Por Eleanor Goldfield*
Si te navegas por Instagram, los verás: sonrientes de veinte y tantos años con tierra debajo de las uñas y una plantita recién acurrucada debajo de ellos: #PlanATree (#PlantaUnArbol). La idea ha sido una tendencia reciente, sobre todo debido a los incendios en el Amazonas. Y en muchos sentidos, esto es algo bueno.
Deberíamos estar reaccionando en respuesta a la deforestación. Deberíamos pasar más tiempo afuera, interactuando con los ecosistemas de los que somos parte inextricable. Y sí, deberíamos estar plantando árboles. ¿Pero qué implica eso? ¿Es solo una cuestión de agarrar una plantita de un Home Depot y salir al mundo? ¿Qué tipo de árboles estamos plantando? ¿Dónde? ¿Cómo se relaciona esto con la desesperada necesidad de conservación y otros esfuerzos de justicia climática?
Estas son las preguntas que debemos considerar, tanto a nivel personal como internacional. No todas las iniciativas de plantación de árboles ayudan o son útiles, especialmente si hablamos de los esfuerzos de plantación de árboles a gran escala que diezman la vida silvestre por el bien de un cultivo comercial.
En el matizado espacio político que a menudo es tierra de nadie, tenemos que apoyar y construir esfuerzos para plantar árboles que puedan florecer entre los extremos de un «¡plantar todos los árboles!» del greenwashing** (lavado de imagen verde) y un nihilista «estamos condenados».
Tenemos que dirigir nuestras buenas intenciones basadas en la real emergencia que enfrentamos con respecto a las emisiones crecientes de gases invernadero, la deforestación y la pérdida de biodiversidad. Debemos reconocer la importancia de proteger lo que nos queda, en lugar de simplemente intentar reemplazar lo que, en muchos casos, no se puede reemplazar. Nuestras vistas deben ampliarse para ver un bosque más allá de los árboles, porque un bosque es mucho más que una cubierta de follaje.
No todos los "bosques" son bosques
La versión más reciente del documento de Términos y definiciones forestales de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación define un bosque como cualquier tierra de más de 0.5 hectáreas con una cubierta de follaje de un 10% o más. Esto incluye tierras que han sido taladas pero que se espera que se regeneren dentro de cinco años. También incluye ciertos tipos de plantaciones de árboles, incluidas las plantaciones de árboles de Navidad.
En última instancia, la definición de bosques de la ONU carece de muchos puntos. Ya sea por el daño causado por las llamadas "prácticas forestales sostenibles», la biodiversidad o la mitigación real del cambio climático. Esta definición evita la realidad y extravía al movimiento bien intencionado de plantar árboles que vemos surgir por todos lados.
Hace aproximadamente dos décadas, Suzanne Simard, profesora de ecología forestal en la Universidad de British Columbia, dio un empujón muy necesario a la forma en que el mundo veía los bosques, cuando descubrió que los árboles «hablan» entre sí. Su investigación ha demostrado que gracias a las complejas y masivas redes de hongos subterráneos, los árboles de varias especies pueden evaluar las necesidades, compartir recursos como nutrientes y agua y enviarse señales entre sí sobre amenazas externas.
Tremaine Gregory, un primatólogo del Instituto Smithsoniano de Biología de la Conservación hizo eco de estos hallazgos al comentar su trabajo en la Amazonía: "La cubierta forestal no es una muy buena medida de todos los procesos complejos que ocurren dentro del bosque. Cuando trabajas en el bosque tropical … puedes ver la red interconectada que es".
Si alguna vez han visto una plantación de árboles, la última frase que se te viene a la mente es «red interconectada». Por ejemplo, conduciendo entre Los Ángeles y San Francisco (California), pasarás por fila tras fila de árboles perfectamente ordenados. Entre las plantaciones hay solo tierra arenosa, polvorienta y estéril que recuerda al perceptivo pasajero que esta tierra nunca fue destinada a ser el granero de la nación. Los árboles se erigen como marcadores ordenados tanto de la guerra del agua occidental como del peligro de confundir una plantación de árboles de cultivos comerciales con cualquier tipo de bosque.
Como señaló el autor y periodista ambiental Fred Pearce en un artículo publicado en abril, «hay una creciente preocupación de que la agenda de reforestación se esté convirtiendo en una fachada verde para un posterior asalto a los ecosistemas» . Sea la afirmación de que plantar un billón de árboles nos salvará a nosotros, o el Desafío de Bonn (Bonn Challenge) lanzado el 2011, y que promete plantar 1.35 millones de millas cuadradas de bosque para el 2030, la clave está en los detalles.
