Unidades de la OTAN que participan en la operación militar en Libia dejaron morir de hambre y sed a finales de marzo en el Mediterráneo a decenas de inmigrantes africanos al hacer caso omiso a las peticiones de socorro enviadas desde la embarcación en la que viajaban con destino a Lampedusa y que quedó a la deriva, según ha denunciado el diario británico «The Guardian». Sólo once de sus 72 ocupantes sobrevivieron. La Alianza Atlántica rechazó categóricamente esa afirmación.
GARA | LONDRES
La OTAN tuvo que dar ayer explicaciones después de que el diario británico «The Guardian» informara de que al menos 61 inmigrantes africanos murieron de hambre y sed en el mar Mediterráneo, tras quedar a la deriva el barco en el que trataban de llegar a la isla italiana de Lampedusa y no ser socorridos por los barcos que la Alianza tiene desplegados en la zona en el marco de la operación militar en Libia. La OTAN negó rotundamente la información y aseguró no haber recibido petición de ayuda alguna.
El barco, que partió de Trípoli con 72 personas a bordo -incluidos mujeres, niños y refugiados políticos- quedó a la deriva a finales de marzo y pese a que pidió ayuda a los Guardacostas italianos y contactó con un helicóptero militar y un buque de guerra de la OTAN, no se llevó a cabo ninguna operación de rescate, precisa el rotativo.
Sólo once de las personas a bordo consiguieron sobrevivir, aunque dos fallecieron después; el resto murió de hambre y sed tras pasar 16 días en el mar. Según relató uno de ellos, Abu Kurke, que sobrevivió gracias a que bebió su propia orina y se comió dos botes de pasta de dientes, «cada mañana nos despertábamos y había más cuerpos, que dejábamos 24 horas y luego los lanzábamos por la borda». El 10 de abril, las corrientes llevaron el barco hasta una playa cerca de la localidad libia de Zlitan, cerca de Misrata.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) pidió una mayor cooperación de barcos comerciales y militares en el Mediterráneo para salvar vidas, puesto que el derecho internacional del mar obliga a cualquier embarcación a responder a llamadas de socorro de otros barcos cercanos. «El Mediterráneo no puede convertirse en el lejano oeste. Los que no socorren a personas en el mar no pueden permanecer sin castigo», subrayó su portavoz, Laura Boldrini.
«Denegación de auxilio»
Por su parte, el padre Moses Zerai, un religioso eritreo en Roma que dirige la organización que defiende los derechos de los inmigrantes Habeshia, denunció que «hubo una denegación de auxilio que llevó a la muerte de más de 60 personas, entre ellas niños». El religioso, una de las últimas personas en comunicarse con los inmigrantes antes de que su teléfono vía satélite se quedara sin batería, incidió en que «esto constituye un delito y no puede quedar impune porque las víctimas eran inmigrantes africanos y no turistas en un crucero».
Según la investigación realizada por «The Guardian», el barco zarpó de Trípoli el 25 de marzo con 47 etíopes, siete nigerianos, siete eritreos, seis ghaneses y cinco sudaneses a bordo. Veinte eran mujeres y dos niños, uno de ellos de un año de edad.
Su destino era Lampedusa, pero 18 horas después de partir la embarcación comenzó a sufrir problemas y a perder combustible. Los inmigrantes utilizaron el teléfono vía satélite para llamar a Moses Zerai a Roma, quien contactó con los Guardacostas italianos. Éstos le dijeron que se dio la alarma a las autoridades competentes y se determinó que el barco estaba a 60 millas de Trípoli.
Los supervivientes indicaron que un helicóptero militar sobrevoló la embarcación e hizo llegar botellas de agua y paquetes de galletas a los pasajeros, a los que se les pidió que aguardaran a que otro barco viniera a rescatarles. Sin embargo, según su relato y el de las personas que hablaron con los inmigrantes mientras estuvieron a la deriva, ningún barco acudió en su ayuda.
«The Guardian» aseguró que ningún país ha reconocido haber enviado el helicóptero. Un portavoz de los Guardacostas italianos señaló que se avisó a Malta de que «el barco se dirigía a su zona de búsqueda y rescate y emitimos una alerta para que los barcos, civiles y militares, buscaran la embarcación, obligándoles a intentar un rescate». Malta niega cualquier implicación.
La ayuda no llegó y el 27 de marzo el barco se quedó sin combustible y a la deriva. El 29 ó 30 de marzo, llegó a las proximidades de un buque de guerra de la OTAN. Según los supervivientes, dos cazas despegaron y sobrevolaron su barco mientras los inmigrantes les mostraban a los dos niños. Tampoco entonces recibieron ayuda. A partir de ese momento, sin alimentos ni agua, comenzaron a morir.
El diario británico concluyó, según sus investigaciones, que el buque de la OTAN era el francés «Charles de Gaulle». Las autoridades navales galas negaron primero que el portaaviones se encontrara en la zona en esas fechas y luego rechazaron comentar las noticias publicadas que indicaban que eso no era cierto.
