Fundación Sol con su investigación "Pobreza de tiempo y desigualdad: la reproducción del capital desde una mirada feminista" se refiere a los estándares de desigualdad y pobreza de tiempo, desde una perspectiva de roles de género y división sexual del trabajo dentro de los hogares. En ella se determinó, entre otras cosas, que cerca del 53% de las mujeres que trabajan remunerada y no remuneradamente se encuentran en posición de pobreza de tiempo, frente al 36% de los hombres.
Por Valentina Luza Carrión
La investigación "Pobreza de Tiempo y Desigualdad: la reproducción del capital desde una mirada feminista" publicada por Fundación Sol y realizada por las investigadoras Francisca Barriga, economista de Universidad de Chile, y Andrea Sato, historiadora, arrojó claves resultados sobre la realidad de los hogares del país, y su estrecha relación desigual con el tiempo de las mujeres.
La investigación evidenció la estrecha relación entre la productividad del mercado y los hogares como unidades de reproducción del capital. Para ello, se cuantificaron las horas suministradas al trabajo remunerado y no remunerado -considerado como doméstico- en una "Línea de la Pobreza del Tiempo" que fija una jornada y media legal en Chile, considerada en 67,5 horas de trabajo semanal. Para el caso, se consideraron las cifras de la Encuesta Nacional del Uso del tiempo (ENUT) 2015.
Considerando 8 horas destinadas a dormir, 1 hora para cuidado personal (aseo, limpieza, etc.) 2 horas de transporte y 9,5 horas de ocio, la semana dispondría con 67,5 horas semanales que pueden ser destinados a trabajos.
Los hallazgos calculan amplias brechas en el uso del tiempo entre hombres y mujeres en las llamadas "unidades productivas" como los hogares. Para las investigadoras, estos espacios significan el sostén de la vida y también del capital, siendo una de estas las motivaciones para generar una visión integradora sobre el uso y el valor del tiempo.
Entre los resultados generales se observan que las mujeres dedican 41 horas semanales a trabajos no remunerados, extrapolando a sus otras tareas y los tipos de hogares, mientras que los hombres en el mismo periodo solo dedican 18 horas a la semana.
Frente a ello, las investigadoras plantean que la disputa del tiempo es una disputa política y por la vida, generando indicadores que permitan cuantificar esta dimensión en la vida de las mujeres, la que genera discriminación y desigualdades de forma multidimensional. Francisca Barriga, investigadora de Fundación SOL, conversó con RESUMEN al respecto:
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¿Cuáles fueron los puntos de partida que evidenciaron la necesidad de realizar esta investigación y visibilizar las desigualdades que se plantean de forma multidimensional?
Nos movieron muchos elementos, vimos la necesidad de construir indicadores, tanto de pobreza como de desigualdad del tiempo, que tuviesen una mirada más integral de lo que vendría siendo la palabra trabajo. En general, el trabajo se observa siempre desde una perspectiva asociada al mercado laboral, por lo tanto, el trabajo remunerado. Siempre se deja de lado el trabajo no remunerado, el trabajo doméstico, de cuidados, que al final nosotras entendemos que son los trabajos que sostienen la vida de muchas formas y el propio mercado. Sin estas labores, el mercado no podría funcionar, que son totalmente invisibilizadas y desvalorizadas.
Al existir esto, muchas veces la economía y los indicadores económicos no la observan y no la consideran relevante. Por lo tanto, una de las motivaciones que nos lleva a hacer este estudio es poder aportar a estos indicadores con una perspectiva feminista que al final pueda observar en globalidad la situación de los hogares y de las mujeres particularmente.
Dentro de las unidades domésticas existen relaciones de poder que generan desigualdades dentro de pobreza de tiempo, uso y calidad de tiempo, eso nos parecía muy interesante de observar también. ¿Efectivamente estamos valorizando el tiempo? ¿Nos estamos preguntando cómo lo estamos utilizando? Relaciones de poder no solo entre parejas, sino es algo que se reproduce una organización de trabajo independiente de la relación que se tenga.
¿Por qué decidieron abordarlo desde una perspectiva feminista y no otra?
En ese sentido, esa es nuestra motivación de abarcarlo desde una perspectiva feminista, porque el feminismo nos dice que lo personal es político. Tenemos que sacar este velo de las relaciones de poder que existen dentro de los hogares y desnaturalizar esta estructura que existe en estos espacios. Desmitificar que es un espacio armónico en el que supuestamente no existen tensiones cuando sí las hay, hay espacios jerárquicos dentro de los hogares.
Quisimos evidenciar la brecha entre hombres y mujeres. Una con el indicador de pobreza de tiempo, que considera el trabajo remunerado sumado al no remunerado, y otro que contemple exclusivamente trabajo no remunerado.
En la primera parte, vemos que más de la mitad de las mujeres aproximadamente el 53% estaría en pobreza de tiempo versus el 36% de los hombres. Aquí ya desmitificamos que los hombres van al mercado laboral y las mujeres no. Las mujeres trabajan muchas más horas que los hombres a la semana generando una doble presencia en los espacios domésticos y laborales, situación que se agudizó por la pandemia.
En el caso de las mujeres que se dedican exclusivamente a labores domésticas, dos de cada 10 mujeres están en pobreza de tiempo versus 2 de cada 100 hombres.
Nos fuimos a observar los tipos de hogares para hacer una correlación con el primer resultado. Aquí evidenciamos las diferencias entre familias biparentales, con hijos en el cual el 61% de las mujeres está en pobreza de tiempo versus el 40% de los hombres. Esto mismo, nuclear biparental sin hijos, 45% las mujeres versus el 30% de los hombres.
