Obama ya tiene su guerra

Parecía raro que un presidente estadounidense completara dos mandatos sin haber iniciado una nueva guerra. Es parte del historial que se le supone a todo inquilino de la Casa Blanca. Los biógrafos oficiales esperaban pacientes, Barack Obama no podía defraudar.

Pero el primer presidente afroamericano de EEUU parecía empeñado en no rellenar la casilla de conflictos bélicos de su currículum. Ya había completado un primer mandato y estaba casi a la mitad del segundo, y nada. No sólo no había iniciado su propia guerra sino que incluso se obstinaba en tratar de cerrar de cualquier forma y de prisa las que había heredado de su predecesor, el belicoso George W.Bush.

Una vez que constató que las guerras de Afganistán e Irak eran un desastre político, económico y militar, que EEUU no había logrado como pretendía dejar al frente de esos países a gobiernos estables y dóciles dispuestos a quedar bajo su órbita y servirle de plataforma para preparar el asalto de otros países díscolos de la región como Irán o Siria, Obama aceleró la retirada de sus tropas.

Esos fracasos habían tenido también como consecuencia que opciones como la yihad -perdón, cruzada- como la que lanzó Bush tras el 11-S invocando a Dios y convocando a «la batalla del Bien contra el Mal», ya no hacían subir como la espuma los índices de popularidad del presidente de turno.

Pero, finalmente, Obama, que heredó las guerras de Afganistán e Irak, va a legar a su sucesor una más, Siria… y lo que siga tras ella. Los electores han vuelto a cambiar de opinión. Las últimas encuestas muestran que más de un 70% apoya ahora la extensión de la guerra contra el Estado Islámico. Ya pocos se acuerdan de Al Qaeda, aunque existe, tiene ramas muy fuertes y acaba de abrir un nuevo frente en India.

Pero no hay que pensar que Obama estuvo desde siempre contra el Estado Islámico. «El Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) y grupos de ese tipo son una suerte de ‘JV Team.'» Era lo que decía el pasado 27 de enero. ‘Junior Varsity Team’ hace referencia en términos deportivos generalmente, a equipos juveniles de baloncesto o fútbol. En lenguaje político, un calificativo despreciativo.

Lo peor del caso es que estas declaraciones las hizo después de que el EIIL lanzara una de sus primeras grandes ofensivas en Irak, tomando por asalto una ciudad importante como Faluya, cercana a Bagdad, donde declaraba creado un «Estado islámico» y cuando ya libraba igualmente duras batallas en Siria.

¿Fallas en el servicio de inteligencia? ¿La CIA se ha declarado en huelga? No, no va por ahí la cosa. La CIA tuvo hace una década en sus manos al mismísimo ‘califa Ibrahim’. El hombre que se autoproclamó hace pocos meses «califa» del también autoproclamado «Estado» no es otro que Awwad Ibrahim ali al-Badri al.Samarrai, alias Abu Bakr Bahdadi, quien fue capturado por las tropas estadounidenses en Irak en 2004 y al que tuvieron detenido en Camp Bucca. El actual califa Ibrahim fue interrogado y torturado en Camp Bucca por agentes de la CIA, pero finalmente fue liberado tras ser considerado de «escaso valor».

Su irrupción en el escenario bélico sirio provocó una verdadera tormenta en el frente opositor. Su intolerancia religiosa, su visión ultra de la corriente neosalafista le llevó a desatar una cruenta guerra sectaria contra la mayoría de los otros grupos armados de la oposición, extendiéndola incluso a la población civil. La comunidad cristiana y kurda fue atacada por las milicias del EIIL brutalmente, al igual que las comunidades musulmanas que resistían sus órdenes en las poblaciones que caían bajo su control.

Muchas de las armas y equipos de comunicación que EEUU, Reino Unido y Francia enviaban a grupos opositores terminaban poco después en manos del EIIL, por las deserciones en las filas de esos grupos de hombres que se pasaban a esta organización, o porque eran arrebatadas en el campo de batalla una vez se extendió la guerra sectaria.

Y así las cosas siguieron enviando más y más armas. Querían alimentar a una oposición cada vez más fuerte al régimen de Al Assad, interesados en minar su poder y con ello el poder y la influencia de Irán y Rusia en la región. Volvía a repetirse el apoyo que se dio a los yihadistas en Afganistán en los años ’80, cuando el gran enemigo común era la URSS. Antes Al Qaida, ahora Estado Islámico. Parece que Estados Unidos está destinado a alimentar siempre a sus futuros enemigos.

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