PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Negocio y política

Por Ruperto Concha / resumen.cl

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Como lo mostró bien claro el Papa Francisco, hay un coro estruendoso, ensordecedor, repitiendo una y otra vez la imagen publicitaria de una "Caperucita Roja", Volodomir Zelenski, presidente de Ucrania, agredida por el "Lobo Feroz" Vladimir Putin, presidente de Rusia.

Y con ese cuento se tiene a una multitud de gente sin entender cómo esa guerra de Ucrania fue cuidadosamente planificada y preparada durante más de ocho años, como lo reconoció el propio expresidente ucraniano Petro Poroshenko.

Ahora que la guerra de Ucrania ha llegado a ser sietemesina, estamos viendo que en realidad se está viviendo una suerte de Guerra Mundial en cámara lenta. Una guerra en la que, por cada combatiente caído en combate en ese territorio, ya hay decenas de miles de otras víctimas caídas en la miseria en todo el resto del mundo.

Y, ojo, ese "resto del mundo" ya no excluye a las naciones más ricas y opulentas del llamado "mundo occidental".

De hecho, Estados Unidos, en estos momentos, aparece como el ejemplo más penoso de ser la primera víctima de sus propios errores y ambiciones. Vamos viendo.

 

 

Ya antes de ayer, viernes 23 de septiembre, el ya famoso economista Adam Tooze, de la Universidad de Columbia, Nueva York, denunció que la Reserva Federal de Estados Unidos está cometiendo gravísimos errores en un mal intento de frenar la inflación. Por ejemplo, al subir la tasa de interés para los créditos.

Y señala que también otros países europeos como Alemania y Gran Bretaña están en lo mismo, lo que de hecho está elevando trágicamente el riesgo de provocar una recesión ruinosa que afectará al mundo entero.

Según Adam Tooze, ese derrumbe económico marcará profundamente y para siempre las vidas de cientos de millones de personas, pues ello elevará otros procesos trágicos y destructores, desintegración política, resurgimiento de epidemias, agravamiento del cambio climático y muy posiblemente otros peores enfrentamientos armados.

Entrevistado por el diario The Guardian, el economista Tooze señaló que la crisis económica no podrá evitar sumarse a las demás crisis latentes. Y el conjunto, por cierto, será tremendamente peor que cada uno de sus componentes.

Como sea, repitió, el peligro más inminente es la recesión de la economía. La pobreza que caerá sobre millones de familias que hoy son de clase media.

Por su parte, el mismo viernes, otro académico de alto prestigio, el economista Larry Summers, de la Universidad de Harvard, que fue ministro de hacienda en el gobierno de Bill Clinton, señaló que las medidas antiinflacionarias que se están tomando en Estados Unidos y Europa tendrán efectos excesivamente dolorosos, terrible aumento de la cesantía, muchas quiebras y bancarrotas.

 

Otras publicaciones especializadas en economía, como Barron's Markets, Markets Streetwise y la propia agencia Reuters, alertaban también el viernes sobre el hundimiento del mercado de valores, la inflación unida a una sobrevaloración internacional del dólar y la compra masiva de bonos emitidos por los gobiernos que están ofreciendo mayores tasas de interés.

De hecho, la emisión masiva de bonos estatales, si bien es atractiva para los inversionistas, es también el síntoma dramático del endeudamiento cada vez mayor de los estados, de los gobiernos.

De partida, Estados Unidos desde hace ya dos años tiene un endeudamiento superior a su producto interno bruto que es del orden de los 30 millones de millones de dólares. Ya el presupuesto de este año tuvo que financiarse con nuevas emisiones de bonos por casi un millón de millones de dólares más.

Y con el aumento de las tasas de interés aprobado por la Reserva Federal, tiene que pagar cada año casi esa misma suma, ese millón de millones de dólares, como intereses por su endeudamiento anterior.

En Europa, Alemania, que en marzo tenía un endeudamiento de casi el 70% de su Producto Interno Bruto, o sea, una deuda que le reducía a sólo un 30% su disponibilidad financiera sana, unos 400 mil millones de dólares, ahora, en cambio, está emitiendo bonos que elevan su deuda a más del 80% del PIB, producto interno bruto. El caso de Gran Bretaña es más grave todavía, pues su endeudamiento que era del 96,6%, ahora superó el 100%. O sea, la totalidad de su capacidad de producción financiera ya está comprometida de antemano y el funcionamiento del gobierno sólo se financiará con préstamos.

Estando en esa situación financiera, ni Estados Unidos ni sus socios europeos podrían abrigar esperanzas de sanear sus economías compitiendo con potencias económicamente sanas, como China, por ejemplo, cuyo endeudamiento es de sólo un 19% de su producto interno bruto. O Irán y Rusia, que, aun estando sometidas a brutales sanciones, mantienen una economía robusta y de muy bajo endeudamiento.

Bueno, en esas condiciones, ¿cómo podría la OTAN aceptar el término de la guerra de Ucrania sin obtener un botín suficiente para salir ella misma de la miseria en que está cayendo Estados Unidos y Europa?

¿Hasta qué punto esta guerra de Ucrania estaría exigiendo apoderarse de un tesoro enorme, tan enorme como Rusia entera?

