Estimadas amigas y amigos:
Estamos seguros de que ustedes sabrán valorar el noble propósito de reparación histórica que nos anima respecto de un distinguido penquista, del cual este año 2012 se cumplió el centenario de su nacimiento.
Fuera de las cualidades personales de nuestro homenajeado, recordamos como un antecedente digno de tener en consideración que, hace no mucho tiempo, se procedió a un cambio de nombre de una arteria cercana a la avenida que nos interesa, la que pasó a llamarse San Juan Bosco.
Como sabemos muy bien, la memoria colectiva remite a la vida y al recorrido de una determinada comunidad por los paisajes humanos de su hora.
Es decir, las ciudades son mucho más que lugares de residencia, pues en ellas se gestan también procesos que dan cuenta de los climas culturales y políticos que caracterizan a una determinada época.
Y la urbe penquista fue reconocida durante mucho tiempo por su identidad universitaria y por el surgimiento de movimientos sociales que alcanzaron resonancia nacional e internacional.
Son los años 60 y comienzos de los 70, época que marcó indeleblemente el ser de este provinciano espacio sureño. Y en tal contexto, entre 1969 y 1972, Don Edgardo dirigió los destinos de la Universidad de Concepción.
Después se produjeron los acontecimientos por todos conocidos, y el manto del olvido cayó sobre la obra de mujeres y hombres que se entregaron desinteresadamente al progreso material e intelectual de esta ciudad.
En consecuencia, nos asiste el convencimiento de que ha llegado el momento de hacer justicia simbólica a tales personajes.
Reconociéndose en su propia memoria colectiva, las personas, los ciudadanos, los movimientos sociales, deben cimentar activamente en su seno una auténtica cultura democrática de promoción y respeto de los derechos humanos.
En el caso particular de esta geografía citadina, la ciudad de Concepción mantiene una deuda con Don Edgardo Enríquez Frödden (1912-1996).
Se aproximan fechas muy significativas que no pueden pasar inadvertidas y que deben servir para generar diversas iniciativas en la línea de la recuperación de la memoria histórica local y regional.
En tal perspectiva, solicitamos a ustedes difundir y brindar su apoyo a esta propuesta, la que será remitida al Alcalde de la ciudad para que la presente al Concejo Municipal.
Todos juntos podremos hacer realidad nuestro anhelo de cambio de nombre de la Avenida Roosevelt por el de Dr. Edgardo Enríquez Frödden.
Ello teniendo en consideración que en la casa número 1674 vivió durante largos años el que fuera rector de la Universidad de Concepción y que además la mencionada calle, en uno de sus extremos, desemboca precisamente en el principal plantel de estudios superiores de la zona, máximo símbolo de la ciudad para los penquistas de hoy, según los datos que arrojó una reciente encuesta realizada por una institución a nivel local (CorBioBío).
Sería un justo homenaje a un penquista de excepción, a un hombre que destacó en todos los campos de su quehacer humano.
Como médico, director de hospital, docente y rector universitario.
Asimismo, brilló como político y servidor público, al frente del Ministerio de Educación durante los meses finales del gobierno democrático de Salvador Allende.
Y por último, cómo no recordar sus luces como iniciado y más adelante en su calidad de Gran Maestro de la masonería progresista chilena.
Él nació en Concepción, un 9 de febrero de 1912, es decir hace ya cien años, y falleció en Santiago el 1 de noviembre de 1996.
Sus restos mortales descansan, tal como lo manifestó en vida, en una sencilla tumba capitalina junto a su hijo Miguel.
Ahora, nosotros, los penquistas, tenemos la palabra.