Recuperar la salud pública: Una posible salida a la pandemia Covid-19

El Hospital Clínico Guillermo Grant Benavente, popularmente como Hospital Regional de Concepción, es el recinto hospitalario más antiguo y el de mayor tamaño del país, y además un hospital-escuela, ligado a la Universidad de Concepción, esta institución creada por la propia comunidad penquista hace ya más de 100 años. Tras el terremoto de 1939 que devastó la ciudad, incluido su antiguo hospital, la Universidad cedió sus facultades de Derecho y Educación para que éste funcionara transitoriamente. Tras años de reconstrucción, el actual establecimiento abrió sus puertas recién en 1943, siendo oficialmente inaugurado el 27 de mayo de 1945, con el nombre de "Hospital Clínico Regional de Concepción".

Durante el terremoto del 2010 las dos torres construidas en dictadura colapsaron, iniciándose un nuevo proceso de reconstrucción que incluyó las alas nuevas, entregadas hace solo unos años.

Lamentablemente, el desmantelamiento de la salud pública, iniciado en dictadura y profundizado por lo gobiernos posteriores, fue brutal, el déficit presupuestario permanente de los hospitales públicos les hace tener constantes recortes tanto en materiales como en personal y hoy es precisamente ésa una de las causas fundamentales del peligro que implica esta pandemia del nuevo coronavirus, pues no contamos con medios mínimos para contenerla.

Como tan certeramente ha señalado el neurolingüista norteamericano Noam Chomsky -definido por NYT como el cerebro vivo más importante del planeta- en reciente entrevista referida a la actual pandemia: "Las camas de los hospitales se han suprimido en nombre de la eficiencia", todo ello dentro de la lógica neoliberal, de terminar con el déficit presupuestario del hospital.

Han sido años y años de sermones de este credo neoliberal que califica a la salud y la educación pública, como gastos, cifras en rojo, sin rentabilidad económica. Los hospitales se han ido deteriorando, para que su decadencia permita el surgimiento de las clínicas privadas, negocio de unos pocos, entre los que se encuentra el actual ministro de salud y en su momento el presidente de la república.

Y sin embargo, son hoy estos hospitales los que deberán salvarnos de la tragedia y sus trabajadoras y trabajadores a quienes tantas veces los propios pacientes insultaron cuando pararon o marcharon por la defensa de la salud pública o para conseguir insumos (hoy tan urgentes), los que se jugarán el pellejo propio por salvar vidas. Ni hablar de alcaldes o jefes de servicios que los reprimieron, descontando sueldos o despidiendo.

La agudización de la pandemia es algo inevitable, la magnitud de la tragedia hoy depende básicamente factores que no se están siguiendo en Chile: la capacidad de detectar casos a tiempo (ejemplo de Corea); el cierra parcial de territorios (que en Chile sí se ha realizado, pero en forma tardía) y el confinamiento absoluto de la población en casa, incluyendo el cese de la producción que no sea imprescindible.

Todo ello permitiría al menos ganar tiempo para la conseguir las camas, la contratación de más personal de salud, la preparación de una serie de cuestiones de tipo logístico o de implementación, pero principalmente evitar el agolpamiento masivo en las urgencias de los centros de salud.

Apenas supimos de los primeros casos de contagio en Chile del Civid-19, un audio fue difundido ampliamente por WhatsApp y atribuido al Dr. Fasce, médico del Hospital Regional de Concepción, planteaba que evalúa en menos de 100 las camas de intensivos en el Gran Concepción, sumadas la de la red pública y privada, en una metrópolis de cerca de un millón de habitantes.

Los trabajadores y trabajadoras de la salud pública de Arauco denuncian solo días más tarde una situación aún más dramática, pues en toda la provincia no hay una sola cama de intensivos para los casi 160 mil habitantes.

Las noticias hoy ya son preocupantes, el contagio masivo en una iglesia evangélica en el populoso Barrio de Boca Sur de San Pedro, indica que efectivamente el virus está llegando a los sectores populares de nuestra población, donde no pueden dejar de trabajar porque están en el sector más precarizado del mundo laboral, quienes no podrán hacer cuarentenas adecuadas en sus domicilios, porque allí se vive el hacinamiento, donde además muchas veces hay nietos y abuelos compartiendo espacios. Aquí no hay planes privados ni nada, todos llegarán a la salud pública, ésa que desde arriba siempre han querido destruir y que como pueblo debemos defender y recuperar para ésta y las futuras crisis sanitarias que afrontemos.

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