Por: Oscar Sanzana /resumen.cl
Pocas situaciones podrían parecernos tan familiares como entrar al baño cada día. El autor sugiere que una buena lectura bien podría transcurrir precisamente en el espacio donde nos desprendemos de aquello que ya no necesitamos. La cotidianeidad está llena de estos momentos de desapego frente a algo que en otro tiempo fue nuestro: una emoción, una vivencia, un amor pasado, alguna que otra frustración.
Cid nos presenta una serie de fragmentos que forman parte de un "diario vivir maldito", y que pese a su aparente caos, guardan entre sí la capacidad de unir diferentes escenas de la vida urbana:
"La calle vacía
trenes de mentira
avanzando en rieles sin durmientes"
Las imágenes de Cid se desvanecen: está y no están; se visibilizan en ciertos estados de contemplación, y como buenos fantasmas acuden presurosos dispuestos a apropiarse de las mentes atormentadas. De hecho, existe en "Poesía para antes de tirar la cadena" un llamado a reconocernos como seres hermanados en una misma miseria, y es de pleno interés del autor abordar tópicos -si bien recurrentes en la poesía penquista-, para nada alejados de la realidad. En esto se enmarca, por ejemplo, el encuentro del poeta con una prostituta ("Dientes del color de la nieve")
"¿Y tú qué haces?
Busco dónde dormir
Si no quieres pasar la noche solo
Vale diez mil"
Otro aspecto importante dentro de la obra corresponde al intento que realiza el autor por interponer temáticas político-sociales en su desarrollo poético. Si bien esto denota algún excesivo arrojo en algunos casos ("No me interesa conocer su mundo de mierda", "¡Que arda la hipocresía!"), en otros se incorpora plenamente en la obra ("Cielo negro", "Buscando la paz"). Sin embargo, el contenido grueso de la obra apunta al cuestionamiento del sentido mismo de la existencia, y desemboca de manera directa en una aguda crítica a la sociedad neoliberal:
"¿Por qué mierda esta ratas
privatizaron el agua?"
En síntesis, Arnolfo Cid nos invita a conocer una serie de pequeños relatos descarnados que en muchos casos nos evidencian como seres humanos sujetos a los vaivenes de una existencia condicionada por el modelo económico. Junto con ello, nos sugiere la posibilidad de podernos desprender de aquellos aspectos que nublan nuestro andar. Pero subyace además el anhelo de rescatar ciertos episodios gratos, los breves instantes en que nos encontramos como especie y donde nos planteamos las dudas más inquietantes y terribles. Es allí, después de ese acto tan valeroso de alivianar el equipaje, cuando nos encontramos listos para salir por la puerta y caminar hacia adelante, tras haber tirado victoriosamente la cadena.