En 1978, Erich Rosenrauch y su madre, Malvine Vogëlfannger recorren Europa, mientras se encuentran en Londres el escritor sufrió un paro cardiaco que le quitó la vida de forma fulminante. Malvine volvió con el cuerpo de su hijo en una ataúd gestionado por la HJ Ben & Co. Se sucedieron algunas notas en El Sur y Malvine, ahora sola, se volcó en la gestión de sus propiedades y en la colaboración constante en diversas obras de beneficencia social.
Gloria Sepúlveda Villa / resumen.cl
La Editorial del Pacífico conservó una primera versión de La burra y su director, Arturo Valdés Phillips decide publicarla. La versión final sería entregada por el autor al regreso de su viaje, como eso no fue posible la novela se publicó tal cual. Pacián Martínez, intentó que la novela no pasara desapercibida y en una nota publicada en El Sur en diciembre de 1978 realiza una lectura de La Burra a partir de la propia vida de su autor, un hombre que construyó en torno suyo una imagen que reflejara la complejidad de su pensamiento.
Si bien fue Alone, la voz crítica literaria de un Chile muy lejano, quien dio paso al nombre del Rosenrauch en sus reseñas en el Mercurio en 1968, será él mismo quien declare que el escritor se hace cada vez más hermético e incomprensible en su propuesta literaria. Pensemos que el tema de la distribución en un país como Chile cuya conectividad se vio mermada prontamente con la nefasta liquidación del ferrocarril, nos hace en pleno siglo XXI seguir desconectados en medio de la exacerbada conexión virtual, un <<país pasillo>>, apuntó Bolaño en el que los libros casi no se mueven. La burra no salió de las librerías que acogieron sus copias.
Al revisitar la novela, cuarenta años después, no deja de resultar insólito su argumento. En el teatro Afrodita, su director Nepomuceno administra el lugar y al elenco como si fuera un estado totalitario donde la orden (artística) pide representar con especial realismo diversos actos sexuales para complacer al púbico. El público no busca el misterio erótico o el primer plano pornográfico, sino más bien, volcar en el show su violencia reprimida, humillando a los actores, quienes, además, son parias en la sociedad que relata la novela.
En estos juegos de espectáculo y humillación, el protagonista, Orozimbo, un hombre tartamudo sin nada que perder, entabla una relación con Eulalia, quien mucho más astuta busca ascender en la pirámide social retorcida que propone el relato. Entre las relaciones por conveniencia y la preparación del espectáculo sexual, la novela da cuenta del fracaso de las relaciones amorosas y afectivas, donde el sexo cumple una función mecánica y utilitarista. En este sentido, Rosenrauch visualiza el advenimiento de las relaciones basadas en el poder más que en los sentimientos que afectan a unos y otros: "La tiranía horrenda impuesta por Nepomuceno no habría extinguido en su alma el deseo de cumplir con básicos principios cristianos, y, al filo de tal afán, jamás desaprovecharía ninguna oportunidad en el que le cupiera alcanzar ese propósito a un mínimo costo" (43).
Cuando Orozimbo se revela ante la autoridad del director-dictador es expulsado junto a Eulalia del Afrodita. Fuera, ellos comprobarán el débil lazo amoroso que los une donde el carácter sumiso del hombre confrontado a la fuerza de la mujer da cuenta de la imposibilidad de entendimiento entre dos seres opuestos: "Él se había restringido, en síntesis, a cultivar una imagen ficticia de Eulalia con la que su consorte de carne y hueso no cuadrara ni siquiera con la fase intensa de su amor" (114).
La novela narra el fracaso de un hombre que puede suicidarse pero decide volver a "la perdida de su libertad bajo la férula de Nepomuceno" (112), este suicidio en vida, desliza un secreto mensaje de liberación interior en un contexto aciago. Orozimbo tiene que pagar por volver al elenco. El descenso a la anulación de su humanidad es el boleto de entrada porque hay un público que "reclamaba la inclusión de bestias en los momentos cumbres de la velada" (118). Ahí, el protagonista comprende que ellos no estaban "mucho más cerca de la ferocidad que de la lascivia" (Ibíd.) como un descenso a las prácticas ancestrales de "extrema disminución humana" a la que el personaje se enfrenta con un "estoico y lúcido fatalismo" (119) donde él, en su esfuerzo obtiene "una secreta victoria sobre todo lo que contribuía a doblegarle y que, de algún modo, él mantendría a raya en virtud de su aún no terminado avecindamiento en el orbe" (125).
Fracaso, espectáculo, sexo, autoritarismo, son algunos de los ejes temáticos que atraviesan La burra donde las relaciones de poder clarifican la composición de un imaginario radical de un escritor desconocido dentro de la producción literaria chilena de los últimos 50 años.