Para empezar, el estudio del billón de árboles utiliza la definición de bosques de la ONU como base para sus hallazgos. Además, no aborda la importancia de los árboles viejos en la captura y el almacenamiento de carbono ni el hecho de que podríamos plantar millones de árboles, pero si no reducimos las emisiones de combustibles fósiles a cero, estamos jodidos.
Con respecto al Desafío de Bonn, que es un acuerdo internacional entre docenas de naciones firmado en 2011 en Alemania, una evaluación reciente muestra que alrededor del 45% de los nuevos bosques prometidos están programados para ser monocultivos de árboles compuestos por especies de rápido crecimiento e inflamables como la acacia y el eucalipto.
Como con cualquier plantación de árboles, el objetivo es crecer y cortar, con estos árboles destinados a productos de papel y derivados. Rápido para crecer, rápido para ir y más propenso a incendios y enfermedades.
El peligro de los Desiertos Verdes
En 2017, después de que un gran incendio forestal arrasó una aldea en el centro de Portugal, los residentes se movilizaron para crear una «Zona de Protección de la Aldea» que consiste en especies nativas resistentes al fuego como el roble y el castaño, arrancando las plantaciones de pino y eucalipto para lograrlo. Fue un movimiento inteligente. Los eucaliptos están diseñados de forma casi natural para propagar el fuego. El desprendimiento frecuente de la corteza y las hojas muertas constituye una propicia alfombra de leña. Una vez que el fuego alcanza el tronco, los largos hilos de corteza deslizan el fuego rápidamente dentro del follaje. El aceite de eucalipto literalmente actúa como gasolina en el incendio, creando pavesas y bolas de fuego que saltan fácilmente de un árbol a otro.
Para empeorar las cosas, las plantaciones de eucalipto son comúnmente conocidas como desiertos verdes, ya que extraen nutrientes del suelo e impiden que los árboles y plantas nativas crezcan a su alrededor. Sin embargo, los árboles de eucalipto a menudo se plantan en los esfuerzos de reforestación porque crecen rápidamente y almacenan carbono rápidamente, lo que los convierte en un excelente ejemplo de los peligros de los esfuerzos de plantar árboles obstinadamente.
Otro árbol que ha crecido en la infamia, desde que aparecieron videos de orangutanes desesperados en la selva tropical de Indonesia, es la palma aceitera. Según el Proyecto Orangután (Orangutan Project) , cada hora se destruyen la superficie de unas 300 canchas de fútbol de la selva tropical para dar paso a estas plantaciones de árboles. La velocidad de crecimiento y la diversidad de sus usos (productos alimenticios, biocombustibles, detergentes, cosméticos y más) han hecho de las plantaciones de aceite de palma un cultivo comercial mundial, con los efectos asociados de un paradigma con fines de lucro: buscar, destruir, cobrar.
Las trampas de sacar provecho van más allá de las plantaciones de árboles y orangutanes. La perspectiva capitalista general de que los bosques son algo para ser usados en beneficio de las ganancias y el progreso ha resultado desastrosa. Nuestros sistemas judiciales y políticos reflejan un paradigma que trata lo que es finito, como los bosques, como infinito, mientras que trata lo que es infinito, «unos» y «ceros» como el dinero en una pantalla, como finito.
Un estudio de 2016 en la revista Nature calculó que la pérdida de biodiversidad en la región de Pará en la Amazonía debido a prácticas forestales legales es equivalente a la tala de 139,000 kilómetros cuadrados de bosque prístino, un área aproximadamente del tamaño de Grecia o Carolina del Norte.
El estudio midió la pérdida de valor de la conservación, término genérico acuñado irónicamente por la industria forestal que se refiere a la pérdida de biodiversidad, hábitat y ecosistemas, así como lugares de importancia cultural. Resulta que prácticas como la tala selectiva y los incendios forestales, como las de la Amazonía, pueden duplicar o triplicar la cantidad de pérdida de valor de conservación vista solamente por la deforestación.
