Las preguntas que hoy se contrastan son variadas. Sin embargo, ante esos límites difusos vale la pena resaltar la necesidad de apagar el botón, contemplar el silencio e ir en busca de vitamina D al patio por un momento -para quienes estamos confinados hace muchos meses-. Mientras para otros, no existe ni la opción de digitalizar la vida.
Por Valentina Luza Carrión
«Cuidarme a mí mismo no es una indulgencia, es auto conservación y eso es un acto de guerra política» – Audre Lorde
Desde la OMS recomiendan máximo 2 horas al día frente a una pantalla. Hoy a más de un año del inicio de la pandemia mundial, la digitalización de la vida ha aparecido sin precedentes para quedarse en nuestros hogares.
Podemos decir que hay líneas difusas que todavía no hemos logrado divisar, tratando de combinar trabajo, educación y ocio en un mismo lugar-espacio. Nos vemos enfrentados a un loop: sabemos cuándo empieza el día, pero no cuando termina.
El hecho de haber trasladado toda nuestra vida a un plano online ha significado un desafío; tanto de paciencia como de herramientas y capacidades que se deben perfeccionar cada vez más. Acomodar los espacios para cuidar el cuerpo, trabajar la mente entre pasatiempos, ejercitarse dentro de lo posible, y al mismo tiempo lograr distracción.
¿Contamos todos con la misma capacidad para adaptarnos? La humanidad desde el principio de los tiempos confirma que sí, siempre se ha destacado por sobreponerse a los tiempos de crisis, dentro de nosotros corre nuestra naturaleza adaptativa de la misma evolución.
Sin embargo, no hay manuales para ello. Ni con toda la tecnología del mundo se puede descifrar los procesos de la humanidad. Ni tampoco adelantarse ni menos sobreponerse.
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Por ello, el exceso de pantallas o de la "tele vida" supone también un equilibrio. Este paso en nuestra historia sin dudas cambiará para siempre nuestra relación con el internet y nuestras mismas conductas fuera de la vida diaria. Tendrá múltiples consecuencias políticos sociales, económicos, y científicas. Del mismo modo nacerán generaciones que serán totalmente distintas: ¿Será este un paso para la evolución?
Las preguntas que hoy se contrastan son variadas. Sin embargo, ante esos límites difusos vale la pena resaltar la necesidad de apagar el botón, contemplar el silencio e ir en busca de vitamina D al patio por un momento -para quienes estamos confinados hace muchos meses-. Mientras para otros, no existe ni la opción de digitalizar la vida.
Las desigualdades son tremendas, y en Chile específicamente el escenario dista de alejarse en cuanto se refiere el derecho a internet. Existen muchas deficiencias en planos como la salud, vivienda, y una vida digna, que muy lejos está el escenario de exigir la alfabetización y el acceso a internet como un derecho básico del desarrollo.
En este contexto, solo nos queda la certeza de que nada será igual tras este caótico momento histórico de disyuntivas, aciertos, errores y ensayos. Hay más horizontes para conquistar, dentro del universo de las tecnologías, como también dentro de nosotros mismos.
Estamos siendo empujados a buscar el equilibrio, la mesura y la autodisciplina. También, el necesario momento de saber cuándo apagar todo, definir horarios de oficina y descansar la vista de las 8 horas frente a una pantalla.