Ayer, la OTAN desmintió a «The Guardian» al señalar que sólo uno de sus barcos se encontraba de servicio esos días, que era el italiano «Garibaldi» y que se hallaba a más de cien millas náuticas del lugar. Indicó que no se recibió ninguna petición de ayuda y no hay registros del incidente. «Las unidades de la OTAN son plenamente conscientes de sus responsabilidades y el salvamento de vidas en el mar», aseguró un responsable. Agregó que por esas fechas rescataron a 500 inmigrantes en dos operaciones.
Naufragio tras salir de Trípoli
Por otro lado, varios refugiados que procedentes de Libia llegaron el domingo a Lampedusa a bordo de un barco que transportaba 800 inmigrantes aseguraron haber presenciado el naufragio de otra embarcación proce- dente de Trípoli.
«Ellos iban por delante de nosotros, a poca distancia de la costa cuando el barco, que iba sobrecargado, volcó, posiblemente a consecuencia de una mala maniobra», relató uno de los refugiados a la agencia de noticias italiana Ansa. «Fue terrible, había muchísimos cadáveres», añadió.
Según Ansa, la tragedia se habría producido el viernes al amanecer, aunque no ha podido ser confirmada.
El barco hundido transportaba más de 600 personas y «decenas y decenas habrían muerto» aunque algunos podrían haber alcanzado la orilla a nado.
Oxfam International denunció ayer que Naciones Unidas no protege adecuadamente a los civiles afectados por conflictos bélicos y acusó específicamente a su Consejo de Seguridad de llevar a cabo prácticas «incoherentes y parciales» en ese sentido.
Así lo aseguró en su informe, recogido por Efe, sobre protección de civiles de 2010, en el que se analiza la actuación del Consejo de Seguridad para proteger a civiles atrapados por 18 conflictos armados, que Oxfam, tachó de «ineficaz». La ONG acusó al «organismo más influyente de la ONU» de actuar sin tener en cuenta «las necesidades reales sobre el terreno» y sin contar con buena información sobre los civiles afectados. GARA
Las decenas de miles de refugiados que huyendo de los combates en el oeste de Libia han llegado al sur de Túnez han sido acogidos en su gran mayoría por las familias tunecinas de la región y su presencia es poco visible.
Hay alrededor de 50.000 refugiados libio en el sur de Túnez, según el Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR), sobre todo en el área de Tatauine, a 130 kilómetros del puesto fronterizo tunecino de Dehiba. Allí, entre el 30 de abril y el 7 de mayo, las autoridades tunecinas han registrado el paso de 16.000 refugiados.
Dos campamentos, el primero a unos kilómetros de la frontera y el segundo en Remada (a 50 kilómetros), acogen a al menos 3.000 de ellos. En Tatauine, se está construyendo un tercer campo, previsto para acoger a mil personas
El resto de refugiados parecen haber desaparecido a pesar de la presencia en toda la región, y especialmente en las calles de Tatauine, de numerosos vehículos matriculados en Libia. De hecho, esos refugiados son alimentados, alojados y ayudados por familias del sur de Túnez.
En la Casa de la Juventud de Tatauine, Fethi Sayeb, un voluntario tunecino, prepara comida para 25 familias de refugiados. «Ellos son nuestros hermanos, hemos compartido mucho tiempo la misma cultura que los libios de Djebel Nafussa (macizo montañoso libio cerca de la frontera) y en una misma casa no hay fronteras», asegura.
A unos pasos de ahí, en una pequeña casa, los tunecinos abrieron hace mes y medio un almacén al que los refugiados acuden a buscar aceite, pasta o pañales. Según Belkacem Zorgani, voluntario tunecino, hay una treintena de centros similares en Tatauine, abiertos por voluntarios y abastecidos gracias a donaciones en dinero o en especies.
«Ayudamos a nuestros hermanos libios con alojamiento y alimentos, pero no somos ricos y les pedimos a las organizaciones internacionales que vengan a ayudarnos», añade Zorgani que ya ha registrado en su centro a 1.319 familias destinatarias de estas ayudas.
Mohamed Lazrag, un comerciante, acogió en una casa suya a una familia de refugiados de 28 personas. «Todos somos de la misma familia, a un lado y otro de la frontera», explica.
La familia de Youssef Errani, un ganadero de carneros, llegó hace veinte días en un viejo camión italiano que ahora está aparcado delante de la casa. Su familia la componen cuatro hijas cuyos maridos se quedaron a combatir en Libia. Alrededor de un patio de cemento, lugar de juegos para los niños, nueve piezas permiten alojar a toda la familia Errani. Las mujeres van a cada dos o tres días a por alimentos a un centro de distribución de ayuda para poder cocinar en la casa. P.M. GIRAUD (AFP)