El reciente terremoto de Japón volvió a desnudar la fragilidad que representan para la vida y seguridad de la población mundial las plantas nucleares. En este caso el peligro radiactivo afecta directamente a la población japonesa de la zona terremoteada. Esta situación vino a poner en la discusión nacional la cuestión de la alternativa nuclear para enfrentar el supuesto problema energético que tendría Chile en un futuro mediato
El gobierno chileno está empeñado en imponer el negocio nuclear como solución barata para las empresas mineras y ganancia fácil para las empresas de energía. El ministro de Energía y Minería, Laurence Golborne, justo en esos días del desastre japonés, venía llegando de un tour nuclear que había realizado por Europa en compañía de lobbistas y de importantes empresarios mineros del país, que desde hace años bregan por imponer su postura.
Japón era el ejemplo que esgrimían todos los lobbistas y políticos defensores del negocio nuclear para tratar de vender su pomada y convencer de las ventajas de su instalación. La naturaleza demostró que eran solo pomadas, o sea, mentiras elaboradas con elegancia y suavidad.
Tratando de ocultar las opciones reales que en esta materia maneja el gobierno, el ministro Golborne dijo a su llegada: "No hay que armar una polémica por algo que no existe". Es claro que aún no existe en Chile planta nuclear alguna, ni se está construyendo ninguna; pero sí existe la decisión política y económica de los gobernantes por desarrollar dicho proyecto. Tanto así que a los pocos días llegó a Chile el presidente de EEUU, Barak Obama, a firmar tratados y negocios con el gobierno chileno que se inscriben en la misma dirección.
El presidente Piñera ha dicho que durante su gestión no se construirá ninguna planta nuclear. ¡Vaya falacia! Una planta nuclear tardaría unos 15 años en poder construirse en Chile, de modo que es obvio que aunque Piñera quisiera no podría hacer tal cosa durante su mandato. La otra parte del engaño es que, de manera irresponsable y mercantil, Piñera y su gobierno ya están embarcados en ese objetivo. Una planta nuclear empieza a construirse preparando los especialistas en la materia, y eso es precisamente en lo está trabajando este gobierno, haciendo tours y cotizaciones de mercado por Europa y EEUU, firmando acuerdos y tratados con Obama (que a eso vino), y llevando al país a un futuro de peligros e incertidumbre aún peores que los que nos causa la naturaleza.
Un argumento recurrente de los políticos y lobbistas es que "ahora sí" que las plantas llevaran incorporados todos los factores de seguridad, que "ahora sí" que los equipos serán súper modernos y súper reducidos y súper seguros, que "ahora sí" que se pueden buscar las mejores locaciones para reducir eventuales daños y riesgos. Es decir, el mismo discurso que se escucha con cualquiera otra de sus fábricas e instalaciones contaminantes cuando se justifican respecto de los daños que causan al medioambiente, al ecosistema, al calentamiento global, a la humanidad y al planeta; antes de hacerlas son todas una maravilla, mientras negocian y convencen para hacerlas todo será perfecto, pero luego, una vez construidas y funcionando, dejan el desastre en su entorno afectando a personas, naturaleza y clima. Lo que estos políticos y lobbistas no dicen es que las plantas nucleares que han sufrido desastres también fueron "modernas" y "seguras" en su tiempo, pero eso lo único que garantiza es que fue un buen negocio para los que entonces vendieron la pomada.
La cuestión es simple. Chile debiera tener una posición clara y definitiva de no incluir la alternativa nuclear como parte de su matriz energética. Y eso no solo por el problema de los terremotos y maremotos. Las catástrofes naturales son solo una de las causas que pueden provocar desastres nucleares. Hasta ahora se registran tres sucesos radioactivos. En marzo de 1979 ocurrió el desastre de Three Mile Island (en Pennsylvania, EEUU) por una falla técnica, que se produjo a pesar de todas las medidas de seguridad y lo moderno de las instalaciones. En agosto de 1986 ocurre el desastre de Chernobyl (en Ucrania, URSS) por una combinación de errores humanos y fallas técnicas. Ahora en Japón ocurre el desastre de Fukushima por el terremoto y maremoto. Básicamente esto demuestra que no existe la garantía de seguridad total que prometen siempre los empresarios y lobbistas.
Chile no tiene, como nos intentan hacer creer, ningún problema energético. Lo que ocurre es que las grandes empresas mineras, no conformes con explotar las minas casi gratis, pretenden tener energía barata y fácil.
El país debiera preocuparse de veras por desarrollar una matriz energética diversificada en donde se combine la protección de la población y del medio ambiente con la eficiencia y el ahorro. El primer componente de una matriz energética eficiente, limpia y responsable debiera ser el ahorro y la eficiencia energética. Luego debiera integrar la energía solar, la eólica, la geotérmica, la biomasa y la hidroeléctrica de pasada. Todas estas opciones son, hoy por hoy, mucho más caras de implementar que las opciones de energía convencional como las grandes centrales hidroeléctricas, las termoeléctricas (basadas en carbón, gas, petróleo), o incluso las nucleares. Pero, desde el punto de vista de los intereses del país, del estado, de la población, del planeta, por donde se les mire son una gran ganancia de largo plazo.
Chile cuenta actualmente con 34 centrales hidroeléctricas, 3 de ciclo combinado y 16 termoeléctricas, y eso es más que suficiente, por lo que solo excepcionalmente debiera considerarse la implementación de mini hidros o centrales de paso. Los proyectos de grandes centrales se inscriben en la lógica empresarial de ganar dinero rápido, fácil y con poca inversión. Los proyectos como Hidroaysén y Panguipulli forman parte de este mercado pero poco o nada tienen que ver con las necesidades y objetivos que debiéramos tener como país; más bien se basan en que el agua les sale gratis porque las grandes empresas son las dueñas de los derechos de agua en todo Chile, gracias a uno de los regalos que les hizo la dictadura de Pinochet (y que ningún gobierno ha sido capaz de revertir).
No aceptar la idea de instalación de centrales nucleares en Chile no significa que eso le de carta blanca a Piñera, a su gobierno, a los políticos, lobbistas y empresarios para pretender instalar cualquier basura termoeléctrica, o instalar cualquier monstruo hidroeléctrico donde se les antoje. Decir que no a las nucleares no es decir que sí a cualquier cosa. Decir que no a las nucleares también es negarse a toda forma de generación energética que sea destructiva, contaminante o ponga en peligro la continuidad del sistema ecológico, de la humanidad, del planeta.