PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Saber o creer

Por Ruperto Concha / resumen.cl

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Después de una pausa de 50 años, Estados Unidos anunció su retorno rumbo a nuestro poético satélite natural, la Luna. Se trata del Programa Espacial Artemis, que apunta a llevar seres humanos a explorar y explotar las posibles riquezas que estén más allá de nuestro planeta. Por ahora es la Luna, luego, podría ser Marte, o la luna Europa de Júpiter.

El miércoles pasado, 16 de noviembre, a un cuarto para las dos de la madrugada, un cohete gigante, de 5 mil toneladas y 119 metros de alto, comenzó a elevarse, rugiendo, en la base espacial Kennedy, en el Cabo Cañaveral de Florida, Estados Unidos.

Era el transportador espacial Starship, fabricado por la empresa SpaceX, de propiedad del célebre requete multi millonario Elon Musk, quien le arrendó sus servicios extraterrestres a la NASA, por la módica suma de 35 mil millones de dólares.

En su extremo superior el Starship lleva, pequeñita, pequeñita, la nave espacial Orión, de propiedad de la NASA, que será sometida a duras pruebas de resistencia y funcionamiento, ya que en sus viajes futuros a la Luna tendrá a su cargo llevar no sólo astronautas sino también empleados de empresas privadas con ganas de hacer negocios.

Pero la navecita Orión, al menos por ahora, no va a alunizar. Esta es la primera etapa del programa Artemis.  Sólo en la tercera etapa, que en principio sería en tres años más, bajarían los primeros seres humanos. Orión se mantendrá en órbita y sólo Starship tendrá a su cargo llevar y traer a los humanos hasta y desde la superficie lunar, en el Polo Sur de nuestro satélite.

Pero se espera que ya en 2027 haya una dotación permanente de un número considerable de personas trabajando ahí.

En esa misma fecha, China también tiene programada la construcción de una gran base lunar permanente, también en el Polo Sur, construida mediante el sistema de impresión digital tridimensional y utilizando sólo materiales disponibles en el lugar.

Ambas bases estarán muy cerquita, cerquita, una de la otra, y tanto Estados Unidos como China tienen muy claro que, al menos por ahora, en el mejor de los casos, las relaciones entre ellos serán sólo de muy desconfiada cortesía.

 

 

Lo que resulta casi irónico es que este nuevo salto de la humanidad hacia un destino interplanetario se está produciendo justo en un momento en que las naciones de la Tierra están sufriendo un descalabro social, económico, ecológico y político ya imposible de ocultar.

Jamás, antes, en 5 mil años de historia escrita de la humanidad, los seres habíamos tenido tanto poder a disposición de nuestros gobernantes. En los últimos 50 años, las ciencias y las tecnologías han acumulado más poder y más avances que en los mil años anteriores.

Ya se está perfilando la inauguración de fábricas completas, en todos los rubros, que tendrán prácticamente toda su actividad productiva automatizada mediante aplicaciones de inteligencia artificial, y con ello suprimirán el 80% o más de todos los puestos de trabajo humano. Es decir, se producirá una ola de cesantía precisamente en momentos en que la población humana llegó a los 8 mil habitantes y sigue con un aumento de la población de 80 millones más cada año.

En África y gran parte de América Latina el aumento de la población ha invadido hasta los últimos rincones de tierras disponibles para el cultivo, y por supuesto hay una masa creciente de personas que tiene que emigrar hacia cualquier lado para sobrevivir.

Según las cifras recién obtenidas en la Cumbre Climática COP27, el costo global para detener el recalentamiento del planeta en los próximos 5 años llegaría a casi 90 millones de millones de dólares que no se sabe de dónde podrán salir, pues las potencias más ricas asistentes a la Cumbre sólo acordaron comprometerse a aportar un total de 5 mil millones de dólares cada año para que los países pobres puedan adaptarse al cambio climático.

En tanto una sequía desastrosa en todo el oriente de África tiene a más de 100 millones de personas en situación de hambruna extrema, próxima a la muerte.