Entonces, deforestación de tala es un horror que debe detenerse, este estudio muestra que los esfuerzos de conservación deben considerar los ecosistemas más grandes de los cuales los árboles son parte indisoluble. Las prácticas legales y el manejo forestal deben otorgar un mayor valor a la protección de los bosques de crecimiento antiguo que al beneficio que se obtiene al reemplazarlos con plantaciones de nuevos árboles.
Acción directa: una pieza necesaria del rompecabezas
Un ejemplo perfecto de esto proviene de la cuenca hidrográfica de Mattole en el norte de California, donde los protectores forestales realizan observaciones durante todo el año de los antiguos bosques que aún quedan en la región. Humboldt Redwood Company (HRC) tiene permisos para iniciar talas en el área y, a primera vista, parecen ser una empresa responsable. Exhiben con orgullo su marca de sostenibilidad Forest Stewardship Council (o FSC, la organización responsable de acuñar el término de valor de conservación) y ofrecen páginas de lectura sobre sus prácticas respetables flanqueadas por imágenes de ensueño de altas secuoyas.
Desafortunadamente, la realidad en el suelo se parece más a viejos árboles talados y bosques fantasmagóricos donde los árboles muertos cuelgan sobre botellas de herbicida que rocían por el suelo forestal. Conocido como operaciones de cortar y rociar, este método implica hacer cortes en la base de árboles y aplicar herbicidas para adelgazar especies «indeseables» y hacer espacio para plantas más rentables.
En las recientemente quemadas colinas del norte de California, esta práctica que deja a los árboles muertos y secos como grandes palillos de fósforo plantea más que una preocupación pasiva. La tala de árboles antiguos y la destrucción de bosques biodiversos en beneficio de monocultivos y plantaciones de árboles exacerba aún más la presión sobre un ecosistema ya estresado que no sólo sirve como barrera de fuego sino también como un ecosistema complejo, capturador de carbono y disipador térmico.
Con evidencia de estas prácticas destructivas, una coalición de grupos ha presentado múltiples quejas ante el Forest Stewardship Council (FSC), la organización internacional sin fines de lucro que establece estándares para productos forestales sostenibles. A través de esfuerzos administrativos como estos combinados con "tree-sits" (ocupación de árboles) y bloqueos territoriales, los protectores forestales han resaltado la hipocresía de las llamadas prácticas de tala sostenible de la Humboldt Redwood Company y han preservado con éxito grandes porciones de lo que queda de este antiguo bosque.
En una publicación reciente, los protectores forestales anunciaron la expiración de un permiso del plan de extracción de madera para la región de Mattole: «A pesar de que HRC logró talar y rociar herbicida una parte de este antiguo bosque, la resistencia implacable de la comunidad y los defensores de los bosques dedicados tuvieron éxito salvando una cantidad significativa de bosque que HRC habría talado de otra manera " .
Las campañas de acción directa de preservación como esta deben ser parte del diálogo de plantación de árboles. Son una pieza necesaria del rompecabezas, al igual que reducir las emisiones y el consumo. Aún así, el hecho es que a veces el bosque ya se ha ido. A veces es demasiado tarde para guardar lo que deberíamos haber protegido. Ahí es donde se puede obtener el verdadero poder y potencial de la plantación de árboles.
Proteger el resto de las tierras silvestres
Hace unos 25 años, los fantasmas tóxicos de minas a cielo abierto, antiguas canteras de arcilla y pozos de carbón abandonados frecuentaban grandes extensiones de tierra en los Midlands del Reino Unido. La tierra era una pesadilla postapocalíptica hecha realidad, hogar de vías fluviales y aire contaminados, y poca o ninguna flora o fauna. Pero mirando al presente, se han plantado más de 8 millones de árboles: los robles nativos, los fresnos y los abedules florecen en unos 500 kilómetros cuadrados de lo que se conoce como el Bosque Nacional (National Forest).
En África, los residentes de la región del Sahel llevan 15 años en un audaz plan para cultivar 8,000 kilómetros de bosque en todo el ancho del continente. Conocida como la Gran Muralla Verde , la iniciativa tiene como objetivo combatir el cambio climático, la sequía, el hambre, los conflictos y la migración.
En julio, Etiopía plantó más de 350 millones de árboles en un día. Conocida como la campaña "Legado Verde", el objetivo es plantar unos 4 mil millones de árboles nativos hacia finales de la temporada de lluvias en octubre. En agosto de este año, India plantó 220 millones de árboles en un solo día.