¿Por qué Vladimir Putin denunció que Estados Unidos y sus aliados lo que quieren es descuartizar a Rusia y engullírsela al más puro estilo caníbal de los imperios coloniales?

 

 

Sin embargo, está claro que la gente común de Estados Unidos y Europa no es cómplice intencional de esa especie de mega negocio homicida. Muchos millones de europeos, yanquis, e incluso muchísimos latinoamericanos y africanos siguen creyendo todavía en que hay que salvar a la Caperucita Roja ucraniana del Lobo Feroz de Rusia.

Pero también en occidente son muchos millones los que se han dado cuenta de que se está jugando un enorme y terrible juego sucio que ya se está acercando peligrosamente a algo gigantescamente peor que la guerra de Ucrania.

Por lo pronto, el propio aparato de propaganda del gobierno de Ucrania, en su afán de espolear a Europa para obtener más dinero y armas, ha llegado a confesar, sin darse cuenta, que en realidad hay una mayoría inmensa de empresarios occidentales instalados en Rusia, y que simplemente han hecho caso omiso de las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea.

En declaración del director de Desarrollo Social y Económico del gobierno ucraniano, Andrei Oropriyenko, de cerca de 1.500 empresas occidentales instaladas en Rusia, sólo 106 han cerrado sus instalaciones y abandonado el país. Una inmensa mayoría, en cambio, se mantiene funcionando normalmente, manteniendo contratados y con buenos sueldos a casi 700 mil trabajadores rusos.

Según el economista ucraniano Oropriyenko, esos empresarios occidentales debieran ser considerados como criminales y cómplices de la invasión rusa sobre Ucrania.

 

 

Pero nuestro tema ahora no es la violación al Derecho Internacional y a la Carta de las Naciones Unidas, iniciada por la OTAN con sus guerras no autorizadas contra Yugoeslavia, contra Afganistán, contra Irak, contra Libia, contra Somalía, contra Sudán, contra Etiopía, contra Siria, contra Yemen, en fin, ni por la invasión rusa sobre territorios ucranianos.

El verdadero gran asunto es que detrás de todas esas acciones brutales y homicidas está escondido el diablejo de la codicia. El retorcido falso entendimiento de que los valores y las utopías discurseras sólo sirven si se usan para aumentar las ganancias financieras.

Y en estos momentos, en que el llamado "mundo occidental" parece estar perdiendo la partida, ya se comenzó a repetir la idea de que, si llega a haber guerra mundial, la pelea será con bombas atómicas. O sea, tendrá por desenlace un "Empate por Knock Out".

Y en esos términos, tanto en Estados Unidos como entre sus aliados, la gente ha comenzado a formular preguntas bien concretas sobre un mismo tema: "Oigan señores políticos, señores militares, ¿están seguros de que pueden parar los misiles hipersónicos que van a dispararnos los rusos y los chinos?

Bueno, al menos en Estados Unidos, algunas organizaciones del rubro de Defensa Nacional, como la aeronáutica Boeing, por ejemplo, han dado respuestas suficientemente honestas.

De partida, admiten que la única defensa real contra los misiles hipersónicos es el Programa de Defensa de Media Trayectoria, basado en instalaciones subterráneas de misiles interceptores con sigla GMD.

Sin embargo, la eficacia de esos misiles interceptores es baja. De hecho, en todas las pruebas realizadas hasta ahora, los interceptores logran destruir al misil atacante sólo en un 55% de los casos.

Por ello, se estima que son necesarios al menos 3 misiles interceptores contra cada misil enemigo.

O sea, un número inmenso de misiles hipersónicos con bombas atómicas llegarán, de todas maneras, a cumplir su terrible cometido. De hecho, de estallar una guerra entre Rusia y Estados Unidos, varios miles de esas bombas atómicas podrían aniquilar en pocas horas a tres cuartas partes de toda la población de Estados Unidos, y reducir más de la mitad del territorio estadounidense a tierra emponzoñada con una radiactividad que duraría años en disiparse lo suficiente como para que pueda resurgir alguna forma de vida.

Por supuesto, en caso de estallar la guerra los misiles de Estados Unidos y sus alados de la OTAN estarían también lloviendo sobre Rusia, China, Irán y quizás la India.

La vastedad de esos enormes territorios asiáticos permite, sin embargo, suponer la posible supervivencia de mayor número de seres humanos.

En cuanto a Europa, lo más probable es que quedaría reducida a sólo un cadavérico pantano radiactivo.

Bueno. Eso lo saben muy bien los militares y, supuestamente, también los jefes políticos.

Pero en este mundo tan democrático, ¿cuánta es la gente de la base social que está dispuesta a luchar por impedir ese desenlace imbécil y feo?

¿Y cuántos serán los otros, esos que se limitarán a pedir aumento de sueldo?

 

Hasta la próxima, gente amiga. ¿Será cierto que hay tanto peligro?

Me refiero al peligro de que no haya suficiente gente lúcida dispuesta a jugarse en favor de la vida, de la belleza, del enamoramiento por la divina realidad que heredamos sin habérnosla ganado.

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