Y, aun así, las naciones del mundo parecen estar alineándose en bloques dispuestos a la guerra.

La calumniosa acusación del jefe de gobierno ucraniano, Volodomir Zelenski, de que Rusia había lanzado un misil a territorio de Polonia, matando a dos personas, mostró cómo el grupo que está en el poder de ese país quiere a toda costa forzar a que la OTAN entre abiertamente en guerra contra Rusia.

Afortunadamente los países de la OTAN, incluyendo a la propia Polonia, se apresuraron a desmentir la acusación y Ucrania acabó admitiendo que había disparado ese misil tratando de interceptar un ataque de misiles rusos.

También en la vida cotidiana de gran parte del mundo se ha vuelto inocultable la violencia latente de las personas, los estallidos de violencia brutal, de criminalidad y de suicidios, nos dan evidencia de que, en estos momentos de avances tecnológicos admirables, la humanidad parece estar odiándose a sí misma.

¿Es esta fracasada humanidad terrestre la que pretende establecer contactos culturales con civilizaciones de otros mundos? ¿Acaso no nos damos cuenta de que los extraterrestres, si es que existen, quizás podrían encontrar que los humanos somos repugnantes?

 

 

Recientemente ha habido un repunte del interés de la gente en el tema de los OVNIS y una supuesta presencia de extraterrestres que vivirían entre nosotros, disfrazados de seres humanos, pero realizando acciones subrepticias para tomar el control de nuestro planeta.

Incluso en los últimos meses se ha acusado al gobierno de Estados Unidos de estar ocultando hechos que demostrarían los avistamientos de OVNIS y que confirmarían la presencia de alienígenas en nuestro planeta.

Según informo la Fuerza Aérea de Estados Unidos, fueron reportados e investigados 12.618 avistamientos. De todos ellos, sólo 701 quedaron realmente como inexplicables.

La propia Fuerza Aérea de Estados Unidos mostró algunas filmaciones captadas por radar de imágenes luminosas realizando maniobras imposibles y que resultan inexplicables.

Y por lo mismo se ha deducido que esas filmaciones no corresponden a objetos materiales sujetos a las leyes de la física. No, no serían súper aparatos voladores, sino, quizás, de entidades electromagnéticas o luminosas desprovistas de masa.

O sea, esos supuestos extraterrestres disimulados, mentirosos, codiciosos y malintencionados, tan parecidos a nosotros, simplemente no existirían.

Pero, ¿significa eso que simplemente no hay extraterrestres en ninguna parte?… ¿Por qué en más de 50 años de enviar señales al espacio por emisiones de radio jamás hemos obtenido una respuesta?

¿Cómo es que, en estos momentos en que nuestra tecnología nos permite ver y percibir objetos a millones de años luz de distancia, no hemos visto ni una sola señal que sea indicio de alguna civilización o siquiera de alguna clase de vida en todo el universo?

¿Será que estamos absolutamente solos?

 

 

En 1950 el gran físico y matemático Enrico Fermi planteó que estar solos en el universo es una paradoja, puesto que, en la edad de nuestro universo, de alrededor de 14 mil millones de años, se han creado miles y miles de galaxias en las que hay millones de estrellas, de las cuales muchas son similares a nuestro sol y pueden haber formado sistemas planetarios.

Nuestro sol tiene 4.603 millones de años y en nuestro planeta la vida apareció hace alrededor de mil millones de años. La especie humana se originó hace alrededor de un millón de años, y nuestras civilizaciones más antiguas se remontan a poco más de12 mil años atrás.

O sea, durante decenas de miles de millones de años nacieron estrellas y sistemas solares algunos de los cuales deben haber sido similares al nuestro, y en esa enormidad de tiempo esas civilizaciones habrían tenido tiempo de evolucionar por decenas de miles de años, a su máxima perfección posible, superior a nuestra civilización que, en comparación, estaría todavía en su etapa infantil.

También esas civilizaciones pueden haber envejecido y muerto como la especie de seres vivos que las crearon.