La cantidad de árboles que se plantan es impresionante, pero debemos recordar no caer en una carrera loca para plantar árboles donde y cuando podamos. Iniciativas como el Bonn Challenge tienen tendencia mundial
Por ejemplo, el 25 de septiembre, más de 90 grupos ambientales y de derechos indígenas firmaron una carta abierta a Leonardo DiCaprio pidiéndole que retirara su apoyo a la iniciativa de plantación de árboles Cauvery Calling. Advierten sobre la «baja credibilidad» de la organización a cargo de la iniciativa y dicen que plantar árboles en este ecosistema «promueve un paradigma monoculturista de restauración del paisaje que podría provocar el secado de arroyos y riachuelos, y la destrucción de los hábitats de vida silvestre". Por cierto, esta situación también sirve como un recordatorio para centrarse en la protección indígena y local.
La sabiduría de quienes viven y han vivido en estos ecosistemas durante generaciones debería tener más peso que las grandes ONG y las corporaciones verdes que buscan alcanzar una cuota de plantación de árboles. De nuevo, no es el número de árboles lo que es vital. Son los ecosistemas de los que forman parte (o no forman parte). Es esa vasta red interconectada, la biodiversidad de los bosques y áreas silvestres. De hecho, un estudio publicado el 18 de septiembre determinó que las áreas no afectadas por el uso humano a escala industrial son vitales para proteger a las especies en riesgo de la extinción. «Esta investigación brinda la evidencia de lo esencial que es para la comunidad conservacionista global el objetivo de proteger el resto del área silvestre de la Tierra», dijo James Watson, autor del estudio en una declaración.
No podemos hacer clic en nuestro camino hacia un futuro verde
Mientras podamos, tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para proteger los antiguos y crecidos bosques naturales que hemos dejado. Si hay una sola conclusión de este artículo, que sea eso. Cuando se trata de hacer realidad el poder y el potencial de la plantación de árboles, debemos centrarnos en la regeneración en sintonía con los ecosistemas y las especies nativas, priorizando la complejidad en lugar del recuento de árboles, la sostenibilidad en lugar de las ganancias.
De hecho, no hay nada que el capitalismo pueda ofrecer a este esfuerzo. No podemos comprar nuestra salida de esto, sin importar cuántos puntos de compensación de carbono compramos. No podemos poner excusas para el manejo forestal destructivo porque la silvicultura crea empleos. (Por otro lado, ¿por qué no enfocarse solo en las transiciones que crean empleos plantando árboles en lugar de talarlos?)
No podemos hacer clic en nuestro camino hacia un futuro verde simplemente usando servicios como One Tree Planted o Reforest'Action, que plantan árboles por pequeñas donaciones en dólares. De hecho, incluso el fundador y presidente de Reforest'Action, Stephane Hallaire, dijo en una reciente entrevista, «Si no reducen sus emisiones y no detienen la deforestación, no van a resolver nada simplemente plantando árboles».
La plantación de árboles es una táctica que debe seguir el trabajo vital de proteger los árboles existentes y reducir las emisiones, la mayoría de las veces a través de la acción directa. Si vamos a combatir maniobras políticas como la tala masiva de Alaska, tenemos que tener claro que un delantal y una pala de jardín no van a salvar el día. Los esfuerzos de solidaridad que vinculan las cuestiones de justicia climática, capitalismo, derechos indígenas, combustibles fósiles y las industrias agrícolas son necesarios. La acción directa coordinada, interseccional y colaborativa es necesaria.
Y como en el Mattole, las iniciativas de acción directa están en curso. Desde los Apalaches hasta la Amazonía hasta la Selva Shawnee en el sur de Illinois, donde este mes, la gente de todo el país se reunirá con quienes convergen radicalmente y diseñarán planes para el futuro de la protección forestal y la justicia climática. Los plantadores de árboles listos para cavar más profundo son bienvenidos.
*Eleanor Goldfield: Periodista, escritora y poeta estadounidense. Conductora y creadora del show digital Act Now. Artículo originalmente publicado en ROAR Magazine y traducido al español por RESUMEN: https://roarmag.org/essays/why-we-cant-just-plantatree/
**Greenwashing, es un neologismo angloparlante también utilizado en el mundo hispano, para refiere a las prácticas corporativas que mediante un discurso ecologista, busca lavar su imagen, tanto del mismo daño ambiental que dicha empresa puede estar realizando, como de otras prácticas condenables socialmente (Nota del Traductor)