Por Víctor Hugo Robles | @elchedelosgays
Mientras la élite parlamentaria negociaba calculadora en mano -y en el bolsillo- la composición de la nueva mesa de la Cámara de Diputados y Diputadas de Chile, resultando apenas electa la militante comunista Karol Cariola Oliva, un grupo de activistas de la disidencia sexual nos agrupamos en el frontis del Museo de Arte Contemporáneo del Parque Forestal para activar una respuesta comunitaria a las personas LGBTIQ+ en calle, compañeras vulnerables que denuncian discriminación social y violencia institucional de parte de la alcaldesa Irací Hassler Jacob, camarada de la diputada Cariola. Y así, mientras «la izquierda transa su culo lacio en el parlamento", como escribió el insurrecto Pedro Lemebel en su «Manifiesto. Hablo por mi diferencia», el bajo pueblo de Santiago no escuchaba noticias, ni gritos, ni aplausos, ni mucho menos era testigo de la patética satisfacción del diputado Gaspar ‘Bukele’ Rivas que, traicionando a su montonero Partido de la Gente, aceptó la cuestionada oferta del Gobierno de Chile a través del ministro Álvaro Elizalde y se transformó en polémico nuevo vicepresidente de la Cámara de Diputados.
Muy lejos de estos disputados negocios políticos en Valparaíso, nuestra legítima y urgente acción buscaba -y sigue buscando- colaborar con las personas que sobreviven en calle, acercando ayuda material, frazadas, carpas y documentos, registrando testimonios de vida, más bien sobrevida, buscando compartir y generar urgentes e importantes cambios. ¿Es ‘miserable’ publicar estas historias como nos acusa el Movilh? No. Es apremiante y necesario. Las mismas compañeras en la calle dicen que no es miserable publicar sus historias porque la miseria sería no empatizar con ellas. Por eso están dispuestas a relatar sus duras historias, recordando promesas y compromisos no cumplidos de las autoridades políticas pasadas y presentes, incluyendo la desidia de organizaciones de la diversidad que publicitan su compromiso con los Derechos Humanos de la comunidad disidente sexual.
Un icónico gay en calle
Y por eso un puñado de activistas llegamos al Parque Forestal y apañamos a las compañeras en calle, faltaron muchos otros que no pudieron llegar pero que pronto se sumarán. En estos fríos días estamos compartiendo los testimonios de resistencia de Cony, Paris, Colomba y Moca. Sí, la gran y estupenda Moca Valdés Carvajal de las noches gays y del glamour travesti. Ella, la mismísima Moca que al igual que otras LGBTIQ+, vive o sobrevive en la calle a la vista de todos y la inacción de muchos. Paris y Moca son las caras más visibles y diversas, las caras de la misma moneda, las caras de la desidia e indiferencia del Estado. Porque mientras Paris, Moca y otras amigas resisten la transfobia, la discriminación policial e institucional, la violencia municipal y el desprecio social, la élite se autoaplaude y autocelebra. Al caer la noche, cuando la TV hablaba de la nueva presidenta de la Cámara de Diputados y Diputadas, la alcaldesa Hassler festejaba dichosa con la diputada Cariola, mientras la comunidad LGBTIQ+ en calle pensaba cómo sobrevivir otra noche más en Santiago de Chile.
«Mi nombre es Moca Valdés Carvajal, soy artista y ahora estoy en una situación muy difícil, en una investigación, dijo la otra. Soy indigente», declara Moca, nuestra querida e icónica artista del under criollo, iniciando una dura e impactante conversación en el frontis del Museo de Arte Contemporáneo, el mismo museo donde Moca se fotografió y lució como una de las mejores modelos de otros tiempos. Una conversación que ha recorrido redes, generando múltiples reacciones, desde el afecto y la emoción, hasta el desprecio y la acusación. Muchas verdades, otras falsedades y muchos supuestos. Lo cierto es que después de diversas crisis familiares y personales, Moca sobrevive en calle. Sin trabajo, sin redes de apoyo y sin el cariño de esa comunidad gay que tanto la aplaudió. Está dolida y triste aunque sonríe pero por educación. La conozco desde hace años, compartí con ella en muchos carretes y durante agitadas noches colas interminables. Pero todo tiene su final y la noche homosexual se apaga con el sol. Hoy Moca no tiene casa, no tiene trabajo, no tiene amigos de carrete, ni mucho menos disfruta de las fiestas locas locales. Solo tiene una mochila, sus zapatillas gastadas, algunos pesos que gana vendiendo ropa y objetos reciclados en el Barrio Lastarria. Tiene dulzura, mucha dulzura y muchísima humanidad. Una amiga, colega periodista, me comentó hace días que se encontró con ella en el barrio y me dijo que Moca vive en la calle. Me impactó mucho porque Moca fue siempre glamour. Y era verdad. Moca está en la calle.
La Moca Valdés de siempre
Hace días, mientras registraba testimonios de otras personas LGBTIQ+ en calle, apareció Moca. Nos abrazamos, conversamos y me contó su actual vida. ‘No doy más, amiga. Esto es mucho para mí. No soporto tanta violencia’, me dijo. Moca lloró y yo igual pero en silencio contenido, pensando en alguna broma cualquiera que nos salvara del abismo. Y así fue, del llanto pasamos a la risa y apareció la Moca de siempre o casi siempre. ‘Quiero comer una cazuela’, me dijo cuando le pregunté qué necesitaba. ‘Ya poh’, respondí. La cita era en la Plaza de Armas pero me atrasé y Moca se fue. Después la reencontré en el barrio Bellas Artes. ‘Yo no espero más de 10 minutos’, me dijo. Nos reímos y compartimos con otras compañeras reunidas en el Parque Forestal. La entrevisté y se sinceró. Habló de la discriminación y la violencia en el país. Está golpeada pero fuerte y clara. Moca pide trabajo. Desea cantar pero le falta un parlante. Moca está cansada de la noche desolada y la mala alimentación. Moca quiere reencontrarse con afectos y amores. Moca quiere volver a ser la gran Moca, nuestra querida e histórica Moca Valdés de siempre.
Puedes revisar entrevista a Moca Valdés haciendo clic acá.