Los testimonios de tres guerrilleras heridas y las investigaciones del Ministerio de Defensa de Ecuador arrojaron más luz sobre el ataque aéreo y terrestre del Ejército colombiano. El presidente Rafael Correa reiteró que se trató de una «masacre» y que «incluso, se hallaron cadáveres con tiros en la espalda», por lo que consideró una «nueva burla» que Bogotá siga manteniendo la teoría de la «persecución en caliente». La tensión, lejos de amainar, va en aumento.
Correa en un duro discurso, aseguró que, en esta ocasión, no será suficiente una «disculpa diplomática», porque «el territorio ecuatoriano ha sido bombardeado y ultrajado intencionadamente por parte de un gobierno extranjero». Ante «la gravedad de los hechos», ordenó la retirada de su embajador en Bogotá y, como Venezuela,