Por Ruperto Concha / resumen.cl
Opción 1: Spotify
Opción 2: archive.org
Este primer domingo y segundo día de 2022 es un buen momento entre gente amiga para formular los mejores deseos para este año que, lo digo sin temor a exagerar, se nos muestra como el año más peligroso de toda la Historia de la Humanidad.
Atendiendo al efecto festivo de este domingo, no voy a intentar hacer aquí un análisis de la realidad internacional que desnude la peligrosidad que nos amenaza. Bastará hacer un listado sencillo y breve de las situaciones. Esta será una crónica cortita.
Comencemos con el encuentro telefónico entre los presidentes Joseph Biden, de Estados Unidos, y Wladímir Putin, de Rusia, el pasado jueves 30 de diciembre. El diálogo duró 50 minutos y en su mayor parte es un secreto. Pero hay puntos clave que ambos presidentes dieron a conocer.
Primero, que Joseph Biden admitió abiertamente que es inadmisible la posibilidad de una guerra contra Rusia. Más aún, en sus propias palabras, esa sería una guerra que nadie ganará. Por eso, aseguró que Estados Unidos no pondrá armas de ataque en territorio de Ucrania.
Wladímir Putin, por su parte, advirtió que las anunciadas sanciones anti rusas, ya mostradas por personeros de Washington, sólo tendrán por efecto el término total de toda comunicación entre Moscú y Washington. Sólo eso: no habrá más negociaciones. Sólo habrá hechos concretos.
Más aún, Putin le señaló en su cara a Biden que Estados Unidos ya no inspira ninguna confianza en sus compromisos de gobierno, pues ha demostrado una y otra vez que para Washington los compromisos internacionales pueden ser violados a su antojo. Por ello, cualquier acuerdo entre Moscú y Washington tendrá que ser ratificado por el Congreso de Estados Unidos, y tener así carácter vinculante.
Y asimismo, en la próxima reunión de Rusia con la cúpula militar de la OTAN, que será el 12 de enero en Bruselas, Rusia exigirá el compromiso de que Ucrania no será incorporada a la alianza, y que no habrá envío de armamento de ataque para el ejército ucraniano.
En caso contrario, Rusia intervendrá militarmente en Ucrania. Es decir... habrá comenzado una guerra catastrófica que inevitablemente se extenderá a todo el planeta.
En tanto, en Washington, un grupo de 24 influyentes personalidades de la política estadounidense, incluyendo nombres de figuras empresariales, diplomáticas y militares, enviaron públicamente una declaración exigiéndole al presidente Joseph Biden que lance ya una ofensiva diplomática contra Rusia suficientemente fuerte como para provocar miedo a Moscú.
Y, por su parte, también el gobierno británico confirmó su acuerdo con el gobierno ucraniano de instalar en ese país bases de misiles y unidades de artillería y tanques incluso en las provincias de Donetsk y Lugansk, junto a la frontera rusa actual, donde el 95% de la población es rusa, está instalada allí desde hace ya tras siglos.
Ese compromiso anunciado por Gran Bretaña contradice por completo el compromiso de Washington, y con ello queda en manos del desprestigiado primer ministro conservador Boris Johnson la posibilidad de desatar la Tercera Guerra Mundial aún sin la venia de Washington.
En cuanto a otra andanada de sanciones no militares contra Rusia, ellas no tendrían más efecto que abrumar económicamente a Europa, sin afectar prácticamente en nada a Rusia. Incluso la amenaza de expulsar a Rusia del sistema Swift de transferencias bancarias mundiales, no tendría más efecto que interrumpir los negocios de Europa con Rusia y China, que ya, de hecho, están implementando un sistema propio, similar, de pagos instantáneos interbancarios a nivel mundial.
Con ello, los países participantes en las sanciones caerían en una crisis económica peor que la de 2008. Es decir, para Estados Unidos y Europa, el efecto ruinoso sería muchísimo más grave que para Rusia y China.
Siempre en la perspectiva económica, en estos momentos las principales publicaciones financieras de occidente coinciden en advertir que el valor real del dólar está tambaleándose y que ya las principales empresas financieras de Wall Street, y los bancos de Estados Unidos y Europa están invirtiendo sumas estratosféricas de dinero para adquirir, en cambio, dinero digital, principalmente bitcoins.
