Presencia viva de Renato Cárdenas

«Propusimos talleres con los estudiantes. Nosotros seríamos sus entrenadores. Yo traía la experiencia del grupo de la universidad en Valparaíso. Así nació el Aumen, El Eco de la Montaña. Nos interesaba, con Carlos Trujillo, el sonido lingüístico de Chiloé. Fue el primer abrazo con nuestra tierra. Con los jóvenes hacíamos poesía, con los viejos conversábamos y rescatábamos ese mundo arcaico que se desprendía vertiginosamente de Chiloé. Así nacieron dos libros: Apuntes para un Diccionario de Chiloé y Caguach, isla de la Devoción. La poesía corría por su propia vertiente en nuestras manos y las de nuestros estudiantes. En estas incursiones íbamos comprendiendo de manera más holística nuestro territorio, su cultura, y nuestros pasos se volvían impronta, dándole sentido a nuestras vidas.

Pasé a la etnografía sin saberlo, sin abandonar la literatura. Pero cada fragmento de territorio y cada hombre/mujer de aquí atesoraba piezas culturales más interesantes que las que yo podía ofrecer. Me fui volviendo así una suerte de amanuense de los campesinos chilotes. Contador de sus historias, de sus creencias, de las vivencias que este archipiélago y sus andanzas les entregaron. Devinieron publicaciones. Las primeras, las imprimíamos, encuadernábamos y vendíamos nosotros mismos. Hacíamos recitales de poesía, de música. Montábamos obras de teatro hechas por nosotros mismos.

Todo esto se construía mirando siempre de soslayo. La dictadura invadía todo espacio público y privado; husmeaba en nuestra intimidad. Lo no cotidiano era sospechoso. No éramos dueños de la ciudad ni de nuestras casas. Ése ha sido nuestro exilio interno.

Muchos vivimos transitoriamente, esperando que algún día lleguemos a Ítaca.» («Renato Cárdenas, Figura señera de la cultura chilota», en Carlos Trujillo, Castro desde adentro. 34 entrevistas, Ediciones Aumen, 2022, pp. 89-90).

Carlos Trujillo /  resumen.cl 

Mi amigo Renato por siempre entre nosotros. Chilotes ambos, parte de una isla en la que parecíamos conocernos todos; sin embargo, nos vinimos a conocer recién el año 1974, tras su regreso de Valparaíso y yo tras el mío desde Temuco. Coincidimos en el Liceo de Castro, pero creo que nunca nos dimos la oportunidad de conversar durante casi todo ese año. Éramos extraños. En ese tiempo todos éramos extraños, y más extraños aún si no nos conocíamos desde antes. Era un tiempo de temores y desconfianzas. La dictadura no era ninguna gracia, mucho menos el peligro que entrañaban los soplones. Cualquiera podía serlo. Pero no sólo eso. Ni siquiera era necesaria la presencia de un soplón, bastaba que alguien dijera algo fuera de lugar, algo que pudiera ser mal interpretado por un escucha y éste se lo comentara a otro y a otro y allí se acababa la historia. O mejor dicho, allí empezaba otra historia, una que podía ser de prisión, relegación, exilio o desaparición. Era un tiempo de horror.

Casi a fines de ese año, Renato le comentó a una colega que le gustaría saber si había algún poeta en el liceo, o en la ciudad, pero que hasta entonces no sabía de ninguno. Loty Águila le diijo: Carlos Trujillo escribe poesía. Yo ni siquiera sabía que Loty sabía, pero ella lo había descubierto porque cada vez que me pidió mis apuntes de clases en Temuco siempre encontró algunos escritos míos en las hojas finales de mis cuadernos. Cuando ella me lo comentó fue una gran sorpresa puesto que hasta entonces yo era el único que sabía de mis escritos.

Tras conseguir esa información, Renato se acercó a mí y una tarde de fines de noviembre fue a visitarme a casa de mis padres. Allí descubrí a Renato, y esa misma noche quedó decidido que apenas se iniciara el año escolar de 1975 lanzaríamos la idea en el Liceo y en el Politécnico. Lo demás es historia, una historia que dentro de tres años cumplirá medio siglo.

El armador del barco

Podría decirse que Renato fue el ideador del barco, un barco que él mismo empezó a armar pero que terminamos armándolo entre todos y esos mismos todos y todas nos volvimos los tripulantes. El barco navegó por muchísimas aguas y tuvo que eludir muchas tormentas en esos años tormentosos, pero como es lógico no pudimos salvarnos de todas.

