Una a una se han ido cayendo las promesas de Gabriel Boric mientras estuvo en campaña para ser presidente. Además, su postura sobre diversos temas ha cambiado radicalmente tras asumir el poder. Así la inconsecuencia se está transformando en un sello de su mandato.
Por Nicolás Salazar
La última voltereta del mandatario fue abrirse a la posibilidad de aprobar el tratado de libre comercio TPP11. Pese a que antes de ser presidente, Boric se negaba a firmar el tratado, hoy como cabeza del Estado se abre a concretar el acuerdo internacional. Éste obligaría al Estado chileno a someterse a las decisiones de entidades de arbitraje internacional, donde grandes empresarios puedan demandarlo ante la amenaza de sus inversiones. Como, por ejemplo, cuando aumenten los impuestos a una empresa extractora de recursos naturales o se establezca una norma de salario mínimo mayor que el existente.
Pero han sido muchas otras las contradicciones de Boric. Cabe recordarse que cuando era diputado no apoyó la militarización de territorio mapuche, sin embargo hoy como presidente es el patrocinador de los estados de emergencia, que ven a los militares como el remedio a un problema político e histórico en la zona.
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Cómo no recordar cuando el diputado Boric apoyó los retiros de las AFP. Sin embargo, tras asumir se negó rotundamente a un nuevo retiro, argumentando que las condiciones sanitarias ya no eran tan graves, y que la inflación aumentaría. Pero, para todos ya es sabido las urgencias económicas que vive gran parte de la población en un contexto de alzas de precios sostenidas, como no veíamos en décadas.
Mes tras mes rompe una promesa o se contradice.
Así lo hizo también respecto a su intención de reformar Carabineros tras las graves violaciones a los Derechos Humanos en el gobierno de Piñera, en plena revuelta popular. Sin embargo, tras meses de mandato, ningún atisbo de reforma o cambio en esta institución ampliamente cuestionada, la que parece dirigirse sola y no tener ningún contrapeso que la controle en sus abusos constantes.
Otros puntos de su programa de campaña fue reducir los sueldos de los asesores. Al día de hoy se mantienen dichos sueldos. Y no solo eso, se han traído a formar parte del gobierno personas vinculadas a casos de corrupción graves como SQM. Es el caso de varios personeros, quizás la más reciente el de Carolina Tohá.
Boric también se comprometió a escuchar las demandas de la población y respetar el derecho a manifestación. Sin embargo, no ha sido el caso frente a las protestas de subcontratistas como ENAP o los estudiantes secundarios, quienes han sido reprimidos con ferocidad durante su mandato. Por supuesto, tampoco ha cumplido su promesa de liberar a las y los presos del Estallido Social.
Un montón de otras medidas siguen sin efectuarse, quizás la más emblemática hasta la fecha es la promesa de la condonación del Crédito con Aval del Estado, compromiso en materia educacional que tampoco ha sido cumplida. y por el contrario, se mantiene en una nebulosa constante, sumada a una serie de argumentos con letra chica que impiden su implementación.
Ante esta serie de volteretas e inconsecuencia, el gobierno de Boric más bien parece una continuación de las políticas de Piñera. Cambiar el rumbo parece cada vez más difícil para un gobierno que da la mano a torcer en favor de los poderes económicos de las grandes fortunas cada vez que se le presiona. La derrota electoral en el plebiscito pone la cosa aún más negra de seguro.
Este es un Gobierno cada vez más preocupado de aferrarse al poder, capaz de traicionar sus propias promesas de forma descarada y sin siquiera explicárselo a su propio electorado, generando una decepción y rabia que en algún momento le pasara factura.
En medio de una crisis económica grave que mantiene en la incertidumbre a millones de personas en Chile, el Gobierno parece no dar el ancho ante la emergencia, menos aún si ni siquiera puede cumplir sus propias promesas de campaña, ni dignarse siquiera a explicar el por qué de sus volteretas inconsecuentes.