OPINIÓN | Intervenir los liceos y escuelas “a la gringa”: Una pésima idea

Por Joaquín Hernández A.
(Obervatorio de la Violencia Policial en Chile)

Primero desde la Municipalidad de Santiago, y ahora también desde el Ministerio del Interior y desde el Ministerio de Educación se han levantado voces y propuestas para intervenir el Instituto Nacional mediante la revisión de mochilas, lo que al parecer Andrés Chadwick y Marcela Cubillos quieren hacer extensivo a todo el sistema escolar a nivel nacional, esto a partir de un sólo caso de tiroteo en el contexto escolar en Puerto Montt este lunes 27 de mayo en el Patagonia College.

Pero sí, aunque parezca absurdo, un solo caso, que no marca tendencia de ningún tipo (aplicando la falacia de vestir a la excepción como regla), sirve de excusa para intervenir escuelas, colegios y liceos en nombre de la seguridad y la prevención de la delincuencia.

Pero, aunque eso de por sí parezca absurdo (y esto sin considerar las vulneraciones que implica la revisión de mochilas a menores de edad, bajo la presunción de culpabilidad), el modelo que se quiere implementar es aun más delirante, específicamente por que el país en que se ha aplicado y que hoy se ve como modelo a seguir, lejos de haber detenido, ha aumentado la violencia en el contexto escolar y los tiroteos. Nos referimos al modelo estadounidense de control de la violencia en las escuelas, que hoy por hoy implica detectores de metales, policías dentro de los establecimientos escolares (school resource officers), y estudiantes llevados a centros de detención de menores por éstos por faltas menores de índole escolar (como escaparse de la sala de clases, o uso de celulares en el aula).

Alex Vitale, en The End of Policing (Verso, 2017), analiza largamente como se ha insertado en Estados Unidos un modelo de vigilancia y orden público policial en las escuelas a partir del programa Cops in School ("Policias en la escuela"). En ella evidenció que la entrada de lógicas policiales (y de policías mismos) en el ámbito escolar sólo permitió la criminalización de niñas, niños y adolescentes, quienes eran detenidos o perseguidos por faltas disciplinarias que perfectamente podrían haber sido corregidas o intervenidas desde el personal del establecimiento, con tácticas propias de la lógica escolar. Junto a ello, se pudo demostrar que la calidad educativa y la confianza dentro del establecimiento disminuyeron considerablemente. Y por el contrario, lo otro que Vitale demuestra del caso estadounidense, es que ni los tiroteos ni enfrentamientos dentro de la escuela han disminuido, a pesar de los policías dentro, ni tampoco con el exhaustivo control a las entradas de las escuelas, que incluía revisión de mochilas, detectores de huellas digitales, y detectores de metales. Es más, las escuelas estadounidenses que no incluyeron este tipo de control, tuvieron menos casos de violencia escolar y tiroteos que las escuelas que revisaron mochilas, utilizaron detector de metales, e incluyeron policías de punto fijo dentro del establecimiento escolar. También, las escuelas que no acudieron al programa de vigilancia escolar tuvieron 5 veces menos jóvenes que terminaron entrando al sistema carcelario.

Todo esto demuestra, que en una sociedad con muchos más casos de violencia, con un fácil acceso a armas (en una buena parte de los Estados se puede portar legalmente armas), la política de aumentar el control en el acceso y comportamiento en la escuela fue un completo fracaso, que además incentiva a que niños, niñas y jóvenes accedan el circuito carcelario mediante una temprana criminalización.

Todo esto nos hace preguntarnos si por un caso excepcional se amerita este tipo de medidas, que además han probado ser fracasadas, o bien el tiroteo en Puerto Montt ha sido usado por el gobierno y el oficialismo como una catapulta para dar mas fuerza a medidas que buscan finalmente frenar e inhibir la protesta social en el sector estudiantil secundario (con énfasis en el Instituto Nacional, a más de 1000 kilómetros del tiroteo), prolongando y aumentando las políticas restrictivas y represivas de Aula Segura. También con esto, el gobierno busca fomentar el populismo penal de seguridad pública que le permitiría darle un poco de aliento a un cada vez más impopular mandato, asechado por escándalos como el viaje del hijo del Presidente a China.

Pero hay sumamente claro: seguir el modelo estadounidense de sobrevigilar las escuelas y darle poder y atribuciones a las fuerzas policiales es el error más grande que se puede cometer para la convivencia escolar.

Estas leyendo

OPINIÓN | Intervenir los liceos y escuelas “a la gringa”: Una pésima idea