¿Cómo es, entonces, que no hay ningún rastro, ni reciente ni antiguo, que sugiera que alguna vez existió, aunque haya sido hace miles de millones de años, una civilización, rastros que, sin duda, los captarían nuestros instrumentos de detección en ondas electromagnéticas?

 

 

En 1961 el radioastrónomo estadounidense Frank Drake publicó una fórmula compleja para manejo de datos y variantes, llamada la "Ecuación de Drake", según la cual se demostraría que necesariamente tiene que hacer decenas de miles de otras civilizaciones.

Sin embargo, esa "Ecuación de Drake" ha sido objetada y desacreditada porque contempla multitud de suposiciones sin suficiente fundamento y omite la importancia decisiva que tienen algunos detalles aparentemente casuales.

Por ejemplo, omite que el desarrollo de la vida en nuestro planeta y su evolución hasta engendrar una especie viva e inteligente y capaz de crear civilización, dependió absolutamente de la existencia del planeta Júpiter, que quedó situado como está, como un escudo contra las radiaciones que, en otro caso, nos habrían matado.

O también la existencia de la Luna como satélite terrestre, que permitió estabilizar la rotación de nuestro planeta. En ambos casos está la aparición de factores que surgieron por una coincidencia simple pero decisiva. Sin ellos, la vida terrestre no se habría desarrollado como lo hizo, y, por lo tanto, los seres humanos no habríamos existido.

Pero, este año un grupo de 5 importantes científicos estadounidenses y europeos plantearon una nueva interpretación de los hechos analizados y verificados sobre el tema de nuestra falta de contacto con posibles otras civilizaciones avanzadas en otros sistemas solares.

Ellos plantean la existencia de un "Filtro" o un "Rito de Paso" a mayoría de edad que las especies inteligentes se imponen en forma natural a sí mismas mientras desarrollan sus civilizaciones que, necesariamente, van haciendo que la especie inteligente se vuelva cada vez más poderosa y más peligrosa, incluso para sí misma.

En el caso de nuestra especie inteligente, la llamada Humanidad, es claro cómo, en un plazo brevísimo, de menos de cien mil años, logró consolidar sucesivos avances de civilización que la hicieron cada vez más poderosa sobre las demás especies y sobre el medio ambiente.

Pero ese poder acumulado por la especie humana ha comenzado a volverse cada vez más amenazante contra la misma especie humana. En este caso, por ejemplo, el peligro muy real de que desemboquemos en una Tercera Guerra Mundial capaz de hacernos desaparecer.

De una u otra forma, toda especie dominante capaz de desarrollar civilización y tecnología, se encontrará en la sutil disyuntiva decisiva entre sus apetencias, sus creencias y sus pasiones, frente al entendimiento de los efectos destructivos de la codicia y el abuso del poder.

Posiblemente en los miles y miles de millones de años de nuestro universo la mayoría de las civilizaciones avanzadas no fueron capaces de superar la seducción de la codicia y la acumulación de poder.

Y por ello, murieron sin dejar rastro.

¿Y las otras?… ¿Las que sí pudieron superar el rito de paso hacia un nivel superior?

Bueno, eso no podemos saberlo. Si están por ahí, en algún sitio del Universo, es posible que no quieran que las veamos. A lo mejor nos tienen asco.

 

 

Creer es un acto demasiado básico para aceptar o rechazar las emociones que la realidad nos provoca a través de nuestros sentidos.

Pensar no se opone a creer, pero sí nos exige limpiar las turbiedades emocionales que nos impiden percibir la realidad en su sencilla desnudez y en sus efectos.

Estamos en una época en que muchos líderes violan los derechos humanos bajo la apariencia de estar defendiéndolos.

La codicia no es una virtud, es la deformación de esos sencillos apetitos que incluso los cachorritos aceptan con buena salud.

He traducido el documento de esos hombres de ciencia, y los tengo a disposición de quien me los pida.

Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro.

Pero quizás todavía se podrá hacer algo.

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