Población LGBTIQ+ frente a la dictadura cívico-militar

La historia de las disidencias sexuales en Chile aún es un área poco estudiada; no obstante en las últimas décadas se han realizado estudios que tienen por finalidad el rescate y la difusión de la memoria histórica LGBTIQ+. Gracias a esto es que hoy se pueden abordar diversos aspectos históricos de las disidencias sexuales en la dictadura cívico-militar.

Por José Figueroa Soto

Meses antes del golpe de Estado de 1973 que dará inicio a diecisiete años de dictadura, en un contexto de cambios políticos y sociales, travestis, lesbianas y homosexuales realizaron la primera protesta LGBT de la que se tenga registro, exigiendo el fin a la persecución y hostigamiento policial.

Sin embargo, no es hasta finales de los años ochenta que se volverán a levantar manifestaciones públicas reivindicativas de la diversidad sexual, ante lo cual es necesario preguntarnos: ¿Cómo vivió esta población el terrorismo de Estado implantado por la dictadura?

Tras derrocar al Gobierno de la Unidad Popular liderado por Salvador Allende y tomarse el poder, las Fuerzas Armadas y de Orden fueron autoras de detenciones, torturas y asesinatos en contra de las fuerzas políticas de izquierda o de quienes "atentaran contra el régimen".

Lamentablemente, las disidencias sexuales no fueron ajenas a estas violaciones de derechos humanos.

El medio digital El Dínamo  dio a conocer en 2017 la declaración de un ex agente de la Armada, quien habría confesado asesinar a una persona a causa de su orientación sexual en 1975, en la ciudad de Arica. La noticia tildaba el hecho como "el único asesinato por orientación sexual ocurrido durante la dictadura en Chile". No obstante, algunas investigaciones plantean lo contrario; es decir, no fue el único crimen en razón de la orientación sexual.

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En el libro "Bandera Hueca: historia del movimiento homosexual de Chile" escrito por Víctor Hugo Robles, se narra un hecho ocurrido en el primer año de la dictadura, en el cual se vieron involucradas dos travestis identificadas como la Chela y la Lety, quienes fueron asesinadas a manos de efectivos militares.

"Esto ocurrió en el barrio de San Gregorio, donde vivían mis amigas. En un habitual operativo militar y al percatarse los milicos que mis amigas eran maricas, las sacaron a unas canchas abandonadas, les ordenaron correr en la oscuridad y les echaron unos perros hambrientos para matarlas. A la Lety la mataron los perros a puros mordiscones y a La Chela la remataron con una bala en la cabeza».

Este crudo relato y lo señalado en el libro nos da a entender que el crimen es cometido a causa de la orientación sexual e identidad de género de ambas: asesinadas por el hecho de ser travestis.

De manera similar Anna Desrues, en un estudio publicado en 2019 por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, aborda a la diversidad sexual en dictadura, recopilando testimonios de sus propias protagonistas; así encontramos el testimonio de una mujer lesbiana  quien asegura que su orientación sexual era una agravante para quienes eran sometidas a tortura.

"El hecho de ser lesbiana era, además, condición agravante para aquellas que caían en las manos de los torturadores. A los golpes y abusos sexuales, se sumaban insultos de todo tipo para las valientes que no ocultaron su lesbianismo. Para aquellas cautelosas que elegían mantenerlo en el secreto, grande era la sorpresa cuando descubrían que de alguna forma la información había llegado a los oídos militares. (…)Cuando me interrogaban me preguntaron por mi jefa de ese tiempo que era lesbiana y por el tipo de relación que yo tenía con ella."

Asimismo, otra presa política del régimen, comenta que existían castigos "correctivos" en las sesiones de tortura.

"Me decían, por ejemplo, que lo que yo necesitaba era un hombre que, en sus palabras, ‘me culiara’, para saber como era la cosa... Fui discriminada y torturada por mi lesbianismo, a la vez que por mi feminismo y andar metida en cosas de hombres."

Junto a ello, Desrues señala que dentro del castigo físico existía especial atención hacia personas trans u hombres con apariencia "femenina", debido a que se evidenciaba una constante alusión, de manera despectiva, a su apariencia y orientación sexual, modificando la apariencia de estas personas mediante el corte de pelo – muchas veces a tirones hasta que saliera de raíz -, dejando en evidencia la fijación heteronormativa del Régimen.

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Pese a la violación de derechos humanos, traducidas en prisión, tortura y homicidio, las personas LGBTIQ+ conformaron agrupaciones resistiendo al régimen político y social que les oprime. Ejemplo de ello, es la primera colectiva lesbofeminista «Ayuquelén», fundada luego del homicidio de Mónica Briones, presuntamente a manos de agentes del Estado, la cual impulsó el levantar la voz por las lesbianas, además de visibilizar y exigir justicias sobre el caso de Mónica.

Del mismo modo, a finales de los años ochenta aparece el colectivo «Las Yeguas del Apocalipsis», quienes visibilizan a través de performance la violación a los derechos humanos y a la comunidad LGBTIQ+.

También nace «La Corporación Chilena de Prevención del SIDA» (Accióngay), aglutinando a la población homosexual, luchando por los derechos de las personas que viven con VIH/SIDA y educando al respecto.

Parte de la población LGBTIQ+ integró partidos políticos de izquierda, quienes en muchos casos debieron ocultar su orientación sexual por miedo a ser discriminades y expulsades de estos; situación denunciada por Pedro Lemebel en 1986.

Por otro lado, existían espacios de resistencia que no necesariamente tenían un tinte político, como lo eran discotecas, cines homosexuales, bares, plazas; lugares en los que no se conversaba de lo ocurrido en el país, pero si fueron espacios de encuentro de  las disidencias, luchando contra de la heteronormatividad imperante.

Si bien no se puede afirmar que haya existido un organismo destinado exclusivamente a reprimir a la población LGBT+, la represión y la violación a los derechos humanos por parte de la dictadura, marcaron la historia de esta población; violaciones que no han sido reconocidas explícitamente por los informes: Rettig y Valech.

Además, es necesario señalar que la persecución policial hacia esta población no finalizó con el retorno de la democracia.

Finalmente, solo queda señalar la necesidad de recopilar la memoria y estudiar la historia disidente de Chile, con el objetivo de aportar la experiencia de compañeras, compañeres y compañeros que han resistido durante años a este sistema heteronormativo, lucha que aún tiene mucho camino por delante.

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