Entre los resultados arrojados, se evidencia que la pobreza del tiempo en las mujeres se extiende más allá de la maternidad y que se encuentra presente en todo tipo de hogares ¿Cómo se explica esto?
Finalmente vemos que la división sexual del trabajo no está relacionada directamente a la maternidad y paternidad, es previo o trasciende ese tipo de relaciones, donde en una pareja la mujer está subsidiando todo el trabajo no remunerado. Esto se encuentra dentro y fuera de los hogares, esto explica la inserción endeble del mercado laboral y las condiciones precarias de los trabajos remunerados a las mujeres. Esto se explica porque las mujeres buscan mayor flexibilidad para poder cumplir en estas labores no remuneradas y porqué el mercado ofrece este tipo de labores a las mujeres.
Siempre se habla de este techo de vidrio hacia las mujeres, que no pueden llegar a "altos cargos"- que es cierto- y se deja de lado esta división horizontal. Es decir, estas áreas feminizadas en el mercado laboral, que están relacionadas a estas labores que sostienen la vida como los cuidados, la salud, y que justamente son las que está más precarizadas.
Se observa en la teoría, y se dice que estas son áreas precarizadas porque son feminizadas, y son precarizadas porque están feminizadas. Es decir que, el mercado se da la licencia de alguna manera de entregar peores condiciones laborales al existir mayor proporción de mujeres.
Desde su perspectiva ¿Dónde se encuentran las claves para eliminar las brechas? O las bases para comenzar a generar conciliaciones o mejor organización social de los tiempos
Pasa por un cambio cultural en primer paso. Que se empiece a observar, que se visibilice todo este trabajo, no puede ser que el 88% de las mujeres que están en un inicio del ciclo familiar, es decir con hijos recién nacidos (menores de 6 años), estén en pobreza de tiempo, lo que equivale a 8 de 10 mujeres.
Es un hecho que debemos dejar de desnaturalizar. Una primera apuesta es la visibilización para entregarle valor a estas labores y hacer un cambio de paradigma en ese sentido. Es decir, muchas veces nos dicen 'que las mujeres entren a más carreras de ciencias y matemáticas' pero nadie se está cuestionando también porque los hombres no quieren entrar a carreras pedagógicas, por ejemplo. ¿Por qué no dar vuelta esta concepción cultural?
Por otro lado, nos parece clave hablar de los cuidados y de des-privatizar los cuidados. Por una parte, las mujeres dejen de subsidiar a los hombres en estas horas de trabajo no remunerado, pero también que se entienda que el trabajo no remunerado es una reproducción social. Acá no hay trabajo de reproducción y reproducción separada, sino que forman parte de una misma cadena.
Es una obligación social evidenciarlo así. Debemos avanzar en esta corresponsabilidad en conjunto y sacar esta red de cuidados del espacio privado para hacernos cargo colectivamente de esto. Buscar maneras de generar programas nacionales y plurinacionales de cuidado, desde una perspectiva institucional y aprovechando las redes ya comunitarias que existen, dándole valor a esos espacios también. Son varios pasos en varias dimensiones que se deben hacer en conjunto. Y también observar quién va a pagar esto ¿Los hogares, las mujeres, la sociedad, etc.? Hay consensos a los que se debe llegar.
Considerando todos los resultados ¿Cuál fue el que más les causo impresión al respecto en sus relaciones, desigualdad de tiempo/pobreza de tiempo/pobreza de mercado?
Nos parece importante evidenciar la pobreza de tiempo y la pobreza de mercado. Como la pobreza monetaria, que según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica (CASEN 2017) que habla de una pobreza oficial de un 9% según tipo de hogar y jefatura, y cómo eso avanza o crece cuando vemos solamente los ingresos del mercado. Para ello utilizamos los cálculos en otra investigación de Fundación Sol "No es amor, es trabajo no pagado", donde vemos que la precarización de la vida de manera general.
Hicimos un análisis diferenciado entre hombres y mujeres, con jefes de ambos sexos en las familias. Vimos que los hogares que tienen jefas de hogar monoparentales, donde solo está la mujer, la pobreza pasa a un 13% de los hogares y si le sacamos las transferencias del Estado, esto pasaría a un 45%. Es decir, cerca de la mitad de los hogares que tienen jefas mujeres y están en esta condición se encuentran en pobreza de mercado.
Esto es muy interesante de observar para generar un complemento integral de los indicadores de la investigación. Avanzar hacia indicadores que no sean sesgados por el sistema patriarcal o androcéntrico, la apuesta de entrar a una economía feminista ganándole a esta idea tradicional de la economía donde no vemos estas cosas, cuestionando qué es producción y qué es reproducción.
Para ambos sexos, el mercado no está entregando herramientas para sacar a los hogares de la pobreza, el Estado debe estar constantemente subsidiando los resultados del mercado para que los hogares no estén en pobreza. Al observarlo por hombres y mujeres, el 53% estarían entrando en pobreza de mercado. En el caso de las adultas mayores, que si no tuvieran el pilar solidario, entrarían en pobreza de mercado.
Eso queríamos ver, cómo se cruza en distintos sistemas esta visión de integrar y no separar forzosamente los espacios. No separar la pobreza de mercado con la pobreza de tiempo.
Puedes revisar la investigación completa haciendo clic acá.
Fotografía principal: RadioUdeChile | Arton