Por Marcos Hidalgo Alarcón
El asesinato de tres carabineros en Cañete la madrugada de este sábado ha causado impacto en distintos niveles, en un contexto generalizado de desconfianza y donde la temática de seguridad ha sido derivada -en este y otros casos- a la eterna idea de la militarización. Hoy, la clase política y los grandes conglomerados del negocio de las comunicaciones han hecho gárgaras recogiendo cuñas y filtrando información -cuyo medio favorito pareciera ser La Tercera- que lleva poco más de 24 horas de investigación.
El hecho es claro, y viene a marcar un punto de inflexión tras las diversas voces de la clase política chilena que relacionan -anticipadamente- el asesinato de carabineros a comunidades mapuche dejando caer todo el peso del racismo y la demagogia que prolifera por la crisis de seguridad que afronta el país; una crisis en la que, por lo demás, la derecha chilena cuenta con un gran peso sobre sus hombros, pero que hoy ante un gobierno entreguista no se ve cuestionada ni emplazada.
Los réditos políticos no se dejan esperar. En contexto de campañas, el sarcófago -y las caras no tan nuevas- buscan posicionarse repitiendo como loro las filtraciones de hipótesis, videos que dan supuesta cuenta del hecho difundidos casi en tiempo real por APRA y resultados preliminares que se manejan en la investigación, acompañadas de una posición que viene a validar la vulneración como práctica política.
Rodrigo Díaz, Gobernador regional del Biobío: «Yo espero que el Gobierno envíe un proyecto de ley al Parlamento y que sea acogido por los parlamentarios. Por ejemplo, para reponer la pena de muerte para quienes asesinan a los policías»; Karen Medina, diputada por el Distrito 21 y militante del Partido de la Gente (PDG): «El que mata a un carabinero merece la muerte en este país»; Javier Macaya, presidente de la UDI: «se requiere que, más que condolencias, una respuesta militar. Menos condolencias y más tanques. Menos palabras de aliento y más acción concreta militar»; José Antonio Kast: «Llegó la hora de terminar con el buenismo y atacar con fuerza el terrorismo. Estado de sitio, cierre y fortalecimiento de fronteras y destitución del gabinete de seguridad urgente»; Militancia oficialista en el Biobío: «No permitiremos que la violencia sea costumbre en nuestra región, es más, la condenamos tajantemente, por lo que nos ponemos total y absolutamente a disposición para cualquier trabajo colaborativo, y así, combatir entre todos y todas la violencia» -como si la violencia hubiera iniciado ahora y no llevara incluso todo su gobierno presente en Wallmapu-. Las cuñas suman y siguen.
El cerco de la militarización se venía corriendo desde hace tiempo. Desde el bukelismo impulsado por paladines del mausoleo político, pasando por el negacionismo propio del pinochetismo, llegando incluso al reciente «correr bala» de Axel Kaiser dan cuenta de aquello; pero que no se quedan ahí, sino que son -a esta altura- incontables figuras políticas, influencers, «outsiders» y perfiles falsos en redes sociales que han capitalizado el descontento generalizado de la población, empujándolo a las grietas de la democracia para llevar agua a su molino.
Con un toque de queda en Contulmo, Tirúa y Cañete; con el respaldo de sectores políticos como la Asociación de Municipalidades para el general director de Carabineros, Ricardo Yáñez, que han exigido la destitución del fiscal que lidera el proceso judicial en su contra por vulneraciones a los Derechos Humanos en el marco del Estallido Social; con TVN apelando al respeto de la «multiculturalidad» para rechazar la violencia «contra la sana convivencia y los valores democráticos»; con todo esto, hoy se corrió el cerco más allá de la militarización.
Hoy ganó el discurso de la seguridad militar, el despliegue de Fuerzas Armadas, la oxigenación de Carabineros. Gana la clase política chilena a costa del asesinato de tres carabineros en circunstancias que llevan poco más de 24 horas de investigación, sobre la que ya se arroja una verdad absoluta ligada a la famosa «lucha contra el terrorismo» en Wallmapu. Hoy gana lo que está más allá de la militarización de territorios. Hoy, gana el odio.
Mañana ¿Quién ganará?