvo más de 1 millón de firmas en dos semanas largas. A partir de ahí, las organizaciones juveniles hicieron un llamamiento a una movilización general para el 9 de marzo para exigir la retirada del proyecto de Ley.
Ese es otro factor democratizador. Frente a los sindicatos y partidos, que necesitan de una burocracia estable, aquí es la población autoconvocada la que tiene el protagonismo. Sin embargo eso es tanto una fuerza como una debilidad. Fuerza porque el movimiento adquiere sus dinámicas propias y porque la burocracia, ya lo dijo Rosa Luxemburgo, es un lastre. Debilidad porque al carecer de una organicidad propia no hay formas de darle continuidad al movimiento. La necesidad de crear nuevas formas orgánicas no burocráticas está a la orden del día.
El nacimiento de Nuit Debout
El antecedente más remoto del Nuit debout se dio el 23 de febrero en una reunión para la convergencia de luchas en torno a un periódico independiente pero asociado a la izquierda radical («Fakir»), de economistas (sobre todo Frédéric Lordon) y un colectivo de personas con contratos fijos discontinuos en el sector del espectáculo, muy combativo.
Al mismo tiempo, apoyada por estos mismos sectores, se proyectaba en multitud de salas la película «Merci Patrón», documental sobre la resistencia ante los despidos, con debates a la conclusión del film y con llenos absolutos. En Paris, en la sala de la Bourse de Travail (local sindical en el centro de Paris, cerca de la Plaza de la República) la sala estuvo a rebosar, obligando a cerrar las puertas por medidas de seguridad ante la afluencia masiva.
A la vista del éxito se llamó a una reunión a quienes estuvieran interesados en hacer algo práctico. Y la sorpresa fue que se esperaba reunir a una cincuentena de personas y fueron más de 200 las que se presentaron. En esta reunión se lazó la idea de que el 31 de marzo, tras la manifestación, «no volvemos a casa». Y de forma progresiva va ganando terreno la idea de ocupar una plaza al término de la manifestación. Es así como nace Nuit Debout y la ocupación de la Plaza de la República.
El 31 de marzo en Francia se movilizaron más de un millón de personas. Y a pesar la lluvia torrencial, centenares de manifestantes acudieron a la Plaza de la República para quedarse allí. Una asociación en defensa de los «sin techo», se sumó al llamamiento y decidió instalarse en la plaza con una carpa durante varios días, El sábado y el domingo se realizaron asambleas en las que participaron miles de personas; se organizan comisiones, se liberan la palabra y los debates; la Plaza de la República comienza a ocupar la portadas de los medios de comunicación.
La tarde del lunes 4, cientos de personas vuelven a reunirse en la plaza y más de un millar celebra una asamblea esa noche. Esa misma tarde se decide realizar una manifestación al día siguiente que parta de la plaza contra una conferencia que da el primer ministro, Manuel Valls, en las cercanías. Distintas delegaciones de los «sin-papeles», refugiados, intermitentes y precarios llegan en cortejos. La plaza sigue en pie. El martes al final de la manifestación, hay miles de participantes en la asamblea popular. Lo que se repetirá en los días posteriores.
A partir de esta primera semana se da un salto cualitativo que dará pie a la segunda. Se organizan múltiples comisiones sobre diferentes temas y frentes: para redactar un manifiesto, para garantizar la logística, para «organizar» la democracia, para impulsar iniciativas, una enfermería, una cocina... Progresivamente se ponen en pie una radio, una tele, un jardín infantil (!). Cada mañana la policía evacúa la plaza. Cada tarde, con una ingeniosidad increíble, renace un «pueblo» de tenderetes, carpas y miles de personas participan durante horas en una asamblea popular. En paralelo, se desarrollan reuniones temáticas, se organizan stands de colectivos, editoriales y librerías alternativas. Las y los sordomudos tienes asambleas en el lenguaje de signos, se organizan universidades populares al aire libre, actividades para niños y niñas, talleres de carteles, de formación jurídica, etc.
Sobre todo a la noche, se organizan manifestaciones salvajes hacia las comisarias para liberar a los manifestantes detenidos; para desmantelar las valles metálicas que vetan determinados espacios a las y los refugiados o... para ir a «tomarse un aperitivo» al domicilio del primer ministro Valls. En el momento en que el poder quería prohibir los espacios a la contestación con la implantación del estado de excepción, el movimiento lo reocupa y se habitúa a él con júbilo.
Y tras la manifestación del 9 de abril, el movimiento se extiende con la organización de Nuit Debout e intentos de ocupar plazas en numerosas ciudades. Con desigualdades, ahora mismo existen unas 60.
Nadie sabe cómo terminará el movimiento. Las primaveras árabes dieron paso a gobiernos aún más represivos y autoritarios, aunque debemos esperar el largo plazo para saber si fueron derrotadas o se trata solo de un momento de declive. El Occupy norteamericano en cambio dio paso a que se presentara un candidato como Sanders que ha puesto el tema del socialismo en la agenda electoral. Lo más probable es que estos brotes intempestivos sigan hoy acá, mañana más allá, hasta que sea imposible de evitar el cambio de paradigmas en el mundo entero.