Según la influyente publicación "Bloomberg", de Nueva York, las inversiones y los pagos que ya se están realizando en dinero digital, totalmente desconectado del dólar, en estos momentos supera inmensamente, diez veces o más, la totalidad del producto interno bruto de Estados Unidos. Eso equivale a más de 600 millones de millones de dólares.
Asimismo, muchas naciones están gastando ya sus reservas en dólares, para comprar oro. De hecho, se informó que, por ejemplo, Tailandia ha pagado en dólares la compra de 90 toneladas de oro. La India, pagó en dólares la compra de 70 toneladas de oro, y Brasil igualmente ya gastó parte de sus reservas en dólares en comprar 60 toneladas de oro. Con ello, el precio del oro se elevó ya a 1.806 dólares la onza, de sólo 30 gramos.
Es decir, se está viendo una fuga acelerada de la dependencia del dólar, y son precisamente las inmensas corporaciones occidentales que controlan la banca y los mercados, las que están asumiendo la posibilidad de un derrumbe del dólar. Eso implica, por cierto, el derrumbe del liderato económico de Estados Unidos.
¿Será el oro o el dinero digital el valor monetario que moverá la totalidad de la producción y el comercio de todo el planeta?
Pero el tema de la economía que ya dejó de ser neoliberal y pasó a depender de sanciones respaldadas militarmente, aparece dramáticamente ubicado en un paisaje natural del planeta en situaciones de sufrimiento, destrucción e incertidumbre.
En un revoltijo absurdo, a nivel planetario, se están repartiendo por el mundo las formas más contradictorias del cambio climático. En Estados Unidos, una sequía devastadora sigue afectando gran parte del territorio, mientras que lluvias torrenciales provocan desastres en el este y el sur del país.
Huracanes y tornados han dejado ya centenares de muertos, mientras que otros vendavales han derribado los tendidos eléctricos, desatando incendios que han destruido ciudades enteras. En estos días del año nuevo se combinaron desde nevazones y heladas angustiosas hasta tornados en Florida, Georgia y Luisiana.
Y, bueno, recién ahora los grandes medios de prensa están tímidamente reconociendo que las cúpulas políticas y las grandes corporaciones financieras habían estado silenciando una realidad muy, muy incómoda.
La realidad de que el desastre ecológico mundial no podrá ser superado mientras no se enfrente el tema de la explosión demográfica mundial.
De hecho, el año que terminó antes de ayer, puso en nuestro planeta 80 millones de personas más. Y este 2002, la población aumentará nuevamente en algo más de otros 80 millones de personas. Oiga, cada año la población mundial aumenta con una multitud que es cuatro veces más que la población total de Chile.
Ya somos 8 mil millones de habitantes que explotamos, ensuciamos, agotamos, alteramos y destruimos kilómetros y kilómetros cuadrados del planeta. Y los desechos de esta humanidad están polucionando con inmundicias todos los mares.
Cada año aumenta en 80 millones de personas la demanda de energía, de servicios de salud, de individuos que tienen inevitablemente avidez de dinero y prosperidad pero que no tienen suficiente acceso a una educación funcional que los capacite para tener trabajo.
¿Se atreverán los políticos a admitir que el desastre ecológico del planeta no tiene solución posible mientras la población humana se multiplica como los virus y los microbios de una enfermedad planetaria?
Bueno, gente amiga, este es el año más peligroso en toda la historia de la humanidad. Nunca habíamos estado tan cerca de convertir en un infierno lo que antes era un paraíso.
En el Eclesiastés, la Biblia dice que las generaciones humanas llegan y pasan, pero la tierra permanece firme. Bueno, ahora, la humanidad parece estar demostrando que la Biblia estaba equivocada porque la tierra se enferma y puede morir.
Hasta la próxima, gente amiga. Hay que hacer de tripas corazón, hay que sacar coraje de algún lado para recobrar la lucidez, y criar y educar a nuestros hijos, no más de uno o dos cada familia. Si sigue la explosión demográfica seremos cómplices de una acción satánica.