Renato traía de Valparaíso la experiencia de la escritura y los talleres literarios y también su interés por las culturas ancestrales y la investigación en terreno, pero no sólo las traía sino que quería ponerlas en práctica y ponerlas en práctica de la mejor manera en Chiloé y con nuestros alumnos. Así fue como apenas iniciadas las actividades del Taller Literario Aumen, los y las jóvenes del grupo empezaron a ver y entender su Chiloé de una manera distinta, a apreciar de un modo diferente lo que tenían, lo que vivían diariamente, lo que ellos realmente eran. Desde el principio se trabajó con muchísimo amor por lo que hacíamos, con verdadera pasión. Cómo no recordar a ese grupo de 1975: Mirna Alderete, Ernesto Bórquez, Roger Cárcamo Navarrete (a quien no he visto en décadas y fue uno de los primeros en llamarme por teléfono al enterarse del fallecimiento de Renato), Patricio Carvajal, Sergio Rubén Colivoro, Miguel Gallardo Aguilar, Erwin Jorquera, Sergio Mansilla, Neddiel Muñoz, Agne Muñoz, José Muñoz, Luis Horacio Rojas, Hirohito Vásquez, Luego vendrían otros y otras, y otros y otras más, dando vida al ambiente literario y cultural castreño.

Muy pronto se volvieron algo común las publicaciones (trípticos, revistas, hojas sueltas), los recitales, las invitaciones a escritores e intelectuales mayores, y Aumen fue haciéndose un nombre en Castro, en Chiloé, en el sur de Chile, en todo el país. Fue Renato precisamente quien tuvo la idea de organizar un Encuentro Nacional de Escritores en Chiloé. La actividad literaria y artística tenía las manos atadas en nuestro país, su visibilidad era nula en ese largo período del «apagón cultural». Las posibilidades de realizar algo de esa magnitud eran mínimas. Encontrar a los escritores que estaban en Chile ya era una tarea de gigantes. Y, además, ¿cómo dar con sus direcciones? Pero para Renato y para toda la muchachada de Aumen no había imposibles. En 1978 se celebraría el cincuentenario del Liceo de Castro y allí encontramos asidero para nuestros empeños. Renato sugirió que pidiéramos financiamiento al Centro de Ex-Alumnos del Liceo, que se había creado para esa ocasión, y a ellos acudimos. Dicha conexión permitió que consiguiéramos financiamiento y autorización (aunque sin ningún documento escrito) para realizar esas hermosas jornadas.

Fueron tres días de reuniones, recitales, lineamientos para una organización de los poetas sureños, amistad y encuentro con poetas de Santiago a Chiloé y con la crítica de nuestro querido maestro Iván Carrasco Muñoz y del poeta y académico Gabriel Venegas. Fueron tres días de vida y energía, tres días de crecimiento generacional, tres días para salir de ellos llenos de empuje para seguir en lo nuestro y, con lo nuestro, seguir luchando para poner fin a la dictadura. Fue una propuesta arriesgada, pero estuvimos allí con los y las poetas de Santiago, Valdivia, Osorno, Puerto Montt, Ancud y Castro, tres días en los que nos sentimos completamente vivos, a sabiendas de que a pesar de la presunta legalidad del encuentro gracias al patrocinio del Centro de Ex-Alumnos del Liceo de Castro, no dejábamos de correr un gran peligro.

Por eso son escasos los documentos que se guardan del Primer Encuentro de Escritores en Chiloé realizado en 1978, porque era peligroso dejar testimonio escrito o grabado de lo que allí se dijera. Los soplones entraban y salían de nuestras reuniones que eran abiertas al público, pero, por lo mismo, no se permitía a nadie entrar con cámaras fotográficas ni grabadoras de ningún tipo. El único testimonio que nos queda son las fotografías tomadas con mi cámara fotográfica y los recortes de prensa de El Llanquihue de Puerto Montt, La Cruz del Sur de Ancud y La Voz de Chiloé de Castro, más algunos otros del diario Las Últimas Noticias y una larga nota de Jaime Quezada en la revista Ercilla.

Pero aun sin documentos escritos, nos queda todo porque nos quedó para siempre la experiencia de crecimiento de toda esa generación, la creación de lazos entre los poetas del sur y los poetas de Santiago y la revelación en todo el país de que algo grande estaba empezando a pasar en Castro y Chiloé… y, créanmelo, realmente era algo grande.

Gracias, Renato. Infinitas gracias de tu compañero de esas lejanas lides.

Altos de Astilleros, 15 de abril de 2022

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